Amad a vuestros enemigos. Si ayer veíamos en la reflexión de vida que el Señor nos pedía que no agredamos a aquellos que nos agreden, hoy damos un paso más, porque no solamente nos dice "defiéndete de ellos", sino que también dice "les tienes que amar". ¿Cómo puedo querer a un señor que ha roto mi familia? ¿Cómo puedo querer a una señora que me ha calumniado y que me ha hecho un daño inmenso? ¿Cómo puedo amar a aquel que ha destruido la vida de los que más quiero o me ha destruido a mí?
Cuando el Señor dice "amad a vuestros enemigos", no significa un sentimiento de que me gustan mucho o que me caen fenomenal, sino que ese amor significa, primero, no condenarlos, y segundo, pedir para que la conversión y el cambio de corazón sucedan. Fijaos que pensamos que el perdón se cimienta en la justicia, y la justicia es esa virtud de dar a cada uno lo suyo. Por tanto, amar a un enemigo no significa decir "venga, si me ha robado, vuélveme a robar otra vez". Será decir "mira, me has robado, tienes que pagar las consecuencias del robo". No porque yo te las pida, sino porque efectivamente lo exige la justicia. Y yo no te voy a hacer ningún daño ni ningún mal, o sea, no puedo ni quiero odiarte, no puedo ni quiero provocarte daño. Y a mí me parece que no es poco.
A esos enemigos, ¿cómo sacarlos de nuestros objetivos de vida? No podemos, repito, querer destruir a los que nos destruyen. Nos convertiríamos en iguales, seríamos como ellos, y por tanto, haríamos lo que condenamos. ¿Se lo merecen? Bueno, el juicio es de Dios y solo Dios sabe lo que hay en el corazón de cada ser humano. Solo Dios sabe hasta qué punto la oscuridad ha inundado un corazón, y por eso nosotros no podemos juzgar a las personas del todo. Podemos juzgar los hechos que hacen las personas, pero a las personas no las podemos juzgar, porque solo Dios conoce cada instante de cada momento de la vida de cada persona: si ha tenido miedo, si ha tenido déficit, si ha tenido demasiado éxito, si tiene soberbia o no. No lo sabemos. Por eso el Señor nos pide un paso más, que es "amad a vuestros enemigos". Jesús crucificado decía: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen". Intentó buscar una disculpa, y nosotros evidentemente no tenemos la grandeza de Jesús, pero sí tenemos su gracia y podemos decir: "Padre, perdona".
A mí me gustaría que se dieran cuenta. Claro, Dios siempre perdona. Ellos tienen que recibir el perdón y tú puedes perdonar a tus enemigos de todo corazón, y si ellos quieren seguir siendo tus enemigos porque no aceptan tu perdón, tú les has perdonado, pero no quieren tu perdón. Yo siempre comparto con vosotros que perdonar no es ser tonto, perdonar no es dejar que me vuelvan a hacer otra vez la misma faena, sino que perdonar efectivamente es una nobleza de corazón en la cual tú no vas a albergar ni el mínimo instante de deseos de venganza, ni deseos de destruir a quien te ha querido destruir a ti. La señal por la que os conocerán es si os amáis, que os améis como yo os he amado. Y el amor de Cristo es un amor perdonador, incluso a los que a veces actúan como nuestros enemigos.
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TIEMPO ORDINARIO
EspiritualEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...