EL SACRIFICIO COMO CAMINO: SIGUIENDO EL EJEMPLO DE JESÚS

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Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado. Es muy impresionante meditar cómo Jesús conoce su destino. Jesús sabe que tiene que ir a Jerusalén para consumar allí el sacrificio de su vida y no tiene miedo. Es verdad que en Getsemaní lo vemos frágil, lo vemos romperse porque es humano y empieza a tener angustia, empieza a sudar sangre. Pero ni siquiera ese momento crucial le impide cumplir el plan que Dios había propuesto para Él. El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser entregado a los escribas y a los sacerdotes, y ser crucificado.

Fijaos cómo el Señor no le pide a Dios: "Dios mío, dame una vida fácil. Dios mío, dame una vida en la que no haya problemas. Dame una vida en la que la gente me aprecie, me valore. Dame una vida". No, Jesús pidió precisamente: "Señor, la cruz; Señor, lo que Tú dispongas, lo que haga falta, lo que sea necesario". Y efectivamente, el sacrificio es una parte esencial, y por eso Dios le concedió el nombre sobre todo nombre, porque fue lo suficientemente generoso para decir: "Señor, pierdo la vida porque quiero".

Tú también podrías hacer lo mismo que Jesús y decir: "Señor, los sacrificios que hagan falta, si Tú consideras que son necesarios, los acepto desde ya y no me pienso quejar cuando cuide a mi familia o sea discípulo tuyo, o si voy a la Eucaristía y hace mucho calor, o si tengo que rezar y renunciar a cosas. No me puedo quejar. He decidido hacer tu plan, y cuando uno decide hacer un plan, tiene que ser maduro y coherente". Precisamente, la inmadurez es que cuando algo no me gusta, "Ay, pues como no me gusta, lo dejo. Ay, como es muy esforzado...". Es el gran problema de muchos jóvenes: "Es que me aburre. Es que no tengo tiempo. Es que se pasa calor. Es que no me gusta". Bueno, en la vida no hay que hacer las cosas porque te gusten o no te gusten. Son las decisiones que has tomado, sé coherente con ellas.

Yo creo que lo he dicho alguna vez, pero a mí me ayuda mucho recordarlo: una cosa es lo que quiero y otra cosa es lo que me apetece. Un ser humano no puede estar a todas horas haciendo lo que le apetece. No, yo quiero ser un buen abogado, pero como no me apetece estudiar, pues no lo serás nunca. Yo quiero ser un buen hijo, pero es que mi madre me pone nervioso y no me apetece escucharla, pues no puedes ser un buen hijo. El ser humano que no tiene claro un proyecto de vida, que no tiene claro que tiene que pasar por una serie de realidades para cumplir ese proyecto de vida, es un ser que va dando bandazos, hoy por aquí, mañana por allá, pero al final no sé ni quién soy, ni qué quiero, ni qué hago. Y por eso, sí, Jesús tenía muy claro que había venido para dar la vida por los demás. Ojalá que también nosotros lo tengamos igual de claro: "Señor, yo he venido aquí para dar la vida por los demás".

En tu caso, por tu familia, por tus hijos, por tus hermanos, por tus padres, por la gente con la que estás. En el caso, de los sacerdotes, por sus feligreses. Demos la vida, que es lo único que da valor y significado al tiempo que Dios nos ha dado.

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