Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Si el domingo pasado considerábamos la Eucaristía —¿os acordáis?— como esa renovación incruenta del sacrificio pascual de Jesús, es una verdad de fe que la misa es estar en el Monte Calvario, es estar con Cristo entregándose y resucitando en el santo sepulcro. No es menos verdad de fe que lo que se nos entrega en la Eucaristía es el alimento. Atención: la comunión es un alimento que nutre, sí, pero no es el premio de los buenos; la comunión es el remedio de los débiles. No comulgamos porque estamos limpios de pecado; vamos a comulgar, todo lo contrario, comulgamos los que somos muy conscientes de nuestras limitaciones, que pretendemos vivir reconciliados con Dios y somos conscientes de que tenemos un pecado grave. Claro está, pues por supuesto, si puede ser, nos confesamos, nos arrepentimos, y entonces recibimos el pan de la vida, que es ese Jesús vivo que entra dentro de nosotros, o mejor dicho, nosotros entramos dentro de Él y Él nos configura a sí mismo.
Si fuéramos conscientes del milagro que es comulgar, si fuéramos conscientes de esa gracia tan grande... ¡tanta fiesta que se hace de la primera comunión de los niños en nuestro pais, y que luego los niños, a lo mejor, al domingo siguiente ya ni van a misa! Porque todo gira en torno a un vestido, una fiesta, y sin embargo se olvidan de que es el milagro impresionante de que la criatura entra a vivir en el Creador y que el Creador entra a vivir en la criatura. Por eso, comulgar es algo tan grande que nos tiene que provocar tanto respeto, tanto cariño, tanto amor, tanta proximidad... No hay cosa más bonita que recibir la Sagrada Comunión. ¡Claro que sí! Qué pena, ¿verdad? Esos niños que, como no están bautizados, dicen: 'Cuando sea mayor...' Ya cuando tienen 12 años, pues evidentemente ya les da vergüenza, pero es cuando se pueden dar cuenta de lo que es el milagro eucarístico.
Mi carne es comida, mi sangre es bebida, y esto nos tiene que llevar también a preguntarnos primero si podemos recibir la comunión, cómo cuidamos a Jesús cuando llega a nosotros. ¿Le hablamos? ¿Le agradecemos? ¿Le adoramos? ¿Estamos tratándolo como al invitado que llega a la casa, y no digo que hacerle la ola... ¡Mucho más que hacerle la ola! Si no pudiéramos comulgar, nos quedamos respetuosamente en el sitio, pero hacemos una comunión espiritual, decimos: 'Jesús, cómo me gustaría... Te pido que entres en mí, aunque no me puedo acercar sacramentalmente, ya me reconciliaré contigo, lo que sea...' A veces, hacer una comunión espiritual tiene un valor grandísimo, a veces incluso estar en misa y, por respeto, no acercarse por lo que sea, también tiene un valor inmenso. La gente se cree que si no comulga no vale la misa. La misa tiene un valor inmenso con independencia de eso, y por eso, sí, valorar la Eucaristía y valorar que podemos comulgar es un regalo de Dios tan grande que, de los regalos que se nos pueden hacer, sin duda ninguna, este es el mayor. Amemos la Eucaristía, respetemos la Eucaristía, y vivamos la Eucaristía como un modo de ser que nos identifica con Cristo.
![](https://img.wattpad.com/cover/360063953-288-k778996.jpg)
ESTÁS LEYENDO
TIEMPO ORDINARIO
SpiritualEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...