A quien mucho se le dio, mucho se le reclamará. A veces uno podría decir: 'Dios mío, qué suerte tengo de haber nacido en una familia cristiana. Qué suerte tengo de haber recibido una buena formación. Qué suerte tengo de tener un buen trabajo y de poder ayudar a mi familia'. Es verdad que recibimos muchos favores de Dios, claro. Pero atención: todos esos favores que Dios te ha hecho o te ha dado gratuitamente, sin que tú lo merezcas, son favores que deben reportar beneficio para los demás, no solamente para ti. Porque dice Jesús: 'A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá'.
Es decir, el Señor también nos pedirá responsabilidades por aquellas cosas en las que nos ha pedido colaborar. Nos ha dado una gracia, nos ha dado talentos, nos ha dado cualidades para que las pongamos en funcionamiento. Por eso, si has recibido muchos dones de Dios, qué suerte, agradécelo. Pero, sobre todo, pregúntate: esos dones o esos regalos que yo he recibido de Dios, ¿sé regalarlos a los demás o me los guardo solo para mí? Claro, porque si has recibido mucho, se te exigirá mucho. A quien ha recibido poco, pues en función de ese poco, Dios evidentemente no será tan injusto como para pedirle más de lo que le ha dado. Lo que aún no ha recibido, lo tendrá en la eternidad.
Por tanto, al dar gracias a Dios, que seguro lo haces muchas veces al día —'Gracias por mi familia, gracias por mis padres, gracias por mi marido, por mi mujer, por mis hijos, por mi trabajo, por la salud, gracias por tantas cosas buenas, Dios mío, que hay en mi vida, que no tendría palabras suficientes para agradecer'— junto a eso podrías añadir: 'Y ayúdame, Jesús, a que todo lo que me has regalado sirva para hacer el bien a los demás, que no sea solo para mí. Que no sea una persona egocéntrica, siempre pensando en mí, en lo que necesito, quiero o me hace falta, sino que salga al encuentro de los demás'.
Nuestro Señor Jesucristo es muy claro en esto: todo lo que se recibe es para regalarlo, todo lo que se te da es para que no te lo quedes tú. Porque, además, cuanto más te entregues, cuanto más te regales, más recibirás. Cuanto menos des, más pequeño será tu corazón y menos capacidad tendrás de recibir gracia. Por eso los santos eran como océanos de amor: recibían mucho amor de Dios, pero como lo daban, recibían después más, y así iban ensanchando su corazón según gastaban sus facultades, sus cualidades, sus talentos, los dones que habían recibido, al servicio de los demás.
Y eso puede ser desde el silencio de una celda hasta en medio del mundo, en cualquier lugar podemos amar a los demás. Aunque solo fuera desgranando padres nuestros o ave Marías en un rosario, lo que sea, pensando en los demás, ya estarías regalando los dones. Si se te ha dado el don de la oración, ora por los demás. Si se te ha dado el don de la simpatía, sé simpático con los demás. Si se te ha dado el don de la diligencia, sé diligente con los demás. Por tanto, todo aquello que has recibido, algún día te preguntarán cómo lo has invertido, cómo lo has empleado. Ojalá que seamos capaces de responder.
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TIEMPO ORDINARIO
SpiritualEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...