LA INGRATITUD DEL PUEBLO ELEGIDO Y EL RECHAZO A CRISTO

16 0 0
                                    

Agarrando al hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. Jesús quiere hacer ver cómo es la ingratitud de algunos miembros del pueblo elegido, sobre todo de las autoridades de los sumos sacerdotes y de los escribas. El Señor les había dado una revelación maravillosa, como a ningún otro pueblo. El Señor les había dado, además, una tierra prometida. El Señor les había dado una intimidad y un culto, y sin embargo, ellos, en el fondo, se contentaban con la parte exterior pero rechazaban lo interior.

Para explicar ese rechazo y el dolor de Dios ante el rechazo de su pueblo, Jesús hace esta parábola de los viñadores homicidas. Estos alquilan una viña y, cuando el propietario quiere recibir los frutos, envía primero a unos siervos, a los cuales echan y golpean. Finalmente, envía a su hijo, y lo matan. Diríamos: "¡Qué mala esa gente!" Pero nosotros también podemos ser así. Pensemos cuántos dones nos ha dado Dios: el bautismo, los padres tan buenos que hemos tenido, las personas tan maravillosas que nos han acompañado en nuestro camino de la fe. Si hemos conocido una buena parroquia, una buena hermandad, un buen movimiento, un buen grupo... cuántas cosas bonitas hemos recibido de Dios. Y la verdad es que qué pocos frutos le hemos devuelto.

Nunca podremos estar a la altura de Dios, es evidente, y sabemos que siempre habrá una desproporción, no digo que infinita, pero inmensa, entre Dios y nosotros. Pero, al menos, no debemos expulsar a su hijo, no debemos querer eliminarlo de nuestras vidas. Hoy en día, en la misma sociedad, hay un rechazo a Cristo, una rebeldía contra Cristo y contra su Iglesia. Hay una especie de cristofobia, una manía a todo lo católico, a todo lo cristiano, que es desconcertante, sobre todo en el continente donde prácticamente nace el cristianismo, que es Europa. Nos quedamos desconcertados, pero más que decir "qué mala es la gente", debemos preguntarnos si a veces nosotros también, cuando no nos interesa, eliminamos a Cristo.

Porque no hacemos oración, porque no queremos comprometernos, porque la misa es una pesadilla, porque el cura es muy pesado. Siempre tendemos a decir: "No, yo es que ahora no tengo que perdonar", y sin querer, efectivamente, podemos ir eliminando a Cristo y expulsándolo fuera de la viña, es decir, expulsándolo fuera de nuestro tiempo, de nuestra vida. Siempre tendremos mil planes más interesantes que hacer antes que estar con Él, aunque sea un ratito de tres minutos. Qué pena esas personas que a veces dicen: "No he encontrado tiempo para rezar". ¿Para qué tienes tiempo? ¿Para qué quieres el tiempo?

Efectivamente, habrá que trabajar, habrá que cuidar de los tuyos, pero habrá un momento para Él, habrá un momento para que le des ese pequeño fruto de unos instantes, de unos segundos, de unos minutos, más que estos tres minutos que lees ahora. Por tanto, sí, el Señor espera frutos de nosotros y espera también que no le hagamos daño, que no lo expulsemos de nosotros mismos y que digamos: "Señor, ojalá sepa cuidarte, agradecerte e invitarte constantemente a esta viña que es mi vida y que da tan pocos frutos".

TIEMPO ORDINARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora