JESUCRISTO, DIOS DE TODA LA HUMANIDAD

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Es necesario que evangelice también a otras ciudades. Es verdad que Jesucristo, curiosamente, en todo su ministerio evangelizador, en su servicio de anunciar el rostro del Padre y el amor de Dios, se circunscribió exactamente a Israel, al pueblo elegido. Podía haber ido a Egipto, a Damasco o a muchos otros lugares, y sin embargo, quiso quedarse allí. Pero no se limitó a una ciudad concreta, no se quedó solo en Jerusalén o en Jericó, sino que recorrió todas las ciudades de Israel, todo el pueblo elegido, todo el pueblo de Dios.

Porque, mirad, Jesucristo no se identifica ni con una nación, ni con una ciudad, ni con un estilo concreto. Jesucristo, como es el Dios verdadero, el autor de la vida de todos los hombres, se identifica con toda la humanidad. Por eso sabemos que, primero, nunca tendremos derechos adquiridos sobre Dios, ni Dios es propiedad de nadie. No es que Dios quiera mucho a España y menos a Alemania o a Brasil. No, Dios quiere igual a toda la humanidad. Nosotros, que somos muy católicos de toda la vida, debemos entender que no podemos apropiarnos de Dios, porque Dios es de todos.

Cualquier persona que tiene la dicha de encontrarse con Jesucristo resucitado, con Jesucristo actual, con Jesucristo que vive, sea de la nación, cultura o lengua que sea, es alguien muy afortunado. Fijaos que es muy bonito cómo, en el seguimiento de Cristo y en la proximidad de Cristo, no hay clases ni castas. Aunque dentro de la Iglesia haya diferencias humanas —como el Papa, los obispos, los sacerdotes, los catequistas, las madres de familia— ante Dios no hay diferencias. Quizá una madre sacrificada por sus hijos sea tan santa, o incluso más, que un sacerdote que está celebrando sacramentos en su parroquia, o que cualquier persona realmente importante. Porque, a los ojos de Dios, todos somos especialmente capaces de llenarnos de un modo absoluto de su amor. Dios no hace diferencias.

Por eso, cuando le dicen a Jesús: "Oye, quédate aquí, quédate con nosotros, eres nuestro, solo para nosotros", Él responde: "No, no, yo tengo que ir a todas las ciudades de Israel. Mi mensaje no es solamente para unos pocos". Esto no es un grupito, no es una secta, no es para una especie de élite espiritual mientras todos los demás están en un nivel inferior. Eso es un error. Y de hecho, todos sabemos que los grandes santos que hemos conocido en nuestra vida, lo que el Papa Francisco llama "los santos de la puerta de al lado", son gente muy sencilla, gente poco conocida, pero con una grandeza y una profundidad impresionantes.

Jesucristo no es solo nuestro Dios, no es solamente el Dios nuestro, sino que es el Dios de toda la humanidad. Aunque algunos no lo conozcan, aunque ni siquiera sepan cuál es su nombre ni cómo dirigirse a Él, Él también está para ellos. Jesús derramó su sangre por todos. Por muchos, los que acojan esa sangre se salvarán, pero toda la humanidad está invitada.

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