No impidáis a los niños acercarse a mí, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos. Hace pocos días lo escuchábamos también en ese evangelio que nos narra la relación y el amor de Jesús por los niños. ¿Qué tiene un niño? ¿Por qué es tan querido por Cristo? Porque, mirad, el niño es la pura expresión de la novedad y la gratuidad. Un niño es como una esponja que absorbe cariño, y los niños tienen esa cualidad que no tenemos los mayores: la de provocar espontáneamente en las personas buenas la ternura, el cariño, el afán de proteger y cuidar. Eso es preciosísimo.
Efectivamente, es ese modo de ser del niño: un niño que se deja hacer, que mamá le acuesta y él se deja acostar, que mamá le da de comer y él come, que le viste y él se deja vestir. Claro está, siempre habrá algún niño más rebelde. Pero esa es la actitud fundamental del niño, que debería ser también nuestra actitud fundamental hacia los planes de Dios. Nosotros, claro, tenemos que tomar decisiones en la vida. Dios no quiere que seamos como una especie de abúlicos mentales, de pensar "no voy a hacer nada". Pero, a la vez, hay una Providencia y un plan de Dios que no podemos cuestionar. A veces, el plan de Dios pasa por la cruz, por la pobreza, por el abandono, por la soledad, por la decepción. No es que Él lo quiera, pero ahí está. Lo importante es no escaparnos nunca de los brazos del Padre, o, por qué no decirlo así, de los brazos maternos de Dios.
Los niños nunca desconfían de sus padres, incluso cuando los tienen que llevar al médico para ponerles una vacuna. Se retuercen y lloran, pueden no comprender, pero siguen diciendo "mamá, mamá" o "papá, papá" porque saben que es su único recurso. Y por eso, qué bonito es mirar a un niño y preguntarnos: ¿qué tengo yo que aprender de este niño? Sí, porque a veces nos hacemos mayores y convertimos nuestro corazón en algo duro, impermeable, incapaz de aprender cosas nuevas, pensando a todas horas que tenemos que dar criterio y dirigir. Y dices: "No, no. Oye, yo soy el primero que sigue aprendiendo, que sigue creciendo. Soy el primero que lo necesita todo y soy muy dependiente, como los niños. Claro que sí. ¿De qué dependo? Dependo del amor de Dios y dependo también de otras personas, por supuesto que sí." Y eso no me deshonra, todo lo contrario, me recuerda mi identidad: soy un ser humano hecho del barro de la tierra y amado por Dios.
Por eso, miremos a los niños, observémoslos, y preguntémonos: ¿qué tengo yo que aprender de este bebé, de este niño de un año, de este niño de cuatro? ¿Qué tengo que aprender? Porque, seguro, si te paras un poquito y lo meditas, será muy bonito. Y no te olvides: Dios quiere que sigas con un corazón de niño. No te hagas muy mayor por dentro, porque la gente con un corazón endurecido nunca permitirá el paso de Dios a su interior.
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TIEMPO ORDINARIO
SpiritüelEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...