"Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista." Una frase terrible, la verdad, pronunciada por una niña, una jovencita que bailó delante de un rey borracho y que, bueno, pues tanto gustó que él le hizo una promesa: "Lo que quieras te doy". Y efectivamente, pues el rey no supo retractarse de que había metido la pata y, como "r que r soy yo y no puedo desdecirme", cometió una de las tropelías mayores de la historia. ¡Fijaos! Qué impresionante cómo termina la vida de un hombre que había sido el heraldo de Cristo, un hombre que había escuchado la voz de la Trinidad, que había visto al Espíritu Santo descender en forma de paloma sobre Jesús cuando lo bautizó en el Jordán.
Termina en una cárcel de un castillo olvidado, termina pobre, frágil, y su muerte está provocada por la lujuria y la borrachera de un señor. Y dirás: "Pues qué injusto, ¿no?" Bueno, es que ser mártir de Cristo, ser testigo de Cristo, es efectivamente encajar las injusticias aunque caigan sobre nosotros. ¿Cuántas cosas injustas nos han pasado? Muchísimas. ¿Cómo hemos reaccionado ante esas injusticias? Hombre, pues si tenemos la capacidad de resolverlas, por supuesto, intentándolo. Pero cuando vemos que no se pueden resolver las injusticias, llamando las cosas por su nombre, habrá que aceptar que la voluntad de Dios a veces es un plan que Él no desea, que Él no quiere, que Él sufre con nosotros.
Porque yo estoy convencido, y tú también, de que cuando a Jesús le comunicaron que su primo Juan había sido decapitado, sintió una pena y un dolor mucho mayores que cualquiera de nosotros, porque Dios claro que sufre con nuestras injusticias, claro que le duelen nuestros dolores. ¿O es que pensamos que Dios es un ser que no tiene ningún movimiento interior de benevolencia hacia los humanos, que es como una piedra insensible, incapaz de sentir nada?
Por eso, sí, mirad, en la vida veremos muchas injusticias y gente muy buena que lo ha dado todo. Yo pienso en los mayores. Yo conozco a cuánta gente buenísima que se ha entregado a sus hijos hasta el final, y luego al final ni le miran a la cara, y al final incluso solo les interesa ver cuánto va a quedar, cuánto no, quién va a repartir, quién va, quién no va a la residencia, quién le visita, quién no le visita. Cosas horribles, injustas, profundamente injustas.
Bueno, y esta gente, como es tan buena, pues lo acepta y no critica. Y dice: "Bueno, Dios mío, pues esto es lo que me ha tocado; esto te lo ofrezco por ellos, para que se encuentren contigo." Porque cada uno se caracteriza por cómo se sitúa ante las injusticias. ¿Tenemos que resolverlas si podemos? Sí. Pero cuando nos demos cuenta de que son irreversibles, encontremos en ellas un espacio para encontrarnos con Dios, ofrecerlas como lo ofreció Juan el Bautista, y como todos los santos han vivido esas injusticias, para que el misterio del mal nunca nos venza, sino que podamos vencer el misterio del mal a fuerza de unirnos al único bien, que es Cristo crucificado.
ESTÁS LEYENDO
TIEMPO ORDINARIO
SpiritualEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...