LA PARÁBOLA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA: UNA LECCIÓN DE MISERICORDIA Y PURIFICACIÓN

25 0 0
                                    

Maestro, explícanos la parábola. El otro día veíamos cómo Jesús hablaba de la parábola del trigo y la cizaña, ese misterio de la libertad del hombre. Y como los apóstoles en el evangelio de hoy le preguntan: "Señor, ¿qué quiere decir esa parábola? ¿Qué sentido tiene? ¿Cómo es posible que acontezca eso?". Bueno, entonces el Señor les explica sobre el juicio final. Dice que será al final de la vida de cada ser humano cuando realmente serán juzgados. Y lo que sea malo se quemará en el fuego como la cizaña, y lo que sea bueno, la semilla buena del trigo, permanecerá.

Claro, es muy fácil decir que Dios elimine a los malos. Entonces, me tendría que eliminar a mí. ¿Por qué? Porque yo también he hecho cosas que están mal. Yo también he consentido en mi corazón pensamientos de odio, rabia, pereza, ira, envidia, codicia, lujuria, mil cosas. Me tendría que eliminar por eso. No, el Señor espera pacientemente a mi conversión, y en el momento de entrar en la eternidad, si todavía no he sabido quitar esa cizaña, no me tengo que preocupar. Existe esa realidad que es el purgatorio, que es una expresión más de la misericordia divina. En esa dimensión de la purificación, por el fuego del amor, Jesús purificará todo aquello que en nosotros no es real, lo que ha sido pérdida de tiempo, vanidad, soberbia, inútil. Nosotros siempre rezamos por los difuntos, siempre rezamos por las ánimas del purgatorio. Esto es una costumbre que desde el primer instante, de hecho, San Pablo en sus cartas habla de que hay que rezar por los difuntos. Claro que sí, porque creemos que por el mero hecho de morir no quedamos completamente purificados. Nuestra persona puede tener defectos, manías, cosas. No vamos a ser eternamente maniáticos ni eternamente defectuosos, solo el amor purifica.

Por eso, cuando Jesús explica la parábola del trigo y la cizaña, hace referencia a que en el momento del juicio, tanto en el juicio particular como en el juicio final, serán purificados los corazones que han muerto con defectos y debilidades, como morimos casi todos. Nadie se muere completamente santo, bueno, los santos sí, pero dentro de la Iglesia Católica son muchos, aunque no la gran mayoría. Todos morimos con deseos de santidad, pero con defectos y debilidades. A veces, cuando hay personas que dicen "Voy a ser siempre así", digo "A lo mejor sí", pero menos mal que está el purgatorio. No obstante, debemos tener el deseo de no pactar con nuestras debilidades, de no hacer daño a los demás, de vivir en una conversión continua.

Qué bueno es que Jesús nos explique las parábolas. Qué bueno es que sintamos cómo su amor nos va a acompañar ahora y en la eternidad. Qué buena es, en definitiva, la cercanía de Cristo, ese saber que él siempre va a estar para darnos la luz suficiente y, por supuesto, la fuerza para continuar en el camino de la vida.

TIEMPO ORDINARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora