LA VERDADERA HUMILDAD Y SERVICIO SEGÚN EL APÓSTOL SANTIAGO

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Mi cáliz lo beberéis. Qué bonito cuando celebramos la solemnidad de este santo. Es la solemnidad del apóstol Santiago, puesto que es patrono de España. Ver que aquellos que Jesús nos propone como modelos no son perfectos. No tenemos que mirar porque todo lo hacían muy bien, simplemente les contemplamos primero porque supieron estar cerca de Cristo con sus cobardías, con sus debilidades y, segundo, porque Dios confió en ellos y esa confianza que Dios tuvo en ellos dio mucho fruto.

La escena del evangelio es que Santiago y Juan se acercan a Jesús: "Queremos reinar, queremos poder, queremos protagonismo, queremos estar cuando tú reines, uno a tu derecha y otro a tu izquierda." Claro, Jesús dice: "No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?" Claro, es lo que os pido para estar conmigo: o estáis en la cruz o no podéis estar. Y ellos dicen: "Sí, sí, sí," sin saber lo que decían. Y Jesús les anuncia: "Sí, mi cáliz lo beberéis. Estar sentado a mi derecha o a mi izquierda no lo decido yo, lo decidirá el Padre celestial." En el sentido de que con vuestra correspondencia a la gracia, por supuesto.

Qué curioso, porque los demás se enfadan, los demás dicen: "Oye, ¿estos por qué tienen que ser más que nosotros? ¿Por qué tienen que estar más cerca?" Una de las cosas que más daño hace a la convivencia es el afán de protagonismo. Una de las cosas que más daño hace a la convivencia humana es la soberbia: "Yo sé más, yo tengo razón, yo no puedo admitir que otra persona imponga o proponga." Y de hecho, esto sucede en la vida pública muchas veces, en las confrontaciones políticas, en la vida profesional cuando un médico cree que su método es mejor que el otro, o en la vida familiar cuando una se cree que hace más cosas que la otra en la casa. Y al final, efectivamente, esos protagonismos y esas soberbias nos llevan a chocar.

En eso, la humildad de Cristo es impresionante. Jesús dice al final de este discurso: "El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida por todos. Yo no he venido para que me hagáis la ola, no he venido para estar en un trono y que todos me sirvan. He venido para serviros porque para un cristiano lo más grande que puede hacer es servir a los demás."

Pues en esta fiesta tan bonita del apóstol Santiago, el apóstol peregrino, el apóstol que nos guía hacia el cielo, que nos hace de servidor también porque él, el Señor, le encomienda esa misericordia, ese patronazgo a todos aquellos que peregrinamos en la vida hacia un santuario que no es Santiago de Compostela, sino el santuario de la vida eterna. Él se hace compañero del camino y nos sirve a todos. Que nosotros deseemos servir, que deseemos ser para los demás, que sepamos ponernos a disposición de aquellos, sobre todo de los más débiles, de los más indefensos, de los que más dependen de nosotros. No servirnos de los demás como escalones para crecer, sino servir a los demás. Y por eso Jesús les dice: "Yo he venido a servir, no a ser servido." Esta es la gran lección que nos da el apóstol a todos: que si realmente caminamos hacia el cielo, nuestro camino o es un camino de servicio o estamos equivocados. No estamos caminando al cielo, estamos caminando hacia la nada.

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