La relación entre Yara y Alexia empezó a cambiar después de ese encuentro en el gimnasio. No fue un cambio drástico, pero era perceptible en las pequeñas cosas: un saludo más cálido, una sonrisa ocasional, o una breve conversación antes del entrenamiento. Yara empezó a notar que Alexia ya no evitaba estar cerca de ella; de hecho, parecía buscar su compañía de vez en cuando.
Un día, después de un partido amistoso en el que Yara había destacado, Alexia se acercó a felicitarla personalmente.
—Buen trabajo hoy. Estuviste increíble en el campo —dijo Alexia, mirándola a los ojos con sinceridad.
Yara sintió un calor en el pecho, una sensación que la invadió por completo.
—Gracias. Pero fue un esfuerzo de equipo. Todas jugamos bien —respondió Yara, tratando de ocultar lo que realmente sentía.
Alexia asintió, pero no se fue. Parecía que quería decir algo más, pero estaba dudando.
—¿Qué pasa? —preguntó Yara, curiosa.
Alexia miró alrededor, asegurándose de que nadie más estuviera cerca.
—Yara, yo… —Alexia comenzó, pero de repente se detuvo—. Olvídalo. Solo quería que supieras que eres una gran incorporación para el equipo.
Yara sintió una mezcla de desilusión y esperanza. Sabía que había algo más detrás de las palabras de Alexia, algo que aún no estaba lista para compartir. Pero esa incertidumbre, esa tensión no resuelta, también la mantenía expectante, esperando el momento en que Alexia finalmente se abriera por completo.
Alexia se alejó de Yara sintiendo una frustración que no podía sacudirse. Estaba tan cerca de decirle lo que realmente sentía, pero algo la había detenido. El miedo, tal vez. Miedo de que si admitía lo que estaba pasando dentro de ella, las cosas cambiarían para siempre.
Mientras caminaba hacia su habitación, Alexia no podía dejar de pensar en la sonrisa de Yara, en cómo su presencia parecía llenar cualquier espacio en el que se encontrara. Era tan distinta a todo lo que Alexia había conocido antes, y eso la asustaba tanto como la atraía.
Mapi tenía razón: estaba pillada por Yara, y no había vuelta atrás.
Después del partido amistoso, Yara volvió a la habitación que compartía con Ona y allí estaba Mapi también. Las tres se llevaban de maravilla, y esa noche, mientras se acomodaban para descansar, empezaron a hablar sobre los cambios en el equipo, en particular sobre la actitud de Alexia.
—¿Te has dado cuenta de que Alexia ya no es tan distante contigo? —preguntó Mapi mientras se echaba en la cama, mirando el techo.
—Sí —respondió Yara—. Aunque sigue habiendo cierta tensión. Es como si hubiera algo que ninguna de las dos se atreviera a decir.
—Es normal, Alexia siempre ha sido reservada, pero se nota que contigo es diferente —añadió Ona, sonriendo mientras se recostaba en su almohada—. No te preocupes, con el tiempo todo se aclarará.
En ese momento, se empezaron a escuchar risas y voces en el pasillo. Las chicas se miraron con curiosidad, preguntándose qué estaba pasando. La puerta de su habitación se abrió de repente, y varias jugadoras del equipo, incluida Alexia, entraron riendo.
—¡Es hora de hacer la noche más interesante! —anunció Jenni, sosteniendo una botella vacía en la mano—. Vamos a jugar a verdad o reto, chicas.
Las tres compañeras de habitación se rieron y se sentaron en círculo con las demás. La botella empezó a girar, y pronto el juego estaba en marcha. Durante las primeras rondas, todas escogían “verdad”, compartiendo confesiones que iban desde lo mundano hasta lo divertido.
—¿Verdad o reto, Patri? —preguntó Mariona, riendo mientras la botella apuntaba a Patri Guijarro.
—Verdad —respondió Patri, sonriendo con picardía.
—¿Quién es tu crush famoso? —preguntó Mariona.
Patri se sonrojó un poco antes de responder, provocando las risas del grupo.
La botella siguió girando y algunas más eligieron “verdad”, compartiendo historias de infancia, confesiones de gustos ocultos o secretos sin importancia.
Cuando llegó el turno de Yara, la botella giró lentamente antes de detenerse frente a ella. Sintiendo el impulso de hacer algo diferente, Yara miró a sus compañeras y, con una sonrisa desafiante, eligió “reto”.
—¡Vamos! —exclamó Jenni, emocionada—. Veamos qué te toca.
Mapi, con una sonrisa traviesa, pensó un momento antes de proponer el reto.
—Tienes que mirar fijamente a la persona que señale la botella, quien aparte la vista primero pierde. Pero ojo, vale hacer lo que sea para distraerla.
Yara sintió un escalofrío de anticipación mientras la botella giraba. Cuando finalmente se detuvo, el destino quiso que apuntara directamente a Alexia. El ambiente en la habitación cambió sutilmente, volviéndose más cargado, aunque nadie lo comentó en voz alta. Ambas se pusieron de pie, acercándose una a la otra mientras el resto del equipo las observaba con atención.
Mientras Yara se acercaba, Alexia notó cómo su corazón empezaba a latir más rápido. Había algo en su cercanía que la desarmaba, algo que le costaba controlar. Se plantó firme, decidida a no perder el reto, aunque la sola idea de tener a Yara tan cerca la ponía nerviosa.
Cuando el reto empezó, ambas se miraron fijamente a los ojos, desafiándose en silencio. Los segundos se convirtieron en minutos, y la tensión creció entre ellas. A pesar de lo que ocurría a su alrededor, todo se desvaneció para Alexia. Solo existía Yara y esos ojos que parecían atravesar sus defensas.
De repente, Yara hizo un gesto suave pero inesperado: colocó una mano en la cintura de Alexia y empezó a hacerle caricias ligeras. El contacto fue tan sutil, pero tan efectivo, que Alexia sintió cómo sus defensas se desmoronaban. Por más que intentó mantener la mirada, no pudo evitar desviar los ojos hacia el lugar donde Yara la tocaba. Había perdido el reto.
—¡Alexia perdió! —gritó Mariona, riendo, mientras las demás aplaudían y hacían comentarios bromistas.
Yara se sintió triunfante por un momento, pero al ver la expresión en el rostro de Alexia, una mezcla de sorpresa y algo más que no podía descifrar, empezó a cuestionarse si había cruzado alguna línea. Sin embargo, antes de que pudiera disculparse o decir algo, la botella giró nuevamente.
Esta vez le tocó a Ona, quien, siempre valiente, eligió “reto”. El desafío consistía en darle un pico a la persona que señalase la ruleta aleatoria que giraban desde un móvil. Cuando el nombre de Yara apareció en la pantalla, ambas se miraron y se acercaron sin pensarlo demasiado.
Lo que comenzó como un simple pico se fue intensificando de manera inesperada. La habitación se llenó de gritos y risas, pero Alexia observó la escena con un nudo en el estómago. Sintió una punzada de celos que no esperaba, un dolor que no pudo ignorar.
—Creo que ya es suficiente por hoy, chicas. Estoy cansada, me voy a la cama —dijo Alexia de repente, levantándose y dirigiéndose hacia la puerta.
—¡Eh, pero si apenas estamos empezando! —protestó Jenni, pero Alexia solo sonrió con cortesía y salió de la habitación.
Yara se quedó mirándola irse, sintiendo una confusión que no podía sacudirse.
El juego continuó por un rato más, pero la mente de Yara estaba en otro lugar. Después de unos cuantos turnos más de “verdad o reto”, todas empezaron a irse a sus habitaciones, con la energía de la noche disipándose finalmente.
En la habitación, Yara se acomodó en su cama, pero no podía dejar de pensar en la expresión en el rostro de Alexia cuando se fue. Había algo en esos ojos que no podía dejar de lado, una mezcla de emociones que la dejó inquieta.
—Ona, ¿estás despierta? —susurró Yara, pero solo recibió un leve ronquido en respuesta.
Decidió que no podía esperar hasta el día siguiente. Necesitaba hablar con Alexia para aclarar las cosas, no quería que malinterpretara lo ocurrido durante el juego. Se levantó con cuidado y salió de la habitación, el pasillo ya estaba en silencio. Al llegar frente a la puerta de Alexia, Yara sintió una oleada de nervios, pero respiró hondo y golpeó suavemente.
Después de un momento, la puerta se abrió, y Alexia apareció, sorprendida de verla allí a esas horas.
—Yara, ¿pasa algo? —preguntó Alexia, con una mezcla de confusión y curiosidad.
—Perdona por venir tan tarde, pero quería hablar contigo un momento… sobre lo que pasó en el juego —dijo Yara, sintiendo que las palabras se le atoraban en la garganta.
Alexia frunció ligeramente el ceño, pero luego sonrió y asintió, dejándola entrar.
—Claro, dime, ¿qué pasa? —preguntó Alexia, cerrando la puerta detrás de ellas.
Yara empezó a explicar, sintiendo que las palabras se atropellaban en su mente.
—No quería incomodarte o hacerte sentir mal con lo del reto. Solo seguí el juego, pero no fue mi intención cruzar ninguna línea. No quería que pensaras que estaba intentando… no sé, algo raro.
Alexia la observó en silencio por un momento, y luego, con una sonrisa comprensiva, respondió:
—No te preocupes, Yara. Está bien. Entiendo que era parte del juego, y no me sentí incómoda, en serio. Además, fue un buen reto… casi me ganas —dijo, intentando aligerar el ambiente con una broma.
La sinceridad en la voz de Alexia calmó a Yara, quien finalmente sonrió aliviada.
—Gracias. No quería que hubiera malentendidos entre nosotras.
—Todo está bien, en serio —aseguró Alexia, ahora más relajada.
Las dos se quedaron hablando un rato más, conversando sobre el equipo, los entrenamientos y algunas historias divertidas que habían vivido en la selección. Poco a poco, la tensión entre ellas se disipó, dejando paso a una conversación más cómoda y natural. Aunque ninguna de las dos lo dijo en voz alta, ambas sintieron que algo entre ellas había cambiado esa noche.
Finalmente, Yara se despidió y volvió a su habitación. Mientras se acomodaba en su cama, se dio cuenta de que el corazón aún le latía con fuerza, pero no de nerviosismo, sino de algo mucho más emocionante y aterrador a la vez. Había algo en Alexia que no podía dejar de lado, algo que la atraía cada vez más.
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𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔
РазноеYara, una jugadora de fútbol poco conocida, se une a la selección española, deseando conocer a sus mayores inspiraciones, pero encuentra a Alexia Putellas muy distante con ella. A medida que Yara busca su lugar en el equipo, descubre que la frialda...