Los días siguientes al paseo nocturno fueron diferentes. La relación entre Alexia y Yara había cambiado, y aunque ambas intentaban mantener cierta discreción, sus compañeras no tardaron en notar las nuevas dinámicas.
En el campo de entrenamiento, Yara y Alexia estaban más juntas que nunca. No era inusual verlas hablar durante los ejercicios o reír juntas en los momentos de descanso. Las miradas cómplices y las sonrisas que se dedicaban eran difíciles de ignorar, incluso para aquellas que no estaban particularmente atentas a los asuntos ajenos.
En uno de esos días soleados, mientras el equipo se tomaba un pequeño descanso, Yara decidió aprovechar la oportunidad para jugarle una pequeña broma a Alexia. Se acercó sigilosamente a ella mientras estaba distraída, hablando con Irene Paredes sobre las estrategias del próximo partido, pero Irene le hizo una señal a Yara sin que Alexia supiera que era el momento. Con una sonrisa traviesa, Yara cogió una botella de agua y, sin que Alexia lo notara, le tiró agua fría por la espalda.
—¡Ah! —exclamó Alexia, dando un respingo al sentir el agua helada en su piel.
Se giró rápidamente para ver a Yara retrocediendo con una sonrisa traviesa y ojos brillantes de diversión.
—¡Vas a pagarlo caro! —gritó Alexia, fingiendo estar enfadada mientras empezaba a perseguirla.
Yara soltó una carcajada y echó a correr, pero no había escapatoria en un campo de fútbol. Alexia la alcanzó rápidamente, y en un movimiento ágil, la levantó como si fuera un saco de patatas, cargándola sobre su hombro. Ninguna de las dos podía dejar de reírse.
—¡Suéltame! ¡No puedes llevarme así! —protestaba Yara, riendo y golpeando suavemente la espalda de Alexia.
—Lo siento, pero ahora eres mi prisionera —respondió Alexia, mientras seguía riendo, sin intención alguna de soltarla.
A lo lejos, Mapi, Ona, Mariona y Jenni observaban la escena con evidente interés. Todas habían notado los cambios en la relación entre Alexia y Yara, y este momento no hacía más que confirmar sus sospechas.
—¿Os habéis dado cuenta de lo unidas que están últimamente? —comentó Mariona, cruzando los brazos con una sonrisa divertida.
—Totalmente —asintió Jenni—. Es como si no pudieran estar lejos la una de la otra.
—Desde que pasaron aquella noche en el parque, las cosas han cambiado mucho —añadió Ona, recordando cómo había visto a Alexia y Yara volver juntas, abrazadas y con sonrisas que delataban más de lo que querían.
Mapi, que siempre había tenido un instinto agudo para estas cosas, intervino.
—Lo sabía. Lo supe desde el primer día que Yara llegó. Había algo entre ellas, pero era solo cuestión de tiempo para que lo admitieran. Aunque, claro, no nos han dicho nada explícito.
—¿Creéis que ya han hablado de lo que sienten? —preguntó Mariona, más interesada que nunca.
—Yo diría que sí —respondió Jenni—. Esa complicidad no aparece de la noche a la mañana.
—Además, miradlas —dijo Ona, señalando cómo Alexia finalmente dejaba a Yara en el suelo, ambas todavía riendo como si fueran las únicas personas en el mundo—. Eso no es solo amistad, hay algo más profundo.
Mapi asintió, su sonrisa llena de satisfacción.
—Bueno, al menos sabemos que están felices. Sea lo que sea que haya entre ellas, parece que están en un buen lugar.
—Y eso es lo importante —concluyó Mariona—. Aunque me muero por saber qué es lo que realmente está pasando.
—Supongo que lo descubriremos tarde o temprano —dijo Jenni con un guiño—. Pero por ahora, creo que debemos dejarlas disfrutar de lo que sea que tienen.
Todas asintieron, aceptando que era mejor no presionar ni indagar demasiado. Pero, aun así, no podían evitar observar con curiosidad cada pequeño gesto, cada sonrisa, cada mirada que compartían Alexia y Yara, tratando de juntar las piezas de lo que claramente era una historia en desarrollo.
Mientras tanto, Alexia y Yara, ajenas a las conversaciones de sus compañeras, continuaron disfrutando de su tiempo juntas. Había una nueva ligereza en sus interacciones, una comodidad que no existía antes, como si finalmente hubieran encontrado su ritmo. Aunque todavía no sabían hacia dónde se dirigían, estaban dispuestas a descubrirlo juntas, sin prisas ni presiones.
El entrenamiento continuó, y aunque las bromas y las risas fueron reemplazadas por la concentración en los ejercicios, la conexión entre Alexia y Yara no pasó desapercibida. Era evidente que algo estaba floreciendo entre ellas, algo que no se podía ocultar, aunque ninguna de las dos estuviera lista para darle un nombre.

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𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔
De TodoYara, una jugadora de fútbol poco conocida, se une a la selección española, deseando conocer a sus mayores inspiraciones, pero encuentra a Alexia Putellas muy distante con ella. A medida que Yara busca su lugar en el equipo, descubre que la frialda...