Capitulo 29

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Yara llevaba semanas en Asturias, cerrando su etapa con el equipo local y despidiéndose de todo lo que había sido su hogar. Aunque amaba la tranquilidad que le ofrecían las montañas y las playas de Gijón, su mente estaba en Barcelona, donde un nuevo capítulo de su vida estaba a punto de comenzar. Pero lo que más ansiaba era estar cerca de Alexia.

La noche antes de su partida, Yara se despidió de sus amigos en un pequeño bar. Había risas, abrazos y algún que otro consejo para su nueva etapa.

—Recuerda que Barcelona no es Gijón. Allí el fútbol es una religión —le dijo uno de sus amigos con una sonrisa.

—Lo sé, y estoy lista —respondió Yara con determinación, aunque una parte de ella estaba llena de nervios.

De vuelta en su apartamento, mientras hacía las maletas, su teléfono vibró con un mensaje. Era de Alexia.

—¿Lista para mañana? Aquí te espera una sorpresa —decía el mensaje acompañado de una foto de la Sagrada Familia iluminada bajo la luna.

Yara sonrió, sintiendo un calor que le llenaba el pecho.

—No puedo esperar para verte —respondió, sintiendo la emoción crecer en su interior.

El día del viaje, Yara apenas pudo dormir. Se levantó temprano, su madre la acompañó al aeropuerto, y aunque intentaba parecer tranquila, su emoción era palpable. Después de un abrazo prolongado con su madre en el aeropuerto de Asturias, Yara se dirigió al control de seguridad, con el corazón acelerado.

El vuelo de Asturias a Barcelona fue breve, pero para Yara, cada minuto se sentía como una eternidad. Cuando el avión finalmente tocó tierra en el Aeropuerto de El Prat, su corazón comenzó a latir más rápido. Respiró hondo, recogió su maleta y se dirigió hacia la salida. Mientras se acercaba a la zona de llegadas, buscó ansiosa entre la multitud.

Y allí estaba. Alexia, de pie entre la gente, con una rosa roja en la mano y una sonrisa que hacía que todo su nerviosismo se esfumara. Yara soltó su maleta sin pensarlo y corrió hacia ella. Cuando sus cuerpos se encontraron en un abrazo, todo el tiempo que habían pasado separadas desapareció, y lo único que existía era el calor y el confort de estar nuevamente juntas.

—Te eché tanto de menos—susurró Alexia con voz temblorosa, mientras enterraba su rostro en el cuello de Yara.

—Yo también —respondió Yara, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir. Pero eran lágrimas de felicidad, de alivio, de amor.

Alexia, aún con el abrazo, se inclinó para besarla, pero Yara se detuvo suavemente.

—Espera, Ale —susurró, acercándose a su oído—. Este no es el lugar adecuado.

Alexia se echó a reír suavemente, comprendiendo la situación.

—Tienes razón —dijo, pero no pudo evitar besar la mejilla de Yara antes de volver a abrazarla con fuerza—. Ven, vamos. Tengo una sorpresa para ti.

Recogieron la maleta que había quedado abandonada en medio del vestíbulo y se dirigieron hacia el coche de Alexia. El trayecto en coche estuvo lleno de risas y pequeñas conversaciones sobre el vuelo, Asturias y cómo sería esta nueva etapa en Barcelona.

—¿Estás nerviosa por empezar en el Barça? —preguntó Alexia mientras se detenían en un semáforo.

—Un poco —admitió Yara—. Pero sobre todo, estoy emocionada. Es un gran paso en mi carrera, y me encanta la idea de que podamos estar cerca.

—Va a ser increíble —respondió Alexia con una sonrisa—. Además, tengo un plan para que te sientas como en casa desde el primer día.

Yara la miró con curiosidad, pero Alexia no soltó más pistas. Después de unos veinte minutos de trayecto, Alexia giró por una calle estrecha y se detuvo frente a un pequeño edificio de apartamentos.

—¿Hemos llegado? —preguntó Yara, desconcertada.

Alexia asintió, con una sonrisa misteriosa.

—Sí, ven, te lo enseñaré.

Subieron en el ascensor hasta el tercer piso, y Alexia sacó una llave de su bolsillo antes de abrir la puerta de un apartamento.

—Este es tu nueva casa —anunció con una sonrisa mientras la invitaba a entrar.

El apartamento era pequeño pero acogedor, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol. En la mesa del comedor había una botella de vino tinto y dos copas, junto con una nota que simplemente decía: “Bienvenida a Barcelona”.

—¿Esto es para mí? —preguntó Yara, asombrada.

—Sí —respondió Alexia, acercándose a ella—. Sé que empezar en una nueva ciudad puede ser abrumador, así que pensé que te sentirías mejor si tuvieses un lugar acogedor desde el principio. Un lugar que podamos compartir.

Yara sintió que las lágrimas llenaban sus ojos, pero esta vez no las contuvo.

—Es perfecto. Todo esto es perfecto. No sé cómo agradecerte.

Alexia la miró con ternura y, sin decir nada más, tomó su rostro entre sus manos y la besó. Fue un beso suave, lleno de amor, y cargado de promesas para el futuro. Cuando se separaron, ambas sonrieron, sabiendo que este era solo el comienzo de una nueva etapa, una que compartirían juntas en la ciudad que ahora se convertiría en su hogar.

—Bueno —dijo Alexia finalmente, con una sonrisa traviesa—. ¿Abrimos ese vino para celebrarlo?

—Definitivamente —respondió Yara, riendo—. Por nosotras y por todo lo que viene.

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Pues ya llegó el momento en el que van a compartir tanto juntas pero, ¿creéis que va a salir todo bien? ¿Alguna complicación?  

Muchas gracias por todo el apoyo de verdad 🥰

𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora