Capítulo 3

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A medida que pasaban los días, Yara se iba sintiendo cada vez más cómoda en el equipo, gracias en gran parte al apoyo constante de Mapi y Ona. Sin embargo, la relación con Alexia seguía siendo tensa y distante, lo cual empezaba a preocupar a Yara. No entendía por qué Alexia, que era tan abierta y amable con las demás, se mostraba tan fría con ella.

Un día, después de un entrenamiento matutino, Yara y Ona estaban estirando en el gimnasio. Ambas reían y bromeaban, disfrutando del momento de relajación después del esfuerzo. Mientras estiraban, Alexia entró en el gimnasio y se detuvo al verlas juntas. Su mirada se oscureció por un instante, pero rápidamente se recompuso, fingiendo indiferencia.

Alexia
Cuando entré al gimnasio y vi a Yara y Ona juntas, una punzada de celos atravesó mi pecho. No era una sensación a la que estuviera acostumbrada, y no me gustaba en absoluto. Me quedé paralizada por un momento, observando cómo ambas reían y bromeaban, como si estuvieran en su propio mundo.

“¿Por qué me afecta tanto?” se preguntó Alexia, molesta consigo misma. Ona y Yara eran amigas, eso era todo. Pero en su mente, no podía evitar imaginarse lo que podrían estar diciendo

No tenía sentido, pero ahí estaba: una punzada de celos que no podía negar. La sonrisa de Yara, tan relajada y natural, contrastaba con la actitud reservada que siempre había mantenido la nueva jugadora. Por un segundo, quiso acercarse, intervenir en la conversación de alguna manera, pero algo la detuvo.

Alexia se recompuso rápidamente, forzando su rostro a la indiferencia. Sabía que Mapi la estaba observando desde el otro lado del gimnasio, y la última cosa que quería era dar la impresión de que algo estaba mal. Tomó un profundo respiro y caminó hacia el otro extremo del gimnasio, pretendiendo que no había visto nada, aunque las imágenes seguían girando en su mente.

“¿Por qué no puedo simplemente ignorarlo?”, pensó mientras comenzaba su rutina. Cada risa, cada gesto entre Yara y Ona parecía golpearla más fuerte, y Alexia no entendía de dónde venía ese sentimiento de pérdida, como si se estuviera quedando fuera de algo que ni siquiera sabía que quería.


Yara estaba disfrutando el tiempo con Ona, agradecida de tener una amiga que la ayudara a sentirse parte del equipo. Después de los entrenamientos intensos, estos momentos de relajación y risas eran lo que necesitaba para aliviar la tensión acumulada. Ona era fácil de hablar, y rápidamente se habían hecho buenas amigas.

—De verdad, me alegra que estés aquí —dijo Ona mientras se estiraba, mirándola con una sonrisa—. Se nota que tienes talento, Yara. Además, eres una buena compañera.

—Gracias, Ona. Me siento mucho más cómoda gracias a ti y a Mapi. Habéis sido increíbles conmigo —respondió Yara, devolviéndole la sonrisa.

Pero cuando levantó la mirada, notó a Alexia entrando al gimnasio. Por un segundo, se encontró con los ojos de la capitana, que la miraba fijamente. Algo en la expresión de Alexia, un destello en su mirada, la desconcertó. Sin embargo, antes de que pudiera interpretar lo que vio,  apartó la mirada y siguió su camino.

Yara se quedó pensativa, la sonrisa desvaneciéndose ligeramente de su rostro. Aún no entendía del todo la actitud de Alexia hacia ella. Había momentos en los que parecía que intentaba acercarse, como el otro día en el vestuario, pero luego volvía a su actitud fría y distante. Y ahora, esa mirada… ¿había visto frustración? ¿O tal vez algo más?

—¿Todo bien? —preguntó Ona, notando su distracción.

—Sí, claro —respondió Yara, aunque no podía sacarse a Alexia de la cabeza—. Es solo que… a veces me siento un poco fuera de lugar.

—Es normal, Yara. Apenas llevas aquí unos días. Pero créeme, todas hemos pasado por eso. Incluso Alexia, aunque ahora parezca inalcanzable —dijo Ona con una risa suave.

Yara asintió, pero las palabras de Ona no lograron disipar la inquietud que había empezado a formarse en su pecho.

Mapi
Mapi observó toda la escena desde su lugar en el gimnasio, sus ojos moviéndose entre Alexia, Yara, y Ona. No le pasó desapercibido el cambio en la expresión de Alexia cuando entró al gimnasio, ni la forma en que había tensado los labios al ver a Yara y Ona juntas. Mapi conocía bien a Alexia, y podía leer en su lenguaje corporal lo que la capitana intentaba ocultar incluso de sí misma.

Se dirigió hacia Alexia después de que esta comenzó su rutina, decidida a abordar el tema que llevaba días rondando en su cabeza.

—Oye, ¿qué te pasa? Estás un poco rara—le preguntó Mapi, lanzando una mirada de complicidad.

—¿Rara? ¿A qué te refieres? —respondió Alexia, con un tono que intentaba sonar despreocupado, pero que no logró engañar a Mapi.

—No me engañas, Alexia. Te conozco demasiado bien, y sé que algo te molesta. ¿Es por Yara? —dijo Mapi, mirándola con intensidad.

Alexia frunció el ceño, su mirada fija en el suelo por un momento, antes de levantarla para encontrarse con los ojos de Mapi.

—No lo sé, Mapi… Es complicado. Cada vez que la veo, siento… no sé, una especie de tensión. Y cuando la veo con Ona, no puedo evitar sentirme… rara.

Mapi la estudió durante un largo momento antes de soltar una risa suave.

—Es más que eso, ¿verdad? Te estás pillando de ella.

Alexia abrió la boca para protestar, pero las palabras no salieron. Se quedó en silencio, enfrentando la verdad que había intentado evitar desde que Yara llegó.

—Alexia, tienes que dejar de resistirte. No te va a hacer bien. Yara es una buena chica. No pierdas la oportunidad por miedo o por lo que sea que te está frenando —le aconsejó Mapi, con suavidad pero firmeza.

—Es que no estoy segura de lo que siento… y no quiero complicar las cosas —respondió Alexia, suspirando.

—Lo que vas a complicar es tu vida si sigues así. No seas tan dura contigo misma ni con Yara. Si te gusta, acércate a ella, conócela mejor, sin prejuicios —dijo Mapi, dándole una caricia suave en el hombro.

Alexia asintió, aunque aún no estaba del todo convencida. La imagen de Yara y Ona juntas no dejaba de rondarle la cabeza, llenándola de una mezcla de celos y confusión.


Más tarde, ese mismo día, Yara no pudo evitar pensar en la mirada que Alexia le había dirigido en el gimnasio. Algo en esa mirada la había dejado intranquila, y ahora, mientras se duchaba y trataba de relajarse, su mente seguía girando en torno a la capitana.

“¿Por qué me mira así?”, se preguntó, mientras el agua caliente caía sobre su cuerpo. Había algo en la actitud de Alexia que la atraía, pero también la desconcertaba. La mezcla de frialdad y esos momentos breves de amabilidad la mantenían en un estado constante de incertidumbre.

Finalmente, decidió que tenía que hablar con Ona sobre esto. Necesitaba saber si Alexia era así con todo el mundo o si había algo más que no estaba viendo.

𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora