Yara levantó la cabeza y miró a Alexia, sus ojos ya no reflejaban solo tristeza, sino una frialdad que Alexia no había visto antes. Con una voz controlada y distante, Yara dijo:
—Alexia, sé que quieres explicarte, pero la verdad es que no quiero escuchar nada ahora. Estoy muy dolida y prefiero no decir algo de lo que luego me arrepienta. Creo que lo mejor es que me dejes sola.
Se levantó del sofá con una calma casi inquietante. Caminó hacia Ona, que la observaba con una mezcla de preocupación y tristeza. Sin decir una palabra, Yara la abrazó, apoyando su cabeza brevemente en el hombro de Ona. Luego, le dio un beso en la frente, un gesto de afecto y despedida.
—Buenas noches, Ona. —dijo Yara suavemente, antes de dirigirse hacia la habitación sin siquiera mirar a Alexia.
Alexia, sentada en el sofá, sintió un frío en su interior al ver cómo Yara se alejaba de ella sin una última mirada, sin una palabra de consuelo. Todo lo que quedó fue el silencio en la sala.
Ona, después de ver a Yara desaparecer en la habitación, se acercó a Alexia y se sentó a su lado. Posó una mano en su hombro, tratando de ofrecerle algún consuelo.
—Alexia, dime qué pasó realmente. Quizás si entiendo ambas partes, pueda hablar con Yara mañana y ayudarla a ver las cosas desde otra perspectiva. —dijo Ona con una voz serena.
Alexia, con lágrimas que apenas podía contener, empezó a contarle todo a Ona: el encuentro inesperado con Olga, su confesión y, finalmente, el beso que había destruido la confianza de Yara. A medida que hablaba, la culpa la inundaba.
—Ona, no quiero perderla. Es la única persona que me hace feliz cuando estoy en mi peor momento. Quiero pasar el resto de mi vida con ella, pero siento que lo he arruinado todo. —concluyó Alexia con la voz rota.
Ona la escuchó atentamente, su expresión reflejando una profunda empatía.
—Será difícil, pero si Yara siente lo mismo por ti, tal vez podáis encontrar una forma de arreglar esto. Mañana hablaré con ella e intentaré que entienda lo que ha pasado. —respondió Ona.
Alexia asintió, aunque el dolor en su pecho seguía presente. Sabía que el camino para recuperar la confianza de Yara sería largo y complicado, pero estaba dispuesta a hacer lo necesario para no perderla.
Yara
Yara empezó a preocuparse cuando se dio cuenta de que Alexia estaba tardando demasiado en volver del baño. Al principio, trató de ignorar la sensación, convenciéndose de que Alexia solo estaba tomándose un momento para respirar, pero la ansiedad fue creciendo con cada minuto que pasaba. No podía evitar pensar que algo estaba mal. Finalmente, decidió ir a buscarla, esperando que fuera solo su imaginación jugando con sus miedos.
Atravesó la pista de baile, esquivando a la multitud que disfrutaba de la música y las luces intermitentes. Pero Yara ya no podía disfrutar de nada de eso. Su corazón latía con fuerza mientras su mente jugaba con todos los escenarios posibles. Cuando llegó al baño, abrió la puerta con cautela, esperando encontrar a Alexia sola, quizás arreglándose el maquillaje o tomando un momento de respiro.
Lo que vio la dejó completamente helada.
Allí, frente a ella, estaban Alexia y Olga, con un beso que no dejaba lugar a dudas. Yara sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies, como si de repente todo lo que pensaba que era seguro y verdadero se evaporara en un instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a dejar escapar un solo sollozo. No podía soportar ser testigo de esa traición un segundo más, así que dio media vuelta y salió del baño lo más rápido que pudo, con las lágrimas corriendo por su rostro.
De vuelta en la pista, encontró a Ona bailando despreocupada. Con la voz rota, trató de mantener la compostura mientras se acercaba a su amiga.
—Ona… ¿podemos irnos? —preguntó, su voz apenas audible por el dolor y la desesperación que sentía—. Por favor, quiero irme contigo. No puedo quedarme aquí.
Ona, al ver el estado de Yara, detuvo todo de inmediato. La preocupación se reflejaba en su rostro mientras asimilaba la urgencia en la voz de su amiga.
—Claro, Yara, vamos. No tienes que explicar nada ahora si no quieres. Vamos a mi casa y allí hablamos, ¿de acuerdo? —dijo Ona, poniendo un brazo alrededor de Yara, ofreciéndole el consuelo que tanto necesitaba.
Salieron del club rápidamente, dejando atrás las luces brillantes y la música ensordecedora. En el coche, el silencio se hizo palpable, roto solo por el sonido ocasional de Yara sorbiendo por la nariz para contener el llanto. Ona la miraba de reojo, sin querer presionarla, pero a la vez preocupada por el dolor evidente en su amiga.
Finalmente, mientras las luces de la ciudad pasaban por la ventana, Yara no pudo contenerlo más.
—Ona… —comenzó, su voz temblando—. Vi a Alexia besándose con Olga en el baño. No puedo creer que lo haya hecho. Pensé… pensé que las cosas entre nosotras iban bien. —El dolor en sus palabras era tan palpable que Ona sintió un nudo en el estómago.
Ona mantuvo una mano en el volante mientras giraba un poco su cuerpo para mirar a Yara con más atención.
—Yara, lo siento mucho. No puedo imaginar cómo te sientes ahora mismo, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, ¿de acuerdo? —dijo Ona, su voz llena de compasión—. Y, por supuesto, puedes quedarte en mi casa esta noche. Todo el tiempo que necesites, sin problema.
Yara asintió, sintiéndose un poco aliviada por la comprensión de Ona, aunque el dolor seguía latiendo fuerte en su pecho. Llegaron a casa de Ona, y una vez dentro, Ona la llevó al sofá del salón, encendiendo una lámpara para crear un ambiente más cálido y reconfortante.
—¿Quieres hablar de lo que pasó? —preguntó Ona suavemente, mientras se sentaba junto a Yara—. No tienes que hacerlo si no estás lista, pero a veces compartirlo ayuda a sentirte un poco mejor.
Yara dudó por un momento. No quería revivir lo que acababa de ver, pero a la vez, sentía la necesidad de desahogarse, de compartir su dolor con alguien de confianza.
—Vi cómo se besaban, Ona… No fue un malentendido, no fue accidental. Se besaban como si… como si significara algo. —Su voz se quebró al pronunciar las últimas palabras—. ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Por qué? Todo parecía ir bien entre nosotras, y de repente…
Ona se acercó un poco más, ofreciendo su apoyo en silencio mientras Yara se desahogaba. No había respuestas fáciles para las preguntas de Yara, y Ona lo sabía.
—No puedo imaginar lo que estás sintiendo ahora, Yara, pero a veces, las cosas no son lo que parecen. Puede que haya una explicación, aunque sé que en este momento lo último que quieres es escuchar excusas. —Ona trató de elegir sus palabras con cuidado—. Solo quiero que sepas que no estás sola en esto. Tómate el tiempo que necesites para aclarar tus pensamientos.
Yara asintió débilmente, apreciando las palabras de Ona, aunque el dolor seguía siendo casi insoportable. Se recostó en el sofá, tratando de calmarse, cuando de repente el sonido del móvil de Ona la sacó de su ensimismamiento.
Ona respondió rápidamente, y aunque Yara intentó no prestar atención, no pudo evitar escuchar la voz de Alexia al otro lado de la línea. Las palabras de Ona eran suaves, tranquilizadoras, pero solo el hecho de que Alexia estuviera llamando le causó otra punzada de dolor en el pecho.
“Por favor, no hagas esto más difícil, Alexia…”, pensó Yara, cerrando los ojos y deseando que el dolor desapareciera.
Pasaron unos treinta minutos, y aunque Yara intentó relajarse, cada minuto se le hizo eterno. Luego, el sonido del timbre resonó en la casa. Yara no necesitaba preguntar quién era. El simple hecho de imaginar a Alexia en la puerta la hizo estremecerse.
Ona fue a abrir la puerta, y como Yara temía, Alexia apareció en el umbral. Sin poder evitarlo, Yara apartó la mirada, luchando contra las lágrimas que amenazaban con volver a caer. Se sentía traicionada, pero sobre todo, se sentía rota.
Alexia se acercó con cautela, su voz temblaba al dirigirse a ella.
—Yara… por favor, déjame explicarte lo que pasó. No es lo que parece, por favor… déjame hablar contigo.
Yara la miró por un segundo, pero en lugar de la familiar calidez que solía sentir al mirarla, todo lo que encontró fue un frío distante. Sus emociones estaban demasiado a flor de piel, y sabía que si hablaba en ese momento, solo empeoraría las cosas. Su voz salió dura, casi fría.
—No, Alexia. No quiero hablar de esto ahora. No quiero saber nada. Necesito aclararme. —Las palabras eran cortantes, pero necesarias. No podía lidiar con una explicación en ese momento.
Sin esperar respuesta, Yara se volvió hacia Ona. Se acercó y la abrazó con fuerza, buscando consuelo en el único lugar donde sentía que podía estar segura esa noche. Luego, le dio un beso en la frente, un gesto que decía más de lo que sus palabras podrían expresar.
—Buenas noches, Ona. Gracias por todo. —dijo Yara suavemente, pero con firmeza, dejando claro que la conversación con Alexia había terminado.
Se levantó del sofá y se dirigió hacia la habitación de Ona. Cada paso que daba la alejaba más de Alexia, más de la traición que acababa de presenciar. Al cerrar la puerta de la habitación detrás de ella, el peso de la noche cayó sobre sus hombros. Se sentó en la cama y finalmente dejó escapar un suspiro largo y tembloroso.
Sabía que necesitaba tiempo para procesar todo lo que había pasado. La imagen de Alexia y Olga seguía grabada en su mente, y no estaba segura de si alguna vez podría borrarla. Lo único que sabía con certeza en ese momento era que necesitaba espacio, tiempo para entender cómo seguir adelante y si alguna vez podría perdonar lo que había visto.—————————
Sé que lo que puse en la historia general y en lo de Yara no es justo el mismo diálogo pero bueno, aún así se capta el mensaje jeje.
Yara no quiere escuchar a Alexia...
Las dos están fatal...
¿Qué pasará entre ellas?
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𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔
RandomYara, una jugadora de fútbol poco conocida, se une a la selección española, deseando conocer a sus mayores inspiraciones, pero encuentra a Alexia Putellas muy distante con ella. A medida que Yara busca su lugar en el equipo, descubre que la frialda...