Capitulo 11

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La relación entre Yara y Alexia continuó desarrollándose en los días siguientes, con momentos de cercanía que ambas apreciaban, pero también con la incertidumbre de lo que significaba todo aquello. Las demás jugadoras notaban el cambio, pero ninguna hacía preguntas directas, aunque las miradas cómplices y las sonrisas sugerían que los rumores se estaban extendiendo.

Yara, por su parte, se sentía más confiada cada día. La cercanía de Alexia le daba una fuerza que no sabía que necesitaba, y aunque aún había preguntas sin respuesta, decidió dejarse llevar, disfrutar del presente sin preocuparse demasiado por lo que podría venir después.

Unas semanas más tarde, tras otro entrenamiento intenso, Yara se dirigía al vestuario cuando Alexia la alcanzó.

—¿Te gustaría ir a cenar conmigo esta noche? —preguntó Alexia, con una sonrisa.

Yara, sorprendida por la invitación, asintió.

—Sí, claro. Me encantaría.

Y así, esa noche se encontraron en un pequeño restaurante cercano. La conversación fluyó con naturalidad, y a medida que pasaban las horas, ambas se sentían más cómodas en compañía de la otra, como si las barreras que las habían separado al principio se desmoronaran por completo.

Después de la cena, Alexia y Yara caminaron sin rumbo por las calles tranquilas hasta llegar a un parque cercano. Era un lugar que conocían bien, un refugio de paz donde podían escapar del bullicio del día a día. El parque estaba casi vacío, solo ellas y la vasta extensión de hierba bajo un cielo salpicado de estrellas.

—Es precioso, ¿no crees? —dijo Yara, mirando a su alrededor mientras inhalaba profundamente el aire fresco de la noche.

—Sí, lo es —respondió Alexia, aunque sus ojos no estaban en el paisaje, sino en Yara.

Caminaron hasta un área con una gran extensión de césped y se sentaron, dejándose caer en la hierba fresca. Ambas guardaron silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad y de la compañía mutua. Pero Yara, siempre en busca de algo que animara el momento, sacó su móvil y empezó a buscar una canción.

—¿Te apetece bailar? —preguntó Yara, levantándose de repente con una chispa de emoción en sus ojos. Le tendió la mano a Alexia con una sonrisa traviesa.

—¿Aquí? —preguntó Alexia, riendo por la inesperada propuesta.

—¿Por qué no? Nadie nos está mirando —respondió Yara, encogiéndose de hombros.

Alexia aceptó su mano entre risas, dejándose llevar por el entusiasmo de Yara. La música empezó a sonar, una melodía suave que llenó el espacio entre ellas.  Empezaron a moverse al ritmo de la música, olvidándose del mundo exterior. La cercanía, las sonrisas y las risas compartidas hicieron que el tiempo pareciera detenerse.

Después de un rato, exhaustas de tanto reír y bailar, se dejaron caer en la hierba de nuevo, esta vez lado a lado, sus cuerpos rozándose ligeramente. Respiraban con dificultad, pero con una sensación de libertad y felicidad que no necesitaba explicación.

—Mira, se pueden ver las estrellas —dijo Yara de repente, señalando el cielo. Alexia levantó la vista y asintió.

—Siempre me ha fascinado el cielo nocturno —continuó Yara—. Mira, esa es la constelación de Orión, y allí está la Osa Mayor. —Señalaba las estrellas con entusiasmo, explicando lo que veía con una pasión que le iluminaba el rostro.

Alexia, que había estado escuchando en silencio, no podía apartar la vista de Yara. La luz tenue de las estrellas reflejaba en sus ojos, dándoles un brillo especial. En ese momento, Alexia se dio cuenta de que ya no podía ignorar lo que sentía cuando estaba con ella. Era más que admiración, más que una simple atracción. Era algo profundo, algo que había estado creciendo desde el primer día.

𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora