Capitulo 49

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Yara había estado en casa de Ona durante una semana completa, y en ese tiempo su amistad se había fortalecido como nunca antes. Se habían apoyado mutuamente, compartiendo tanto risas como silencios llenos de comprensión. Sin embargo, Yara sabía que no podía seguir evitando a Alexia. Aquella mañana, mientras desayunaban juntas, decidió que había llegado el momento.

—Ona, hoy voy a hablar con ella —dijo Yara, interrumpiendo la tranquilidad del desayuno.

Ona levantó la vista del café que estaba bebiendo, observando a Yara con una mezcla de sorpresa y orgullo.

—Me alegro de oír eso —respondió Ona con una sonrisa que irradiaba calidez—. Sé que esto no ha sido fácil para ti, pero es lo correcto.

Yara asintió, sintiendo cómo los nervios crecían dentro de ella. Había pasado tanto tiempo pensando en este momento que ahora, estando tan cerca, casi le resultaba irreal.

—Gracias por todo, Ona. No sé qué habría hecho sin ti —dijo Yara, sincera y con un toque de emoción en la voz.

—No tienes que agradecerme nada —respondió Ona, encogiéndose de hombros con una sonrisa juguetona—. Pero escucha, si no vuelves esta noche, asumiré que las cosas salieron bien.

Yara soltó una risa nerviosa, entendiendo la broma, pero también el mensaje detrás de ella. Esa era la manera de Ona de hacerle saber que estaría feliz si las cosas entre ella y Alexia volvían a ser como antes.

—Eres increíble, pero si no vuelvo, te prometo que no es porque no quiera. Simplemente… ya sabes —dijo Yara, sonriendo con complicidad.

Ona levantó las manos, haciendo un gesto de rendición.

—Entendido. Solo recuerda que si alguna vez necesitas algo, mi casa siempre estará disponible para ti.

Yara se levantó y se acercó a Ona, dándole un abrazo fuerte y reconfortante.

—Gracias. De verdad, gracias por todo.

Después de despedirse, Yara se dirigió a la casa de Alexia. Mientras caminaba, no podía evitar sentir una mezcla de nervios y determinación. Sabía que estaba haciendo lo correcto, pero la incertidumbre de cómo iría todo la mantenía en vilo.


Yara estaba de pie frente a la puerta del apartamento de Alexia, con la llave temblando en su mano. Había pasado una semana desde que se distanció de ella, una semana llena de dudas, dolor y reflexión. Pero ahora, finalmente, estaba lista para hablar, para aclarar lo que había pasado. Respiró hondo, tratando de calmar sus nervios, e insertó la llave en la cerradura. Cuando la puerta se abrió, Yara vio a Alexia sentada en el sofá, sosteniendo la rosa de plástico que le había regalado junto con el ramo de flores. Las lágrimas corrían por el rostro de Alexia, y en sus manos temblorosas, la flor parecía más simbólica que nunca.

Alexia levantó la vista al escuchar la puerta abrirse, y su mirada se cruzó con la de Yara. No pudo evitar sonreír al verla, aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—Yara… —dijo Alexia con la voz rota por la emoción—. Lo siento tanto.

Yara cerró la puerta detrás de ella y dio un paso hacia Alexia, su corazón latiendo con fuerza. Ver a Alexia en ese estado la hizo darse cuenta de cuánto la había echado de menos, de cuánto la quería.

—Alexia, yo… —empezó Yara, pero se detuvo al notar la rosa en las manos de Alexia.

Alexia bajó la vista hacia la flor de plástico y luego la levantó para que Yara la viera.

—Finalmente entendí lo que significaban las rosas y la carta… —dijo Alexia, con una mezcla de tristeza y comprensión en su voz—. Me costó, pero lo entendí. Y ahora siento que he sido tan tonta, tan ciega…

Yara sintió un nudo en la garganta, pero trató de mantener la calma. Se acercó más a Alexia y se sentó a su lado en el sofá, mirando la rosa.

—No eres tonta, Alexia —dijo suavemente—. Solo estábamos en un momento complicado. Pero lo importante es que estamos aquí ahora, dispuestas a hablar y a entendernos.

Alexia la miró, sus ojos aún brillantes por las lágrimas. Dejó la rosa sobre la mesa y cogió la mano de Yara entre las suyas.

—Sé que no debí haberme dejado llevar por las dudas, por los miedos… Yo nunca quise hacerte daño, Yara. Te quiero demasiado para eso. Lo último que quiero es perderte.

Yara apretó suavemente las manos de Alexia, sintiendo el peso de sus palabras. Había pasado días pensando en lo que le había contado Ona, reflexionando sobre lo que realmente significaba todo lo que había sucedido.

—Lo sé. Y créeme, yo también he estado pensando mucho. Al principio estaba tan herida que no quería ni escuchar, pero ahora entiendo que nunca quisiste hacerme daño, que lo que pasó fue un malentendido que no has provocado tú… y luego en parte fue culpa mía por no haber hablado contigo antes.

Alexia la miró con una mezcla de alivio y dolor.

—Ojalá hubiera sabido cómo manejar mejor todo esto… —susurró Alexia, bajando la cabeza.

Yara se acercó más, levantando el rostro de Alexia con una mano suave para que sus ojos se encontraran de nuevo.

—Ya no importa el “ojalá”. Estamos aquí, ahora, y tenemos la oportunidad de arreglar las cosas. Me di cuenta de que no puedo estar sin ti, que te necesito en mi vida. Este tiempo separadas me sirvió para entender eso.

Alexia soltó un suspiro tembloroso y, sin decir nada más, se inclinó hacia Yara, envolviéndola en un abrazo profundo, lleno de todo el amor y la tristeza acumulados en esos días de separación.

—Te prometo que no me volveré a separar de ti… ni siquiera para ir al baño —dijo Alexia, tratando de aligerar el momento con una broma.

Yara soltó una pequeña risa, sintiendo cómo su corazón se aligeraba.

—Eso espero —respondió Yara, con una sonrisa en los labios—. Porque yo tampoco quiero que nos separemos nunca más.

Después de varios minutos en silencio, disfrutando del calor del abrazo, Alexia se separó un poco y miró a Yara con una expresión seria.

—Pero antes, necesito explicarte bien lo que pasó. No quiero que quede ninguna sombra entre nosotras.

Yara asintió, apreciando la sinceridad en los ojos de Alexia.

—No hace falta, Ona me lo contó todo —dijo Yara—. Y después de reflexionar, entiendo que no fue culpa tuya. Sé que nunca quisiste hacerme daño, y eso es lo que importa.

Alexia la miró con agradecimiento y, sin decir nada más, la abrazó de nuevo, esta vez con una sensación de paz y resolución. Tras ese abrazo, ambas se echaron en el sofá, con Yara acurrucándose contra Alexia, sintiendo la seguridad de estar juntas de nuevo.

Mientras la película comenzaba en la televisión, Alexia no podía evitar mirarla, agradecida de tenerla de nuevo a su lado. Yara, dándose cuenta, se acomodó más cerca, disfrutando de la calidez y del contacto que tanto había extrañado. Finalmente, la tranquilidad del momento la llevó a quedarse dormida en los brazos de Alexia, sintiendo que, después de todo, había encontrado el lugar al que pertenecía.

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No podía soportar más drama así que ya se arregló todo😌😌
Espero que la historia os esté gustando😙
Si queréis que al acabar esta historia escriba alguna otra que os interese podéis sugerir cosas en comentarios que os leo :))

𝑯𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒇𝒍𝒐𝒓...🥀🐬- 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂 𝑷𝒖𝒕𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora