24. JUNTOS, PERO NO REVUELTOS

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Eduardo



Usualmente un domingo, lo pasaría haciendo un poco de ejercicios en la mañana y luego en la tarde en algún bar, visitando la familia de mi hermana o talvez trabajando un poco, o incluso un viaje por el fin de semana a alguna playa caribeña o alguna montaña nevada. Y eso estaba bien para mí, era cómodo y relajante. No había mucho de qué preocuparme, solo yo mismo.

<< Eso sí que es vida >>

Es lo único que pasa por mi mente cada vez que mi madre me hace mover muebles de un lado a otro, comenzó con un velador, pero luego fue un futón, una cómoda, una mesita, alfombras, maletas, ropa, hasta que finalmente una cama ¿Pueden creerlo? Una maldita cama.

- ¿No entiendo porque tengo que mover esta cama a otra habitación? – rezongue moviendo el gigantesco colchón forrado en plástico desde el sótano que usaban de bodega a través de las escaleras, tenía que llegar al segundo piso con él.

- Ya te lo dije, tu hermana llega hoy y necesitamos más camas.

- ¿Elena? – La voz de Rebeca se escuchaba ahogada tras las paredes.

- En el sótano querida – mamá le devolvió el grito y mi chica no tardó en aparecer, cargaba con un montón de ropa de cama, sabanas, frazadas y edredón casi la tapaban por completo.

- ¿Para que habitación es esto?

- Para la de Noelia, Eduardo subirá otra cama allí, mientras puedes dejarlo en la cama de al lado por favor.

- Muy bien – desapareció tras la puerta y luego escuche sus pisadas corriendo escaleras arriba, le dedique una irritada mirada a mi madre.

- ¿Que? – soltó de inmediato ante mi mirada.

- Que me hagas cargar cosas de un lado a otro a mí, lo entiendo porque soy tu hijo. Pero ¿Por qué Rebeca?

- Ella misma se ofreció a ayudar – se excusó mi madre

- Es porque es educada, pero que se ofreciera no significa que debes aprovecharte.

- O vamos grandulón, deja de quejarte y demuestra que esos músculos que tienes no son solo aire.

- Y ¿Dónde está Bruno? Debería estar ayudando también

- Tu primo está de vacaciones aquí, déjalo relajarse – rodee los ojos, mi primo había desaparecido luego del desayuno, estoy seguro que se zafo de estas a sabiendas.

- ¿Y qué hay de mí? ¿No merezco descansar? – La risa de Rebeca inundo el lugar, estaba de vuelta en el sótano.

- Ya deja de quejarte Ed, no has avanzado nada con ese colchón – mi novia llego a mi lado burlándose de mi – vamos, te ayudo

- ¿Qué?

- Entre dos, es más fácil. Vamos – volvió a repetir como si nada, pero tenía que estar loca si esperaba que la dejara ayudarme.

- No, no es necesario – la aleje – ya lo hago yo.

A veces no es buena idea llevarle la contraria a las mujeres, Rebeca me miro con una ceja alzada como si no se hubiese esperado algo así de mi parte. Pero antes de que pudiese decir cualquier otra cosa levanté el enorme colchón y me moví rápidamente con él por las escaleras, atravesé el primer piso y llegue a la segunda planta tan rápido como pude. Apoye el colchón en el suelo y luego solo lo arrastre por él.

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora