62. ENCRUCIJADA

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Eduardo 


– Señor Redstone, la señorita Rodríguez llego a la empresa hace unos minutos – anunció mi nueva secretaria, parándose nerviosa frente a mí al verme.

– ¿Esta en mi oficina? – fruncí el ceño

– No señor, fue directo a su oficina –

Apresurando el paso me encaminé hacia la oficina de Rebeca, pero me detuve en seco antes de olvidar por completo los asuntos que tenía en mente – Carolina, necesito los archivos para la próxima reunión, y de operaciones te enviaran un nuevo archivo que debes incluir – ordené, a lo que la mujer se limitó a asentir apresuradamente deteniéndome por más tiempo con sus innecesarias preguntas.

– Señor ¿Es la reunión que tiene a las doce? ¿Verdad? – cerré los ojos por un momento intentando respirar profundamente antes de dejarme llevar y gritarle como un demencial y estresado jefe podría hacer.

– Si Carolina, necesito los archivos para la reunión de las doce – miré mi reloj calculando rápidamente que aún faltaba una hora para la reunión y solo podía esperar a que la mujer frente a mi fuera capaz de hacer algo más que sonreírme con coquetería y poner ojos de borrego cada vez que la regañaba.

<< El de recursos humanos tenía que estar bromeando al contratarla >>

<< Tenía que ser un mal chiste >>

– Señor ¿Los necesita impresos o basta por correo?

<< Desearía que Amanda no se hubiese ido >> grite en mi cabeza.

Dejé que la caminata hasta la oficina de Rebeca despejara un poco mi cabeza antes de llegar con ella, apenas había tenido tiempo a respirar desde que llegué, y los problemas a los que se enfrentaba la empresa comenzaban a dejarme sin muchas opciones, pero tenía a Rebeca conmigo y debía cuidar de ella, le sonreí al entrar sin siquiera molestarme en tocar la puerta.

– Veo que no pierdes el tiempo – le sonreí al verla sentada trabajando en su computadora, pero a cambio me encontré con la mirada de Rebeca que con esos ojos podría matarme y no lo decía precisamente de la forma romántica, su mirada me lanzaba filosos cuchillos, por lo que desde ya podía considerarme el culpable de su mal humor – Cariño, no deberías estar aquí – Rebeca frunció aún más su ceño y arriesgando la vida y mis huevos me acerque a ella para robarle un rápido beso antes de que iniciase nuestra guerra.

– Tengo trabajo por hacer Eduardo ¿Qué es lo que quieres? – dejo de lado el computador para mirarme.

– Buenos días para ti también – me dejé caer tranquilamente frente a ella.

– ¿Has desayunado? – me observo unos segundos antes de sacar algo de rebuscar algo en su cajonera – Te traje un bocadillo – me acerco la bolsa de papel por sobre el escritorio cuidadosamente y no pude evitar sonreír cuando sabía que estaba molesta conmigo, pero aun así se preocupaba por este tipo de cosas, me gustaba este lado de la siempre práctica señorita Rodríguez.

– ¿No tiene veneno? – bromee con ella

– Solo un poco de azúcar para el sabor – me sonrió de regreso, abrí la bolsa encontrando galletas una variedad de todo tipo

– Gracias amor

– Ya deja de poner esa cara de tonto – intento disimular su sonrojo con un todo más duro al hablar – será mejor que me expliques ¿Por qué he tenido que pedir un pase de visitas para entrar a la empresa donde trabajo? –

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora