30. LA FAMILIA DE MI PROMET...DIGO, NOVIA

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Eduardo


– ¿Estás seguro de esto? – pregunto Rebeca por al menos quinta vez en la ultima hora.

– Ya te dije que sí, no me harás cambiar de idea –

– Podemos esperarnos un tiempo, si tú quieres

– No – me negué rotundamente – Lo haremos hoy, y punto.

– Pero Eduardo, no estás listo, y yo no me siento lista. Esto paso muy rápido y tal vez deberíamos dejarlo para otro momento.

– No, dicen que la primera vez es difícil pero definitivamente no esperare más.

– Por favor, solo piénsalo bien – insistió nuevamente, pero estaba decidido y no me retractaría – ¡No! – Rebeca intento sujetar mi mano antes que tocara el timbre, pero fue muy tarde ya estaba hecho.

<< Aquí vamos >> ¿Qué tan terrible podía ser?

– Aun tenemos tiempo para escapar – tiro de mi mano, pero me mantuve firme y antes de que siquiera ella pudiese salir del porche la puerta principal de la casa de mis suegros ya estaba abierta de par en par, y en ella una mujer de unos cincuenta años, con el cabello dorado y una sonrisa forzosa similar a la de Rebeca cuando se esforzaba por dar una sonrisa pese a molestarle la situación.

– Hola, bienvenidos – la mujer abrió completamente la puerta dejando ver que tras ella venia un hombre, no me atrevo a estimar la edad, pero se le veía un par de años mayor, algo regordete, el cabello castaño igual al de Rebeca cubría la mayor parte de su cabeza, aunque dejaba una parte, justo en lo más alto al descubierto, traía unas gafas redondas a medio camino entre su cara y el suelo. Por lo que – en falta de sus lentes donde debiesen ir – al vernos tuvo que achinar los ojos para enfocar marcando un montón de arruguitas en su rostro.

– Mi hermosa hija – paso junto a su esposa para encerrar entre sus brazos a mi novia, ignorándome por completo – Oh, cariño – tomo las mejillas de Rebeca y la observo – Estas tan hermosa, ya eres toda una mujer.

– Papito – Rebeca se volvió a meter entre los brazos de su padre abrazándolo nuevamente, entonces supe lo unido que eran. Cuando finalmente se separaron Rebeca por de algún modo recordó que estaba a su lado – Pa' este es Eduardo, Eduardo mis padres Osvaldo y Cecilia – señalo respectivamente, la mujer llego junto a su esposo y sujeto el brazo de este.

– Bienvenido Eduardo – el hombre a su lado, mantenía su atenta mirada sobre mí – Entonces, ustedes son ....

– Novios – contestamos los dos a coro, Rebeca me había obligado a prometer que por esta ocasión no hablaríamos de nuestro compromiso.

– Dime muchacho, ¿Cuál son tus intenciones con mi hija? – Pese a que le sacaba al menos media cabeza al padre de Rebeca, no dejaba de ser intimidante aquel hombre panzón– ¿Eh? ¿A qué te dedicas? – espeto con una ceja alzada.

– Papá por favor, ni siquiera hemos entrado a la casa. – Rebeca regaño a su padre dándome un respiro.

– Cariño, pero que modales los nuestros – Cecilia golpeo suavemente el brazo de su esposo – Pasen, pasen. – Ambos iniciaron la marcha casa a dentro seguidos por Rebeca y por mí. Pero nos apartamos unos segundos cuando Rebeca tomo mi brazo y me susurro.

– Eduardo, por favor, pase lo que pase no digas que eres dueño de la empresa en la que trabajamos.

– No soy dueño de la empresa – me encogí de hombros con una sonrisa – mi padre lo es – alcé la ceja viendo la reacción de Rebeca, que rodo los ojos y susurro de vuelta

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora