22. BAJO EL MUÉRDAGO

42.5K 2.9K 110
                                    



Eduardo

-Feliz navidad – Esther hacia su aparición en la sala de la casa, tan alegre y despreocupada como siempre, había aprovechado el enorme ventanal de la entrada para sorprendernos a todos con su presencia. Cargaba una mano con un muérdago atado a una alargada rama y en la otra un par de bolsas de regalo.

- Cariño, que alegría que vinieras – mi madre apareció desde la cocina, con una cucharon en la mano – ¿Dónde has dejado a tu hermano?

- Descargando las cosas del auto – se encogió de hombros sonriendo como una niña a lo que mi madre rio para luego abrazarla con cariño - Gracias por la invitación tía, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvimos aquí

- Pero eso no es por falta de invitación, ustedes no dejan esos trabajos tan estresantes para pasar un tranquilo fin de semana – la regaño mamá, prácticamente habíamos crecido juntos y mi madre era como una segunda mamá para ellos por lo que no tenía problemas en regañarlos – Eduardo, ¿Qué haces aun aquí? – sin entender muy bien a lo que mi madre se refería me levante del sillón donde tan cómodamente había estado dormitando – Ve a ayudar a Bruno, rápido, rápido.

A regaña dientes me encamine hasta la entrada, mientras escuchaba como ambas se reían, alcance a escuchar a mi madre decir "Han llegado justo a tiempo para comer" antes de cruzar el umbral de la entrada y perder sus voces.

Bruno, el hermano menor de Esther estaba luchando por mover todas las maletas y bolsos a la vez que daba un paso. No me costaba mucho ayudarlo después de todo el pobre tiene que cargar con todo lo que la loca de su hermana se le ocurre traer.

Tome un par dos bolsos cuyo peso no era para nada acorde a su tamaño, junto con una maleta que parecía vieja que estaba estorbando la visión de Bruno. Este sorprendido seguro pensó que había botado la vieja maleta, y por su expresión algo valioso debía contener.

-Tranquilo, solo te estoy ayudando,

- Dios, me has dado un susto tremendo - respiro con más tranquilidad -creí que había botado los lentes de mi cámara.

- Con que eso guardas en este vejestorio – moví un poco la maleta sopesando su peso.

- No es un vejestorio – defendió mi primo – es una maleta vintage.

- Es lo mismo – le di la espalda y comencé con mi camino de regreso a la comodidad de mi sillón.

- Por supuesto que no es lo mismo – mi primo se apresuró a llegar a mi lado – cuando algo esta viejo puedes tirarlo y desacerté de ello o renovarlo y volverlo una pieza de colección vintage.

- Lo que digas – aunque le estaba dando la espalda a mi primo podría apostar que estaba cabreado porque no le prestara atención a su explicación.

- Hey Eduardo, vi algunas fotos tuyas en un par de revistas – saco el tema mientras entrabamos a la casa – La imagen es de pésima calidad, para nada es una buena toma, como se nota que quien las tomo es un principiante – critico, pese a que solo tenía 20 años era bastante conocido en el mundo de la fotografía, solía trabajar con modelos de alta costura o famosas celebridades haciendo portadas o sesiones para importantes revistas, pero lo que más le apasionaba era fotografiar la naturaleza. Por lo que ocasionalmente viajaba para fotografiar lugares más salvajes como las amazonas, la sabana africana y otros tantos lugares – Si hubiese tomado esas fotos, no hubiese sido capaz de entregarlas para publicar.

- El tipo me ha hecho un gran favor, bajando la calidad de su trabajo – Bruno me miro en parte con incredulidad y en parte con sorpresa.

- Entonces es verdad lo que dicen.

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora