42. ¿Donde esta Minerva?

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Rebeca





Este era nuestro último fin de semana juntos, suspire mirándolo, Tomi caminaba animadamente a mi lado, el miércoles volvería a clases y a la granja.

– En verdad lamento que tuvieras que pasar las vacaciones en casa, Dani se esforzó mucho cuidándote, pero apenas tuvimos tiempo para salir, este verano tuve más trabajo del que había esperado – me sentía culpable por no haber tenido tiempo suficiente para mi hijo, ni por haber solicitado mis días de vacaciones a tiempo

– Esta bien mamá – me sonrió, realmente me había sacado el premiado con él – la pase bien, Dani siempre tenía buenas ideas para hacer y también pude ver mucho a Maira, mi abuela Elena fue a verme un par de veces y además mi cumpleaños fue el mejor de todos.

– ¿Elena fue de visita? – me sorprendí, Daniela siempre me daba un resumen del día cuando llegaba, pero nunca me dijo que la madre de Eduardo había ido a casa.

– Y ahora estamos comprando todo para volver a la escuela – Tomi omitió a propósito mi pregunta, pero no lo dejaría así

– Tomás – le habla más grave y rápido soltó todo

– Se supone que no debías de saber, es un secreto

– ¿Desde cuando tienes secretos conmigo? – le regañe, él sabía que tarde o temprano terminaba averiguando lo que escondía

– Es que es una sorpresa, de las buenas, por eso no te puedo decir – hizo un puchero con el que solía ganarme cuando quería comer golosinas. Lo mire con los ojos entrecerrados

– No me dirás nada ¿Eh? – Tomi sonrió sin mostrar los dientes, negando – Que pena entonces, no te compartiré de ese helado de triple chocolate bañado en chocolate con cono de chocolate y merengue.

– Lo siento mamá, pero no caeré – para mi sorpresa incluso luego de comprarlo y disfrutar de tanto chocolate frente a él, no solo ni pio. Era nuestra tradición comer helado cuando salíamos juntos una golosa, pero deliciosa tradición, que tendría que empezar a cambiar. Deje caer mi cabeza sobre la mesa agotada luego de terminar él helado

– Demasiado chocolate – me sentía a punto de reventar, no volvería a comer tanto yo sola.

– Te dije que no caería – se burló de mi

– Dime tu secreto – lo mire otra vez, con mi cabeza apoyada entre mis manos lo miraba sentado del otro lado de la mesa. Tenía ocho años ya, el tiempo había pasado muy rápido y sentía que teniéndolo lejos me perdía muchas partes importantes de su vida. ¿En qué momento había crecido tanto? No era mucho más alto que él resto de los niños, y aún así siempre parecía destacar entre sus amigos. Sus profesoras siempre decían que era un niño muy curioso y creativo, y yo mejor que nadie lo sabía, le encantaba grabar con esa cámara que don Gregorio le había regalado y en ocasiones me impresionaba de sus logros con la pequeña guitarra que regalo de Eduardo. Era atento con quienes le rodeaban, a Bea y Lau les encantaba lo dulce que podía ser, recuerdo una ocasión en que las sobrinas de Lau llegaron de visita y fuimos al parque con las niñas, dos hermosas niñas casi calcadas a Lau, una dos años mayor a mi hijo y otra uno menos, todo el tiempo que Tomi jugo con ella fue cuidadoso de no empujarlas o tirarle la pelota demasiado fuerte. También era el eterno protector de Maira, siempre cuidado que los otros niños no la molestaran.

– ¿Mamá? – su mirada llamo mi atención – Te has quedado muy callada – ladeo la cabeza con una sonrisa

– Solo pienso en lo rápido que estas creciendo – Tomi se levantó y se sentó al lado mío.

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora