72. NOT UNUSUAL (Parte I)

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Eduardo



– Ya quita la cara larga pedazo de idiota – me pare frente a Javier del otro lado de la encimera de la cocina sosteniendo sobre mi mandíbula una bolsa de hielos – Debiste saber que te haría pagar por lo que me hiciste – mi amigo me miro mal mientras acercaba a él un par de aspirinas y un vaso con agua – Cruzaste la línea Eduardo, pase toda la maldita noche amarrado a la maldita escalera.

– Te dejé comida y agua para cuando despertaras – me defendí, sintiendo dolor con cada palabra.

– Me drogaste maldición – se levantó de golpe de su silla, provocando que todo diese vueltas para él.

– Yo no te obligue a comer esas cocadas.

– No serás tas chistoso cuando le cuente a Rebeca como lograste escapar de mi guardia – amenazo – ¿Cómo le explicaras que Tomi estuvo a punto de comer una de esas cocadas? ¿Eh? – Javier era bastante relajado, y pocas veces lo había visto verdaderamente molesto o furioso por algo, así que podía agregar esta ocasión a mi lista, con golpe y todo.

– No seas tan dramático Javier – intente relajar los ánimos – Ni se te ocurra contarle algo a Rebeca, Tomi no estuvo ni cerca de tocar esos dulces y si le dices algo así podría dejarme. Además, solo fue un poco de cannabis para relajarte.

– Un poco – Javier llego hasta a mi agarrándome de la camisa para zamarrearme – me diste suficiente cannabis como para volar por horas ¿Qué pasa si hubiese comido más? ¿Llegue a pensar que el efecto nunca se iría? Maldición Eduardo – me soltó de golpe empujándome – No me drogue ni siquiera mientras estaba en la facultad, pero tu... sanguijuela – me miro mal – me drogaste para escapar de mi guardia – Javier regreso a su lugar del otro lado de la encimera mientras yo sacaba un par de cosas para desayunar.

– Bueno, técnicamente tu comiste esos dulces por iniciativa propia yo ni siquiera te los ofrecí.

– Debí sospechar cuando encontré esa caja con dulces mal escondida en el refrigerador

– Te dije que eran un regalo para Rebeca – le sonreí poniendo delante de él un tazón de yogurt con cereales.

– Sera mejor que mires sobre tu hombro Eduardo – me advirtió comiendo con mala cara.

– ¿Qué? ¿El golpe que me diste no cuenta?

– Ni hablar, eso solo fue por dejarme amarrado –

– Buenos días – Tomi apareció corriendo en la cocina y escalo la silla alta por si solo para lograr sentarse junto a Javier, ambos le dimos los buenos días antes que Tomi me mirase con los ojos muy abiertos – ¿Qué te paso? – me miro sorprendido al notar la bolsa que sostenía bajo la mandíbula, después de todo no podía aparecer en la oficina con un moretón en la cara.

– Javier se levantó de malas – Bromee señalando la cara de perro que traía desde que lo había soltado. Puse un tazón igual que el de Javier frente a Tomi, dándole los buenos días, ante el silencio de mi amigo, Tomi lo miro un momento analizándolo cuidadosamente.

– ¿Debería contárselo a mamá? – mi miro intentando ver que tan malo había sido el golpe.

– No, solo la preocuparías por nada, Javier pega como niña – Tomi me miro incluso más sorprendido

– Las niñas pegan fuerte – dijo aún más preocupado. Haciendo reír a Javier.

– Concuerdo contigo en eso – le palmeo la espalda.

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