63. OSITOS Y HELADO DE CHOCOLATE

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Rebeca


– Maldita sea – le di una patada a la puerta de mi casa que se negaba a abrir, o quizás era yo la torpe que no era capaz de encontrarle el truco como siempre hacia – estúpida puerta ábrete ya maldición.

<< Sigue así Rebeca, insultándola seguramente sedera >> me burle de mí misma.

Respire profundo, relajándome un poco simplemente estaba de mal humor y por ello no podía abrir la estúpida puerta que llevaba años abriendo.

– Niña no seas atarantada – me sonrió mi abuela burlonamente – estas chapas viejas tienen sus secretos solo debes escucharlas atentamente, a ver... – me hizo a un lado para insertar la llave en su lugar llevarla hasta el fondo y luego ladearla levemente tirando de ella hacia afuera entonces un clic metálico llego a mis oídos y la llave giro completamente abriendo la puerta con ella – Lo vez.

El recuerdo de Aida llego a mi como un flash back tan vivido que incapaz de controlarlo mis ojos comenzaron a picar y se cristalizaron por un instante. Lleve a la llave hasta el final como Aida me había enseñado y como llevaba haciendo todos estos años hasta que la maldita chapa cedió la llave giro por completo dando paso a la oscuridad y soledad de mi casa. Cerré la puerta con un portazo y me recosté en ella inspirando profundamente otra vez, me costaba creer lo idiota que estaba hoy para ni siquiera ser capaz de abrir mi propia puerta.

Una la luz en la cocina se encendió iluminando todo a su alrededor, permitiéndome ver a mi hermana vagar por mi cocina y llegar hasta mi refrigerador para asaltarlo.

– Así que te dignaste a aparecer – le reclame aún recostada sobre la puerta.

– Con todo el alboroto que has armado no pude seguir durmiendo – me reclamo de regreso.

Intente camina hasta la cocina, pero un tiro de ropa me detuvo en un segundo, Mimi encendió la luz del comedor y entonces me di cuenta de que la chaqueta que llevaba puesta había quedado atrapada por la puerta y el tirón había terminado por rasgarla – Tiene que ser una broma – chille mirando una de mis prendas más costosas completamente arruinada.

– Rebeca – arrastro la voz mi hermana – me gustaba esa chaqueta.

Abrí la puerta para soltar lo que quedaba de la estúpida chaqueta y se la tiré a mi hermana de mala gana, fui a por el helado en la nevera y una cuchara.

– ¿Qué paso en la oficina?

– Nada – me senté frente a ella en el comedor comiendo directamente del pote de helado.

– Pues no lo parece

– No se dé qué hablas, todo está perfectamente normal – reclame molesto – Rompí mi blazer, no era capaz de abrir la puerta de mi propia casa, Tomi está de regreso en el hogar, me dieron unas vacaciones innecesarias así que ni siquiera puedo ir a trabajar y Eduardo contrato otra vez a una chica que parece supermodelo. Lo vez, todo está como siempre.

– Así que eso era... - canturreo mi hermana como si ahora todo tuviese sentido – Estas molesta por que no puedes trabajar.

– ¿No me dirás que estoy celosa?

– Eso es más que evidente – se burló haciéndome sentir peor – pero ya era hora que te tocase estar de ese lado de la moneda, el pobre idiota de Eduardo se la pasa frunciendo el ceño cada vez alguien te miro o tu sonríes a otros.

– Yo no les sonrió a otros – me defendí de su acusación

– Claro que sí, te la pasas sonriéndole a todo el mundo está en tu naturaleza siempre has sido así.

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora