59. TODO CAE POR SU PROPIO PESO

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Rebeca


– Toc Toc – Lau asumo su cabeza, sonriéndome ampliamente, yo no podía estar más feliz por recibir visitas, más aún cuando era de mi amiga que con sus locuras solía alegrarme el día, o al menos distraerme del encierro – Beca esta imposible allá afuera, toda esa prensa esta vuelta loca esperando por una aparición tuya.

– Pensé que no vendrías – me acomodé en la cama recibiéndola con una gran sonrisa – Y ni menciones el tema de la prensa – rodeé los ojos – Prometí no salir de aquí hasta que se fuesen, y eso fue hace dos días.

– Auch – dramatizo mi amiga – Bueno al menos ya me tienes aquí – abrió sus brazos sonriéndome coquetamente – Te llame esta mañana expresamente para avisar que vendría ¿Lo olvidas?

– Claro que no, ya te extrañaba – estire los brazos esperando recibir un abrazo de su parte, el cual no tardó en llegar – Estos días en el hospital me han hecho pensar mucho en nuestros días de universitarias, cuanto extraño este tiempo cuando vivíamos las tres juntas y nos cuidábamos mutuamente.

– Solo Dios sabe de cuantas borracheras me salvaron.

– Ni lo menciones – solté el aire simulando molestia

– Por cierto, tengo algo que confesar – hizo un mohín gracioso, lo que me ponía en alerta antes sus siguientes palabras, Laura tenía la capacidad de pillarnos por sorpresa a mí y a Bea cada vez que decía que tenía algo por confesar.

– Ya suéltalo – hable muy segura

– Recuerdas que les he contado sobre mi mejor amigo ¿Verdad?

– Claro, el chico con el que eran inseparables hasta que llegaste a la universidad y no lo volviste a ver nunca más y luego termino siendo tu vecino

– Si el, bueno le he dicho que me acompañase hoy – alce una ceja intentando comprender lo que ocurría aquí – Sera mejor si te lo explica el – me guiño un ojo tomando mis manos – Mati, ya puedes pasar – alzo la voz.



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– Señorita Rodríguez, es correcto que usted ha trabajado para Redstone Inversiones durante los últimos cinco años – comenzó el interrogatorio de abogado Fuenzalida.

– Así es, comencé como pasante mi primer año, y luego me quedé en la empresa a tiempo completo.

– Y durante estos años, trabajando para la compañía alguna vez noto alguna conducta sospechosa proveniente de Guillermo Ortega.

– Sin importar el tipo de conducta que pude observar en él, jamás hubiese esperado a que hiciese algo como lo que pasó aquel día en la cafetería, así como tampoco hubiese imaginado jamás que desfalcaba dinero de la empresa por años. Guillermo siempre pareció estar a un nivel intocable.

– Está diciendo entonces que Guillermo fue capaz de mantener oculta todo este tiempo su personalidad delictual.

– Más que eso, fue capaz de engañarnos a todos. Guillermo Ortega siempre se mostró como alguien soberbio, alguien capaz de mirar sobre el hombro a cualquiera y todo este tiempo creí que solo era parte de su carácter competitivo.

– Hubo algo en su conducta que además de lo que acaba de mencionar que le hubiese llamado a atención.

– Pero existieron pequeñas marcas a las que posiblemente ninguno jamás presto atención y que hoy a la luz de los hechos delatan al señor Ortega como un elemento peligroso para la sociedad.

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