28. FIRST FIGHT

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Eduardo

– Buenos días Amanda – salude como siempre a mi secretaria.

Había llegado algo tarde a la oficina ¿La razón? Apenas si había logrado salir de la cama sentía mi cuerpo débil. No pase una buena noche, y cuando desperté mis músculos estaban entumecidos y mi garganta dolía como mil demonios. Hace un par de días que venía sintiéndome enfermo todo eso junto con el enorme estrés al que me está sometiendo la junta directiva con todas sus reuniones extra programáticas y las constantes discusiones, sin embargo, había estado resistiendo bien hasta hoy, al sentirme incapaz de levantarme de mi propia cama realmente analice el hecho de ir al médico, aunque de solo pensar en hospitales y doctores hurgando en mi prefiero pasar del doctor y llevar lo que sea que tengo con paciencia.

– Buenos días don Eduardo

– ¿Rebeca esta?

– Si, en su oficina – me sonrió y me dispuse a caminar hasta su oficina, ella y yo teníamos mucho de qué hablar. Sobre todo, porque la semana pasada apenas si pude cruzar un par de palabras con ella, la mayor parte del tiempo la pase entre reuniones y juntas con el sub director que no me dejaba ni a sol ni a sombra << Que hombre más molesto >> El fin de semana pensé en llamarla e ir a verla a su casa, pero me sentía algo enfermo por lo que decidí desistir de la idea. Pero hoy comenzaba una nueva semana y aunque el trabajo no nos daba tregua, Rebeca y yo teníamos un par de asuntos muy importantes que atender por lo que le obligaría a tomarse un descanso y salir conmigo, después de todo soy el jefe – Pero está ocupada – agrego Amanda deteniendo por completo mi andar, volteé a verla y la encontré totalmente concentrada en su trabajo mientras tecleaba algo en el computador.

–¿Una reunión tan temprano? – alce una ceja intentando sonsacarle información.

– Más bien parece algo personal – murmuro sin levantar la vista de la pantalla, Amanda algo ocultaba.

– ¿Con quién? – mi tono molesto la sorprendió incluso a mí me sorprendió, pero Amanda no se dejó amedrentar tan fácilmente y en lugar de eso, me jugo una broma.

– Don Eduardo no debería andar todo el día con el ceño fruncido – sonrió para luego agregar en un susurro – se va a arrugar antes de tiempo.

– Lo siento – negué, Amanda no tenía por qué pagar por mi estrés << O celos >>. Y, por otra parte, sabia como hacer que Amanda me dijese lo que quería saber sin necesidad de ser tan hostil.

– ¿Quién tiene ocupada a mi novia? – le murmure acercándome a su escritorio.

– ¡Lo sabía! – salto ella – Lo han negado todo el tiempo, pero lo sabía ¿Por qué otra razón se preocuparía tanto por usted? Siempre pendiente y atenta, ella es tan linda.

– ¿Preocuparse? – No sabía que Rebeca se preocupase por mí, o tal vez no lo había notado. Y por alguna razón aquel nuevo conocimiento me hacía sentir bien – ¿A qué te refieres?

– Nada señor – Me contesto rápidamente, por lo que alce una ceja mirándola seriamente

– Amanda

– Ella me pidió que no le dijese nada – cerro los ojos como si le costara hablar

– ¿Decirme nada de qué? – interrogue

– ¿Qué cosa? – hablo con rapidez, desentendiéndose del tema.

– Amanda, te pediré que seas extremadamente discreta con esto al menos hasta que logre convencer a Rebeca de hacer publica nuestra relación

Cásate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora