47; Caos.

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Si alguna vez pensó que su vida en la Orden sería paz, Bakanda, apodos y tranquilidad... Honestamente fue demasiado ingenuo.

Los murmurllos eran demasiado obvios, sin embargo su consciencia estaba limpia y su cabeza dolía como el infierno de su gran señor Satán. Le declaraba su absoluto odio al rubio que caminaba silencioso a sus espaldas, Allen hubiera deseado el que Link le advirtiera que su cuestionario poseía más de diez mil preguntas.

Aunque en realidad era su culpa, ¿en serio había pensado que habría menos que aquella endemoniada cantidad? ¡Por Dios, que eran dos pilas enormes de documentos!

Aquella noche no durmió.

—Allen Walker.

—Déjame en paz, Lunares Locos.

Lo escuchó gruñir por lo bajo, sin embargo no emitió más llamados y el albino se permitió un segundo de felicidad... Hasta que ingresaron a los baños, donde una escalofriante imagen se presentó ante sus ojos.

¡Oh, por Dios las ojeras!

Ah, también estaba el extraño ser que le guió en su corta estadía en la habitación del decimocuarto.

Y ese era otro tema...

—Allen Walker.

Suspiró.

—¿Qué quieres, Link?

Tomó el cepillo de dientes y el dentífrico (ugh, por algún motivo odiaba un poco esa palabra, ¿acaso no era rídicula? Den-tí-fri-co. Rarísima), miró de reojo al rubio. Howard parecía... Simplemente su nuevo enemigo natural.

Maldita sea su completa competencia para ejercer su trabajo. ¿Qué demonios le pasaba? Sabía que estaban en algo así como una guerra, pero que no jodiera tanto. Hasta Kanda tenía sus momentos de inutilidad.

Por amor a Satanás.

—No terminaste de responder mi cuestionario —y una mierda que no había terminado, de veinte mil docientas sólo contestó veinte—. ¿Debo asumir que aceptas tu complicidad con el Conde del Milenio?

Pues sí, ¿no? ¿Qué otra cosa podría significar? ¡No era como si Redober fuera vago hasta para hacer los deberes! ¡¡Si ya respirar le costaba un higado!!

Que divertido.

Rodó los ojos con su irritabilidad mañanera a flor de piel, luego de una noche larga y haber convenido (con la voz en su cabeza y no, no aquella que pertenecía a la sombra escalofriante detrás suyo) que escribir "Deja de joder" como respuesta a todas las preguntas que contestó era suficiente... No se sentía preparado mentalmente para atacar con un mordaz comentario a nadie.

Pero nadie moriría por intentar.

—¿Qué quieres que te diga? —sonrió con espuma en la boca— Soy un un espía enviado por Santa Claus para ver quién de ustedes es un niño malo y, querido Lunares Locos, tú te has portado muy mal desde que nos conocimos... Ayer.

—Patético.

—Ha sido tu culpa —se encogió de hombros y regresó la mirada a su reflejo—. No me dejas dormir, no me dejas comer, no me dejas lavabarme los dientes tranquilo, no me dejas en paz... Link, si en serio fuera un espía de Santa estarías perdido...

No obtuvo respuesta, no se sorprendió.

Se encogió de hombros internamente y se dedicó a su ardua labor de volverse persona, sólo porque el mundo era lo suficientemente bueno para ver su magnificencia. Aunque eso le recordaba que el maldito de Cross no gozaría el privilegio de morir por sus manos durante el tiempo en que durase la prohibición de la que le habló el señor Lunares Locos durante la noche.

Noah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora