64; Doloroso adiós.

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Caliente.

Su cuerpo ardía como si hubiera sido enviado al infierno y su brazo izquierdo no estaba mucho mejor, la verdad. Todo estaba mal, maldita sea. ¡Todo estaba absurdamente mal! ¡¿Qué demonios estaba pasando?!

Su mente era un caos. Nea sufría, él mismo lo estaba haciendo y alguien pedía calma.

Simplemente estaba mal.

Su cabeza, su cuerpo...

Y se detuvo.

Su mente seguía confusa, su cuerpo dolía, pero la sensación de agonizante agobio se detuvo, dejando atrás gritos que no provenían de él.

¿Qué estaba pasando?

Recordaba estar hablando con Link antes de que el infierno se desatara en su interior, ¿Nea quería salir? ¿Nuevamente estaba ansioso por apoderarse de su cuerpo?

El destructor de tiempo...

Los gritos no se detuvieron, sus ojos buscaron a Link y pronto lo encontró.

Y el horror se apoderó de él.

—¿Qué...?

—Sé un buen chico, verás, no quiera que Leverrier lo sepa —el cardenal sostenía el rostro de Howard, los ojos del joven eran perforados por brillantes plumas blancas y no parecía muy a gusto, la verdad—. Cuando despiertes no recordarás nada, eso es todo. Buenas noches, pequeño guardián.

Realmente estaba confundido.

El extraño no soltaba a Link, sea lo que sea que estuviera haciendo, simplemente no se detenía y sintió el pánico.

No lo entendía, pero sabía que aquello no era bueno.

—¡¡Detente, detente!! —exigió presa del horror por aquello que sus ojos veían— ¡¡¡Detente!!!

Y lo hizo.

Allen se sintió desfallecer.

La vida le estaba jugando muy malas bromas últimamente, ¿qué tan mierda podía ser?

Lo único que le faltaba.

Estaba tan confundido y fuera de sí que no pudo controlarla, el miedo de que Howard fuera asesinado en sus narices lo hizo actuar y la inocencia se movió sola.

Las plumas en las que su brazo se había transformado en algún momento atacaron al hombre, atravesando su cabeza y separándolo finalmente del inspector a cargo de cuidar de él.

Acababa de matar a un hombre.

A un humano...

¿Qué debería hacer? ¿Qué debería sentir? Estaba asustado... ¿Qué...?

Un paso.

—Para ser capaz de moverte en este momento, debes tener un increíble poder espiritual —se congeló, paso tras paso, la inocencia seguía incrustada entre sus cejas—. Amor, amistad, compañerismo, tristeza, desesperación... No hay nadie más desigual y profundamente ligado a la inocencia que tú.

—¿Eh...?

Estaba asustado.

Joder, le molestaba estar asustado así que estaba asustado y molesto.

La magnitud del problema no tenía igual.

Finalmente el sujeto llegó hasta él, la inocencia atravesaba su ojo y sonrió en su dirección.

Algo estaba demasiado mal.

—Realmente has crecido para convertirte en un precioso exorcista, Allen —tomó su rostro y sólo en ese momento notó que se encontraba paralizado, las piernas le temblaban—. No tienes por qué asustarte, sólo nos uniremos para ser uno. Para dejar a Allen atrás...

Noah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora