44; Tengo miedo.

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«Siempre soñó con su primer beso...

Y eso fue culpa del corazón de damisela que el tonto de Sheryl se encargó de crearle por miedo de que le robara a Road, tenía una personalidad totalmente torcida y extraña, pero algo de bueno debería haber en él, ¿no?

Allen no se acababa de entender a sí mismo.

Siempre soñó que su primer beso lo daría a los quince, sería con alguna bonita cortesana de esas que visitaban a los Kamelot cada cierto tiempo, por intereses económicos y sociales se vería obligado a comprometerse de aquella chica que caería enamorado por sus divinos encantos.

Y Road no sería feliz.

Su primer beso sería en la ceremonia de compromiso, Adam, Tyki e incluso Lulu estarían presentes para celebrar la ocasión (y aborrecerla en silencio), Tricia estaría feliz de ver a sus cuñados, de ver que su sobrino contraería matrimonio con una dulce chica de nombre Julieta y...

Él no acabaría de estarlo.

Porque en el fondo de su corazón deseaba amor, amor real, de esos que Sheryl presumía por su esposa, su hija y su hermano (porque al tipo le gustaba el incesto y la buena-mala vida), sin embargo sería consciente de lo imposible de su deseo y se resignaría.

Se casaría con Julieta Margarita (como se llamaría su prometida), tendrían tres hijos, ella tres amantes porque él no le correspondía en plenitud las caricias ni los besos y él buscaría el amor...

Y lo encontraría.

Seguramente en una chica, alguien de personalidad brillante y con el nombre más bonito del mundo, pero ella no podría corresponderle al saber que estaba casado y...

Todo su melodrama imaginario se vio roto a los trece, cuando finalmente dio aquel primer beso que, siempre pensó, le llevaría a mil desventuras hasta lograr una aventura real.

Fue con Dero.

Había sido un día particularmente raro, es decir, al levantarse no encontró a nadie en el arca y desayunó a solas.

Había sido un viernes, aquella noche Mikk debería ir por él... No lo hizo.

Pasó casi todo el día encerrado, ignorando aquellas mariposas que cuidaban de él en silencio, ignorando las imágenes escalofriantes de algunos akumas que rondaban los pasillos e ignorándose a sí mismo.

Sólo estuvo allí, sentado en una esquina de su oscura habitación, con los ojos cerrados y pensando...

¿En qué pensaba?

No lo sabía.

Desde la amputación de su brazo, un "algo" llegó a él, a veces se encontraba a sí mismo mirando al vacío, pensando cosas que no entendía y tarareando canciones que no conocía.

Era un alma musical.

Así lo consideraba, incluso con su falta de talento en tal arte, por eso sólo lo disfrutó.

E ignoró aquella voz susurrante en su cabeza, le causaba migrañas y mal humor.

Deseaba entender lo que decía, pero cada vez que cerraba los ojos y se centraba en escucharle, descifrar sus palabras, su brazo latía.

Intentaba advertirle, pero él no lo sabía.

Eso había estado haciendo en ese momento hasta que su puerta fue pateada y Jasdero entró, cerró la puerta a sus espaldas y se escondió bajo la cama.

Noah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora