Capitulo 17 - Un fin de semana.

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[Sábado, trece de agosto, dos mil once. Seis de la mañana]

Llegó, tocó el timbre de la entrada principal, y esperó unos segundos. Regina la recibió.

-Mamá, ya te puedes ir, ya me abrieron –Dijo Layla, ya que su mamá estaba esperando en un taxi.

-Ok. Se van con cuidado –Dijo Antonia.

-Si mamá.

Layla se metió a la casa del papá de Regina. Ahí estaba el señor.

-Papá, ella es Layla –Dijo Regina – Y el es Pablo.

-Mucho gusto, señor –Dijo Layla.

-Lo mismo digo. –Dijo Pablo - ¡Y bien! ¿Nos vamos?

-Sí –contestó Regina.

Llegaron a la estación, Pablo compró los boletos y subieron al primer tren. Buscaron un vagón solo, y se metieron.

-¿Y en cuanto tiempo llegaremos? –Preguntó Layla.

-En cuatro horas –Contestó Regina

-¿enserio? ¡Vaya! Esto será un infierno –Dijo Layla.

-¿Por qué lo dices?

-Porque en Alemania, una vez fui en tren y morí de la flojera –Dijo Layla.

-Bueno, es México, supongo que es diferente –Dijo Regina.

-Eso espero, pero… -comenzó a decir Layla, pero se distrajo con la persona que acababa de abrir la puerta del vagón.

-¿Regina? –Preguntó el chico.

-¿Luis? –Preguntó Regina, sonriendo - ¿Cómo sabías que estoy en este vagón?

-Te vi pasar cuando buscaban uno –Respondió Luis – ¿Vas al rancho de tu padre?

-Sí –Contestó Regina – Y tu ¿Qué hacías aquí en la ciudad?

-Me mudaré –Contestó Luis – Es solo, que se me olvidaron algunas cosas. ¿Pasarás el fin de semana ahí?

-Sí. Adivino, tu también –Dijo Regina.

-Sí. ¿Y quién es ella? –Preguntó Luis, viendo a Layla.

-Ah! Es mi amiga Layla –Dijo Regina – Y el es Luis.

-Hola –Dijo Layla, Luis respondió el saludo.

Pasaron la tarde hablando, Layla no les ponía atención, se la había pasado observando por la ventana todo el tiempo. Después de una larga espera, el tren se detuvo, se pusieron de pie y bajaron del tren.

-¿Y de aquí a donde vamos? –Preguntó Layla.

-Ah! Solo caminaremos poco –Contestó Regina – Y llegaremos rápido.

-Ok.

Lo que había dicho Regina, era cierto, llegaron rápido. Entraron al rancho y una señora se acercó inmediatamente a Regina.

-¡Muchacha! ¿Cómo estás? –Preguntó.

-Bien, nana. Ella es Layla –Dijo Regina –Mi amiga.

-Hola, señora mucho gusto –Dijo Layla.

-Y ella es mi nana, Mari –Dijo Regina.

-Lo mismo digo muchacha –Dijo la señora – Y bien ¿Se hospedara en tu cuarto?

-Sí, nana, solo pasaremos aquí el fin de semana –Contestó Regina.

-¿Por qué no se quedan un poco más de tiempo?

-Porque tenemos que estudiar.

Llegaron a la recamara, era grande, tenía dos camas, un baño, y un ropero.

-¿Salimos? –Preguntó Regina, Layla solo asintió – Quiero que conozcas a todos los caballos.

Salieron de la casa, cruzaron un campo y llegaron a un establo.

-¿Quieres montar un caballo? –Preguntó Regina.

-No, nunca en mi vida he montado uno –Contestó Layla asustada.

-Hoy podría ser tu primer día – Dijo Regina, un señor le dio un caballo - ¡Vamos! Te enseño

-No, Regina, de verdad, no creo poder –Dijo Layla.

-Si puedes.

Subieron al caballo, y fueron al campo.

-Sostente bien –Dijo Regina.

-Ok.

-Solo tienes que hacer esto… -Regina le explicó todo.

No tenían más de media hora montando a caballo cuando…

-Regina no me siento bien –Dijo Layla tocándose la cabeza.

-Hay no es para tanto, sé que te duelen las piernas pero…

-No, Regina es enserio –Dijo Layla.

Regina giró la cabeza, para ver a Layla.

-Layla, estas sangrando –Dijo.

Layla se tocó debajo de la nariz y sus dedos se llenaron de sangre.

-Oh! Por dios –Dijo Layla. Intentó bajarse del caballo, pero lo mareada hacía que le fuera imposible.

-Espérate, no te puedes bajar –Dijo Regina – Le hablaré a José para que te ayude.

Comenzó a llamar al hombre, y el llego de inmediato.

-¿Qué se le ofrece niña? –Preguntó el hombre amablemente.

-Ayuda a mi amiga a bajarse del caballo.

El señor hizo lo que Regina le había ordenado. Layla apenas tocó el piso con sus pies, cuando ya se encontraba tendida en el suelo, gracias a un desmayo.

-Vamos, cárgala, llevémosla a la casa –Dijo Regina.

Otro hombre llegó y se llevo los caballos. Llegaron a la casa y Mari se acercó de inmediato.

-¿Qué paso? –Preguntó.

-No se sentía bien, pero es raro, el cielo está nublado, no pudo haber sido el sol. Aparte en el tren comimos –Dijo Regina.

-¿Quiere que le hable a un doctor? –Preguntó Mari.

-Si, por favor.

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