Antonia entró a la oficina del doctor que se encargaba de la salud de Ernest. Le habló sobre el traslado. El doctor recomendó dejarlo descansar y después verían su salud.
Layla y Dagna llegaron a la casa. Regina había salido con Roberto. Dagna acomodaba sus cosas en el cuarto, mientras Layla se daba un baño. Tardó mucho, así que Regina alcanzó a llegar.
–Layla, ¿Averiguaron algo? –Preguntó confundiendo a Dagna con Layla, ya que esta se había puesto el gorrito invernal de Layla.
–Ah! Yo no soy Layla, pero te puedo hablar de lo que averiguaron –Dijo Dagna mirando a Regina.
– ¿Quién eres tú?
Layla salió del cuarto de baño, y las miró sorprendida.
–Veo que ya se conocieron –Dijo–.
–No, quien es ella –Dijo Regina.
–Ah! Es Dagna, es una amiga de Alemania –Dijo Layla.
–Y tu… eres Regina –Dijo Dagna sonriendo.
– ¿Cuándo aprendiste a hablar en español? –Preguntó Layla mirando a Dagna extrañamente.
Días después…
Lerman, Logan y Antonia, se encontraban en el cuarto del hospital en el cuál, Ernest estaba internado. Logan Norrinson, se encargaba de revisar su salud. Ernest, estaba confesando todo lo que había hecho. Ahora sí, después de esto, Roosevelt y él, pagarían por lo que le habían hecho pasar a Antonia.
Horas después, le pidieron a Antonia la prueba de ADN, ella les entregó los resultados y le dijeron que podía retirarse a su casa. Antonia hiso caso y llegando a su casa, descansó, después de haber tenido un día pesado.
“…Permaneció callada. El se dio cuenta de su presencia y se dirigió hacia ella. La apuñaló directamente en el corazón, ella lo miraba a los ojos, pero minutos después, estos se cerraron y cayó muerta, al suelo...”
– ¡Layla! Te estoy hablando –Dijo Regina –. Dagna es la única que me pone atención.
–Perdón, es que me entretuve en el libro –Se disculpó la chica –. Sigue hablando, ya te escucho.
–Ya había acabado –Dijo Regina –. ¿Tú qué opinas Dagna?
–Pues, tu y el harían linda pareja –Dijo Dagna, sonriendo.
– ¿Quién y quién? –Preguntó Layla, ahora sí, interesada.
–No. Sigue leyendo –Dijo Regina.
– ¡Por favor! Dime, te pondré atención –Layla exigió, pero sus amigas comenzaron a reírse –. ¿De qué se ríen? No entiendo nada.
–Solo era una pequeña bromita porque sabía que no me pondrías atención –Dijo Regina para después ponerse de de pie y bajar al primer piso.
Se oían sus pasos al bajar las escaleras, para después terminar con un portazo.
Layla tomó el libro y continúo con la lectura, sin prestarle atención a lo que acababa de pasar.
Iba caminando, la chica se dirigía hacia el parque en el que antes, siempre iba con sus amigos. Pensaba en todo lo que Pablo le había hecho. Una lágrima resbalo por su mejilla, y ella inmediatamente se la quitó, haciéndose la fuerte. Siguió caminando, hasta llegar a su objetivo, se sentó en una banca, conectó los auriculares a su celular y se colocó uno en cada oreja. Le subió todo el volumen a la música y se quedó ahí el resto de la tarde.
Ese día no pensaba drogarse, por mas difícil que le pareciera, creía que era momento de dejarlo. Subió a la acera después de cruzar la calle y comenzó a caminar hasta donde esta lo llevara. Su resultado, fue el parque en el cuál estaba Regina. Ella lloraba desconsoladamente. Miguel, confundido, se acercó a ella.
– ¿Estás bien? –Ella solo negó con la cabeza –. ¿Me puedo sentar?
Sin esperar respuesta se sentó al lado de ella, y la comenzó a observar. Observaba hasta el más mínimo detalle de su cara, para después comenzar a reírse. Ella lo miró confundida.
– ¿Qué pasa? –Preguntó.
–Tienes la nariz de Peter Pan –Dijo Miguel, para después rozar la nariz con la yema de su dedo índice.
– ¿Y eso te causa tanta risa? –Preguntó Regina de mala gana.
Cuando vivía con su mamá, la llevaba a ver a su abuela, y ahí veía a sus primos, ellos siempre se burlaban de ella, por su nariz.
–Sí.
«A mi no me causa risa» pensó Regina.
Se puso en pie y comenzó a caminar, Miguel, sin pensarlo, la siguió. Hasta llegar al Starbucks, ella pidió su café y se dirigió hasta el conjunto de una mesa y dos sillas, que estaba en el rincón. El frío apoderaba la ciudad, y un simple suéter no cubría lo suficiente su cuerpo frío, así que buscó al café para hacer esa tarea.
Esperó unos minutos, sola, para que después, Miguel llegue y ocupe la otra silla. Los dos bebían sus cafés sin hablar, Regina tenía su mirada perdida hacia la calle, y Miguel, solo la observaba. Seguía buscando algo en su cara, que ni él sabía que era lo que esperaba encontrar.
Regina, incomoda por la mirada del chico, se puso en pie y salió de la cafetería. De nuevo, seguida por él
– ¿Quieres dejar de seguirme? –Preguntó ella, después de unos minutos, mientras se detenía y lo volteaba a ver. La calle estaba sola, ya que ya había anochecido y el frío se volvía intenso –Quiero estar sola.
–No, no quiero dejar de seguirte –Dijo Miguel sonriente, mirándola – ¿A dónde vamos?
–A donde voy –corrigió la chica, para después dar media vuelta y seguir caminando.
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Positive vibe...
Teen FictionLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...