Layla caminó insegura por todo el pasillo. Antonia la seguía a unos pocos metros, ella sabía que a Layla no le gustaba estar cerca de alguien cuando estaba nerviosa. Entraron a la oficina y el doctor les indicó que se sentaran con un simple movimiento de la mano.
El habló con ellas, Layla solo miraba hacia el piso y Antonia tenía la mirada fija en el doctor para no perderse nada de lo que decía.
–Ahora la decisión es suya –Dijo el doctor –. ¿Quieren seguir el tratamiento?
Layla se puso de pie y salió de la oficina. Se dejo caer recargando su espalda en la pared, doblando sus rodillas y abrazándolas. La puerta de la oficina se abrió y Antonia se agacho al lado de su hija, para después susurrarle “No te dejes caer”.
–Ya caí.
Caminó por la acera, Dagna platicaba con Roberto y ella solo miraba hacia el piso, ni siquiera escuchaba lo que decían. Estaba preocupada, ya que Layla había ido al hospital hace días y desde ahí se había comportado muy extraña.
– ¡Regina! –Gritó Roberto –. ¡Andas en las nubes!
La chica sonrió y después volvió a sumergirse en sus pensamientos. Roberto revoleó los ojos, para después despedirse e irse.
– ¿Qué pasa? –Preguntó Dagna.
–Layla. Ha estado muy rara desde que fue con el doctor –Contestó Regina –. Se comporta indiferente. Nada le gusta, todo le molesta.
–Sí, pensé que era la única que lo había notado.
– ¡Layla! Necesito que te calmes –exigió el doctor.
–Es que no quiero que me inyecten eso –Dijo Layla mientras se resistía a que le inyectaran la quimioterapia.
–Es necesario.
La chica dejó de forcejear y miró hacia el techo. Inyectaron la quimioterapia y una mueca de dolor apareció en su rostro. Después las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. Layla cerró sus ojos fuertemente y una vez que el doctor tenía mucho de haber salido, gritó, gritó muy fuerte. Su cuarto estaba en un largo pasillo, hasta el final. Era el único en ese gran pasillo, así que nadie la escuchó.
Llenó sus pulmones de aire y después suspiró.
– ¿Lista para irnos? –Preguntó Manuel entrando al cuarto, después de unas horas. El se había vuelto el acompañante de Layla en sus quimioterapias, por lo que ella le agradecía mucho –. Ok, ponte tu suéter.
Layla obedeció, para después salir de aquel hospital mareada y caminando con el apoyo de Manuel. Tomaron un taxi y se dirigieron hacia la casa de Layla. Bajaron del taxi, Manuel esperó a que Layla entrara a la casa, para después irse a su departamento.
Entró a la casa. En ella estaba Antonia con unas amigas de su trabajo. Layla les sonrió y después se dejó caer en uno de los sillones de la sala de estar. Antonia se acercó.
– ¿Cómo te fue?
–De lo peor. Me dolió aún más.
–Lo tienes que hacer.
– ¿Cuándo acabará?
–Cuando estés dispuesta a hacerte todo el tratamiento.
Layla miró hacia otro lado, sus ojos se cristalizaron. Antonia le giñó un ojo y después volvió a ir con sus amigas que estaban sentadas en el comedor.
– ¿Y bien? ¿Qué te dijo? –Preguntó Regina al siguiente día, mientras caminaba con Dagna hacia la preparatoria.
–Pues que está dispuesta a seguir con su tratamiento, pero con una condición extraña –Regina la miró desconcertada –. Que si algún día se cansa y ya no quiere seguir, no la obliguemos –Dijo –. La verdad si la vi muy cansada. Además, cuando me dijo esto, quería llorar. Sus ojos se habían cristalizado. No sé si voy a seguir insistiéndole que siga con esto que tanto le hace daño.
–Es por su bien –Dijo Regina insegura.
– ¿Por su bien? ¿Ese dolor es por su bien? ¿El cansancio también? –Preguntó Dagna preocupada –. ¡No lo creo!
– ¿Qué pasa si eso la está desgastando más? –Preguntó Regina, mientras entraban a la preparatoria.
–Eso lo veremos con el paso del tiempo.
Dejó su libro a un lado y miró al chico que acababa de entrar a la habitación. Este se sentó a un extremo de la cama y le sonrió.
– ¿Qué hacías? –Preguntó.
–Leía –Contestó Layla –. ¿Cómo vas con Regina?
–Bien, gracias. Y tu…
–Sí bienes a rogarme de que siga con el tratamiento, ya no es necesario… –Comenzó a decir Layla, para después hablarle sobre la condición que le había dado a Dagna.
– ¿Estás segura? Layla… ¿Te has puesto a pensar en el daño que nos harías a todos?
–Sí, y ya me he quejado mucho de eso, porque nadie piensa en el daño que me hacen a mí al obligarme –Dijo Layla –. Además esto me desespera. Sé que les haría daño, pero ¿No les dolería mas verme todos los días del tratamiento desgastada?
–Pero es por tu salud.
–Más bien, me siento mal cuando me hacen una quimioterapia o un trasplante. Me siento mejor cuando no me han puesto nada –Comentó Layla.
–Ok. Solo quiero pedirte que cuando te sientas mal, vomites, te sangre la nariz, o cualquier cosa… nos avises ¿Ok?
Layla asintió y el chico salió de la habitación. « ¡Me está matando esto! ¡La quimioterapia me debilita aún más!» Pensó.

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Positive vibe...
Teen FictionLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...