Capitulo 49 - Confesión.

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Antonia le habló de lo sucedido a Layla y Dagna, después de que Norrinson la fue a dejar a su casa.

– ¿Mi papá en la cárcel? – Preguntó Layla. Antonia asintió –. Bueno, pues voy a acompañar a Dagna a su casa.

–Imposible –. Dijo Dagna.

– ¿Y eso?

–Mis papás murieron hace un año, en ese caso, acompáñame al orfanato –Dijo Dagna tristemente –. Con lo único que me quede de ellos, es su dinero.

–Nada de eso, no te vas al orfanato, te vienes con nosotras – Dijo Antonia –. Vamos, quiero tener otra hija.

–Bueno ¿Y usted va a recoger a todas las amigas de Layla? –Antonia se rió.

Días después…

Antonia, Layla y Dagna llegaron al hospital, y entraron a la sala de espera.

– ¿Cómo sigue Ernest? –Preguntó Layla.

–Lo tuvieron que operar para sacarle el vidrio y ya despertó –Contestó Lina.

–Ah! ¿Puedo pasar a verlo? –Preguntó Layla. Lina asintió. Las tres que apenas habían llegado, entraron al cuarto, en el cuál, Ernest estaba internado – Quiero que me expliques, porque diablos escondiste a Jack de su propia madre –Ernest la miro asustado.

–Layla…

–Déjala, Antonia, ustedes tienen derecho de saber –Dijo Ernest.

–Yo… voy a salir –Dijo Dagna.

–No es necesario, ya eres de la familia, pero… como quieras –Dijo Antonia.

–Vale, me quedo. Hable señor. –Dijo Dagna, sentándose en el sillón que había en el cuarto, seguida de Layla y Antonia.

–Antes que nada, perdónenme, de verdad estoy muy arrepentido. –Dijo Ernest, para después comenzar a recordar todo lo sucedido, mientras al mismo tiempo, les confesaba todo.

«Salí de la casa molesto, tomé un autobús y me dirigí a casa de mi madre, dejando a Antonia sola. Yo no sabía que ella estaba sangrando y por eso me fui sin preocupaciones. Llegué con mi madre, todos mis hermanos estaban ahí, ya que había una cena “importante”. Apenas hablé unos minutos con ellos, cuando recibí una llamada. Era un número desconocido. Contesté.

– ¿Bueno? 

–Señor Ernest, soy su vecino, Antonia esta en el hospital –Dijo el vecino, me hablaba molesto.

Terminé la llamada, me puse de pié rápidamente y me dirigí al hospital. Llegué y entré rápidamente. Tenía mucho miedo de lo que pasaría, en mi mente ya pasaba a mi hijo muerto y Antonia odiándome más » Al decir esto, Antonia se estremeció. Por sus mejillas resbalaban un par de lágrimas « Me dirigí hacia la recepcionista y ella me mandó a una sala de espera. Cuando entré a esta. Se encontraban, el vecino, su esposa y Layla. Corrí y la cargué.

Unas horas después, el doctor salió, y dijo que el parto había salido bien. Nos habló sobre el problema de nerviosismo, con el que cargaría mi hijo, para toda la vida, por mi ignorancia y culpa. Quería regresar el tiempo, estaba muy arrepentido de todo lo que le había hecho a Antonia. Y sin pensarlo, para remediar el dolor de ella, decidí hablar con el pediatra que había estado en el parto y que ahora cuidaría de nuestro bebé. 

–Doctor, ¿Cuál es el pediatra encargado? –Pregunté yo. 

–El Doctor Roosevelt. 

Yo salí disparado de ahí y por fortuna, el pediatra apenas salía del área de los partos. Supe que era él, gracias a la tarjeta que llevaba pegada en el lado derecho de la bata. Me dirigí hacia él.

–Quiero hablar con usted –Dije –. Se trata sobre el parto en el que acaba de estar.

–Disculpe señor, llevo prisa –Dijo Roosevelt.

Yo lo detuve e insistí en hablar con él, hasta que Roosevelt se rindió y decidido, habló conmigo. Le dije que quería que hiciera pasar a mi hijo por muerto. Que le diera a Antonia el acta de nacido muerto, y que esto quedaría entre nosotros. El dijo que solo aceptaba si yo le pagaba una buena recompensa y yo acepté. El se dirigió hacia su oficina, para después volver con el acta, hacían falta unas firmas, pero Roosevelt dijo que él se haría cargo de todo, para después irse hacia donde habían realizado el parto.

Unas horas después, Roosevelt se acercó a mí, y me dijo que podía pasar a ver a Jack al área de Pediatría y yo salí disparado hacia ahí. Cuando llegué me percaté de que el bebé aún era muy pequeño. Roosevelt me dijo que tendría que dejarlo unos meses en el hospital, que no me preocupara porque él se encargaría de él, y nadie nos descubriría.

Días después Antonia volvió a la casa, lloraba y me dio la noticia de la supuesta muerte de mi hijo. Dese ahí decidí ya no hacerle más daño, después de todo el que le había hecho. 

Esperé dos meses, cuando recibí una llamada del hospital. Era Roosevelt, diciéndome que podía pasar por mi bebé. Fui al hospital, apenas iba hacia pediatría, cuando te vi ahí, estaban ingresando a Layla al hospital. De su nariz salía mucha sangre. Antonia lucía preocupada. Ella me vio y me preguntó.

– ¿Qué haces aquí? –Yo la ignoré y me dirigí hacia donde llevaban a Layla.

Esa misma tarde, saqué a mi hijo del hospital y lo dejé cerca de un basurero, escondido.

Al día siguiente, yo estaba en mi casa, cuando Antonia entró y me dio la noticia de que mi hija, Layla, tenía leucemia. Tuve miedo de que mi trauma por no hacerle daño a Antonia, terminara en alejar también a Layla de ella, así que huí. Fui al basurero donde había dejado al niño. Y tomé un autobús para dirigirme a Berlín, con mi otra familia, la cual visitaba los fines de semana. Les dije a ellos, que me había encontrado al bebé en un basurero y lo registramos como nuestro hijo. Le puse de nombre Jack, porque Antonia así quería que se llamara. 

Días después, le deposite el dinero a Roosevelt en una cuenta. »

– ¿Cuánto costo para ti nuestro hijo? –Preguntó Antonia, tenía la mirada perdida.

–Antonia, eso es lo de menos –Dijo Ernest.

– ¡DIME! –exigió.

–trescientos mil pesos.

Antonia salió de ahí sin decir nada, estaba realmente molesta. Dagna había salido a mitad de la historia. Layla intentó salir de la recamara, pero Ernest la detuvo.

–Perdóname –Dijo Ernest –Realmente estoy arrepentido, y ahora entiendo que eso que hice le daño más a tu mamá, y quiero remediar esto, me entregaré a la policía. Pero solo quiero su perdón.

– ¿Remediar? –Preguntó Layla, abriendo la puerta del cuartillo – Esto no tiene remedio. ¿Y perdonarte? No.

–Layla, por favor, perdóname –Dijo Ernest, pero Layla salió del cuarto sin decir más.

Cerró la puerta y se tapó la boca con la mano, dejando salir muchas lágrimas. Alguien se acercó y le dio abrazo tímidamente, Layla miró a esa persona a la cara y era Jack. 

–Entiendo todo lo que está pasando –Dijo el chico susurrando –Entiendo que tu eres mi hermana, así como entiendo que Ernest les hiso mucho daño. 

Layla le respondió el abrazo.

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