Capitulo 69 -Distraída.

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–Bueno, me voy –Dijo Jahir.

– ¡No, espera! Tenemos que hablar

– ¿Hablar? ¿De qué?

–De lo que acaba de pasar.

–Ya dije, eres libre. –Dijo Jahir –. A demás, ya elegiste a quien querías.

– ¿Elegir? ¿Tengo que elegir?

–Pues, somos dos, no uno.

– ¡Jahir! –Exclamó Layla molesta.

–Perdón.

–Yo estoy… confundida –Dijo Layla –. Sé que te quiero a ti, y a él… ¡No siento nada por él! Sin embargo no me explico lo que está pasando.

–Lo entiendo –Jahir se tranquilizó –. Algo parecido me pasaba con Eleanor. Así me di cuenta de que solo era algo pasajero, en cambio, contigo era real… es real.

Regina y Miguel caminaban por la acera, cuando se acercaron a los chicos.

–Hola –Saludaron al unisono.

–Hola –Layla fingió una sonrisa.

– ¿Pasa algo? –Preguntó Miguel.

–No, yo ya me iba –dijo Jahir, para después darse media vuelta y alejarse.

– ¿Pelearon? –Preguntó Regina.

–Sí, fue mi culpa –Contestó Layla.

– ¿Y eso?

–Vamos a la casa –Exigió Layla.

Llegaron a la grande casa blanca, Layla no se detuvo a platicar, y solo corrió hacia su habitación, para luego, recostarse sobre la cómoda cama. Minutos después, Dagna entró y al igual que Layla se acostó, pensativa. Regina, entró también al cuarto y miró a Layla, para después romper el silencio.

– ¿Qué pasó? –Preguntó, sentándose en la cama, al mismo tiempo que Layla y Dagna se incorporaban.

–Me besé con Manuel, Jahir nos vio y mi enfermedad… ¡Me harán de nuevo un trasplante! –Dijo desesperada.

– ¿Qué? ¡Layla! ¿Te das cuenta de lo que significa? –Preguntó Dagna.

–Sí, que todo ese sufrir de las quimioterapias ha sido en vano, y que todo ese estrés que me sofoca, es solo para que después me digan que moriré, y que no hay más remedio –Dijo Layla.

– ¡No digas eso! Saldrás de esta –Dijo Regina.

–Es que yo ya estoy cansada de quimioterapias y trasplantes. Ya no quiero más. ¡Estoy harta! ¡HARTA!

–Relájate. Layla, ¿Te das cuenta del dolor que le causarías a Antonia, a nosotras… a Jahir? –Preguntó Dagna. Layla suspiró frustrada y después asintió mirando a Dagna –. ¿Entonces?

– ¿Y ustedes no se dan cuenta del dolor que me están causando a mi? ¿No se dan cuenta de lo que es sentir que las venas se te queman? ¿No se dan cuenta lo que es que te hagan trasplantes a cada rato? ¿No se dan cuenta de lo que he sufrido todo este tiempo? –Preguntó Layla, ya con lágrimas en su rostro –. No, ustedes no se dan cuenta. Porque yo no siento NADA.

–Layla, no digas eso –Dijo Regina con una voz abrazadora –. Nosotros sabemos muy bien que a la que más le causa dolor, es a ti. 

Layla se quitó las lágrimas de su rostro, con el extremo de las mangas del suéter. Miró a sus amigas con tranquilidad y se recostó en la cama, tapándose completamente en cuerpo con la sabana.

–Quiero dormir –Dijo como una niña al exigir una muñeca.

Dagna miró a Regina desconcertada, y esta se encogió de hombros, para que después, las dos salieran del cuarto, apagando las luces.

«…Ella corrió en dirección al cuarto, pero para su sorpresa, chocó contra una pared.

Las luces se volvieron a encender y Layla se encontró en otro cuarto. En él, había personas reconocibles para la memoria de Layla. Consistía en Pablo, el hombre que conducía aquel carro en el accidente, su esposa, los papás de Dagna y el padre de Jahir.

Layla los miró asustada y gritó “¿Ustedes que hacen aquí? ¡Están muertos!

– ¿Vienes con nosotros? –Preguntó Pablo.

–No, suéltenme –Gritaba Layla. Uno de ellos la tomó de la cintura y la tiró al suelo, subiéndose arriba de ella, para evitar que huyera.

Tomó un puñal y estaba a punto de encajárselo a la chica en el pecho, cuando…»

– ¡No! –Gritó Layla mientras se incorporaba en la cama. La habitación seguía sola, Layla se puso de pie y se dirigió al cuarto de baño. Se lavó la cara y se observó en el pequeño espejo, pegado en la pared. Estaba totalmente pálida, sus labios no tenían color y alrededor de sus ojos, había un tono obscuro –. ¿Qué pasa? –La nariz comenzó a sangrar y Layla sintió ganas de vomitar. Se aproximó al escusado y expulsó sangre, manchándose así la ropa y la barbilla. Se lavó de nuevo la cara y salió inmediatamente del baño, para tomar un cambio de ropa y volver a meterse. Se dio un baño y miró la ropa sangrada –. Pero… ¡¿Qué Diablos?!

– ¡Layla! ¿Pasa algo? –Preguntaba Dagna al otro lado de la puerta, dando golpes secos.

–No, estoy bien –Contestó Layla, elevando la vos para que la chica la escuchara.

– ¿Segura? –Preguntó una segunda voz, que era más que reconocible para Layla. Era Jahir.

–Sí.

Se puso la ropa limpia y metió la ropa sangrada en una bolsa negra. Bajó al primer piso y ahí estaban Regina, Dagna, Roberto, Miguel y Jahir. La observaron, para después mirar la bolsa.

– ¿Qué llevas ahí? –Preguntó Dagna.

–Nada –Dijo Layla para después salir y dejar la bolsa en un bote que contenía basura. Volvió a la casa y se encontró con las miradas desconcertadas de sus amigos – ¿Pasa algo?

–Es lo que nosotros queremos saber –Dijo Miguel. Layla lo ignoró y miró hacia la televisión.

– ¿Qué están viendo? –Preguntó.

–Una película sobre mentiras –Contestó Regina haciendo énfasis en la última palabra.

–Regina, lo que hay en esa bolsa, no es nada importante –Dijo Layla –. Si no me crees, ve y revisa.

Por dentro, estaba preocupada ya que no quería que vieran el contenido.

–Ya, está bien, te creo.

« ¿Más mentiras?» Se preguntó Layla «Después de todo lo que Antonia no me había contado sobre sus familiares, de que me haya enterado que mi padre nos dejó por mi enfermedad, de que tenga otro hermano y no lo haya sabido, después de todo eso ¿Tengo el descaro de echar otra mentira?»

–Vamos, siéntate y ve esa película con nosotros –Dijo Miguel. Layla miró a Jahir y este le quitó la mirada al instante.

Terminó la película y todos hablaban sobre los sucesos de esta.

–…Layla, ¿Tu qué opinas? –Preguntó Roberto. Layla tenía la mirada perdida, y no se había dado cuenta de que le hablaban –. ¡Layla!

– ¿Mande? –Reaccionó.

–Estás muy distraída –Comentó Jahir –. Más bien, pérdida.

–Estoy bien –Dijo Layla sonriéndole al chico, esperaba que el la ignorara, pero para su sorpresa, también sonrió.

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