Capitulo 55 - "Ha muerto"

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Regina, Roberto, Dagna y Jahir, se retiraron a descansar. Todos durmieron en casa de Layla. Jahir y Roberto en una cama, Dagna y Regina ocuparon la otra.

Miguel se encontraba en la sala de estar de su casa. Esta nervioso, ansioso y tenso a la vez. Tenía la mirada perdida. Maricela había querido acompañar a su amiga al hospital, pero se tenía que ir a trabajar.

Jahir no había dormido. «Fue mi culpa» pensaba. « No la tuve que haber dejado sola. Su hubiera visto su cara, me hubiera dado cuenta de que algo andaba mal en ella. Tuve que haber insistido. ¡Es mi culpa! »

Horas después, despertaron. Roberto y Jahir, fueron a sus casas a darse n baño. Dagna y Regina hicieron lo mismo. Para que una hora después, fueran de nuevo al hospital, esta vez, acompañados por Miguel.

Entraron a la sala y estaba vacía. Minutos después, el doctor entró.

–Pueden pasar a ver a Layla –Dijo –Pero no despertará.

Entraron al cuarto. Layla estaba más pálida que nunca. Sus labios estaban completamente secos. El contorno de sus ojos, estaba en un tono negro. Ella tenía una venda que le cubría toda la cabeza a excepción de la cara.

Todos salieron del cuarto después de una hora, menos Jahir.

–Vamos a dar una vuelta –Dijo Miguel dirigiéndose a Regina.

Ella asintió. Caminaban por los pasillos del hospital, los dos iban callados. Regina veía por todas las ventanas de los cuartos. Terminaban el pasillo, quedaba una ventana. Cuando Regina se asomó por la ventana. Se asombró, para que después una lágrima saliera por cada ojo.

– ¿Qué pasa? –Preguntó Miguel, para que después al ver a través del vidrio se quedara sin habla.

Justo en ese momento, un doctor entraría por la puerta de ese cuarto, si no se hubiera visto bloqueado por Regina, que se había parado en frente de él.

– ¿Qué le pasó? –Preguntó.

–Lo golpearon. Se desangró, su vida corre peligro –Dijo el doctor.

– ¿Ha despertado? –Preguntó Regina.

–Está delirando a cada rato –Contestó el doctor.

– ¿Puedo pasar a verlo? –Preguntó Regina, para después ver a través del vidrio y susurrar –. Es mi papá.

El doctor asintió mirándola. Regina abrió la puerta del cuarto lentamente y entró insegura. Se acercó a Pablo y le agarró la mano. Este despertó de milagro y la miró.

–Perdón –susurró. Regina no dijo nada. Ella lloraba desconsoladamente –. No me quiero ir hasta que me perdones.

–Papá, todavía no te vas a ir – El asintió –No, se fuerte.

–Solo quiero que me perdones –Dijo Pablo, se veía muy débil. – ¿Me perdonas? –Regina asintió. El estaba siendo sincero –. De verdad estoy muy arrepentido. No aproveché que al fin viviríamos juntos. Al contrario, te alejé. 

–Papá, no te preocupes por eso. Ahora tienes que ser fuerte, para salir de este hospital con vida –Dijo Regina –. Podemos vivir juntos y….

–Regina, eso no podría ser –Dijo Pablo.

–Sí, papá, si es posible, pero esto depende de to –Dijo Regina. Un par de lágrimas salieron de los ojos de Pablo. Estas eran reales y sinceras –. ¿Quién te hiso esto?

–No lo recuerdo –Dijo él. Regina le quitó las lágrimas a su padre con su dedo pulgar –Regina.

– ¿Mande? –Ella lo miró a los ojos. Este hacía lo mismo, pero esta vez, sus ojos eran diferentes. La mirada hacia su hija había cambiado, ahora brillaba.

–Te amo –Dijo. Cerró los ojos y la máquina que estaba al lado de él, comenzó a sonar. El había dejado de respirar, se había ido.

Regina salió corriendo del cuarto y le exigió al doctor que se metiera. El doctor hiso caso, se metió, para después mirar a Regina.

–Ha muerto –Dijo.

– ¡Haga algo! –Exigió de nuevo. 

–Ya no puedo hacer nada, se lo había dicho señorita, su vida corría peligro.

Regina caminó hacia su padre.

–Papá despierta –susurró –. No te duermas, tenemos mucho por hacer juntos –Decía – ¡Papá! ¡Despierta! ¿Recuerdas cuando me llamabas “Mi princesa”? ¿Recuerdas cuando dijiste que el día en que me casara, me entregarías, ahí, en la iglesia? ¡Me lo prometiste! No puedes faltar a tu promesa –Dijo. Se quedó callada. «Fue Miguel. ¡Él lo golpeó!» Pensó, para después recordar la noche en que Miguel la defendió. Salió del cuarto y se dirigió hacia el chico – ¡Tu lo mataste!

– ¿Yo? –Preguntó él.

–A mi papá lo golpearon. TÚ lo golpeaste –Dijo Regina. Se acercó a él y llorando, comenzó a golpearlo en el pecho, con los puños cerrados. El la abrazó y esta comenzó a llorar más.

–Yo no fui – Le dijo al oído –. Yo solo le golpeé la nariz y el después huyó –comenzó a susurrarle en el oído –. ¿Me crees?

Ella asintió y se calmó. Dejo de forcejear para que el no la abrazara.

Dos días después…

Se encontraba parada en frente de la tumba de su padre.

–Te prometo que haré lo que tú y yo queríamos hacer juntos.

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