Capitulo 56 - Ya estoy aquí.

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Meses después…
«Jahir estaba en el cuarto, miraba a Layla y le acomodaba el cabello atrás de su oreja, delicadamente. Por los ojos del chico, salían un par de lágrimas. Hace meses que Layla estaba en estado de coma, gracias a que la herida se había infectado y el trasplante de médula ósea no le había ayudado en nada. Minutos antes, Antonia les había dado la noticia de que ya habían condenado a Roosevelt. Tendría que estar dieciséis años en la cárcel.
Ese día era especial. Todos se llevarían una sorpresa en el cumpleaños de Layla. La chica cumplía diecisiete años.
–Nunca supe que fuimos –Le dijo Jahir a Layla –. Layla, yo te esperaré el tiempo que sea necesario, pero necesito que despiertes. Te necesito. Así como Regina, siempre está triste por la muerte de Pablo y porque tú estás así. 
»Extraño cuando íbamos al lago. ¿Lo recuerdas? Esas risas que compartimos juntos ahí. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Yo te defendí de un brabucón y ese día, fue la primera vez que nos mojamos bajo la lluvia. –Jahir rió –. Pero, ese día se vio arruinado, por tu padre. Él peleaba con Antonia. Tú te molestaste y yo me fui. –Se quedó un momento callado, para que después las lágrimas comenzaran a salir más rápido –. Despierta –Comenzó a susurrar. Ese nudo en la garganta hacia difícil el pronunciar las palabras – Te necesito. –Se acercó a ella y le plantó un beso en los labios. Ella permanecía ahí, inmóvil –. Layla, voy a estar aquí, si es necesario por siempre. SIEMPRE. –Pronunció esas palabras con delicadeza. Después sintió que todos esos días, cuando él le hablaba a Layla, eran en vano. Se puso de pie y estaba decidido a salir del cuarto cuando…
–Jahir –Una voz débil, que apenas podía pronunciar unas palabras –. Te he escuchado. No tienes que esperar mucho, porque ya estoy aquí.
Jahir giró y miró a Layla. Esta hablaba, pero tenía los ojos cerrados, estaba muy débil. Se acercó.
– ¿Layla? ¿Has despertado? –Preguntó sorprendido. Ella asintió, para después abrir sus ojos. Esos ojos azules, miraban al chico con ternura – No lo puedo creer.
–Créelo, porqué…
– ¡Jahir! ¡Jahir! ¡Jahir! –Una voz gritaba. Layla se alejaba, el chico trataba de alcanzarla, pero era demasiado tarde, se había ido»
– ¡No! –Gritó al despertar.
–Has estado llorando mientras dormías –Dijo la señora Helena –. Vamos a ver a Layla. Le llevo regalos.
Jahir se dio un baño rápido, cepillo sus dientes y junto a su madre, salieron a ver a Layla. Entraron a la sala de espera, ahí estaba Antonia, sonriente.
– ¿Despertó? –Preguntó Jahir. Ella negó con la cabeza y parte de su felicidad se esfumó.
–Condenaron a Roosevelt, le han dado dieciséis años –Dijo.
– ¿Enserio? ¿No fue un sueño? –Preguntó el chico confundido.
–Jahir, te estás volviendo loco –Dijo Dagna.
Jahir la miró confundido, para después entrar al cuarto de Layla. Se encontraba igual que en su sueño. Estaba en estado de coma, por la misma razón. Se sentó al lado de ella, acercando un pequeño sillón. Como en su sueño, era el cumpleaños de Layla, cumplía diecisiete años. Jahir, al igual que en su propio cumpleaños, pasaría ese día en el hospital. 
– ¡Feliz cumpleaños pequeña! –Le dijo a Layla. El sabía que era en vano hablarle. Comenzó a mencionarle las mismas palabras que en su sueño. Creía que a lo mejor ella despertaría, esta vez no se vería arruinado, gracias a que no se encontraba dormido. Sus lágrimas no cesaban de salir, él la observaba con la esperanza de que ella hablara. Pero muy dentro de él, sabía que eso era imposible. Se puso de pie, esta vez no terminó las palabras, abrió la puerta y pasó lo que él quería. Layla había despertado, pero él no se dio cuenta, salió sin fijarse en ella.
Abrió los ojos, y observó a través del vidrio, ahí estaban todos sus amigos, algunos reían y otros solo estaban sentados. Todos traían regalos de cumpleaños, ella no sabía porque, ya que había perdido la noción del tiempo.
Por fortuna, alguien se dio cuenta de que Layla había despertado. Antonia entró corriendo al cuarto.
– ¡hija! –Dijo sorprendida entrando al cuarto–. Has despertado –Layla la miró.
–Yo… –Layla intentaba pronunciar unas palabras, pero no podía. Llevaba tiempo sin hablar –Yo…
–No hables si no quieres –Dijo Dagna entrando de la mano de Roberto.
Jahir entró corriendo y se acercó a ella.
–Sí despertaste, yo sabía que despertarías –Dijo.
–Yo solo… –Todavía no podía hablar.
Antonia se acercó y miró a su hija sonriendo. Ya habían entrado todos, Layla solo los miraba incomprensible.
–Mamá –Antonia asintió –Ya… estoy… aquí.
Unos doctores entraron e indicaron que salieran para hacerle un chequeo médico a Layla. Se sorprendieron al ver que la infección de la herida había acabado, lo único que era grave, era su enfermedad. Hacía tiempo que no le hacían una quimioterapia. Antonia no había querido ya que Layla moriría. 
El doctor que llevaba el tratamiento de Layla, indicó que tenían que esperar, al menos, una semana, para saber si podían aplicarle la quimioterapia.
–Doctor, yo… no me siento bien –Dijo Layla.
–Es normal, no te hemos puesto quimioterapia en dos meses –Dijo el Doctor –Pero ya la aplicaremos, ya verás que te sentirás mejor.

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