Jahir giró y la miró. El rostro afligido de la chica, le ponía los nervios de punta. Sonrió e intentando ablandar la situación, abrazó a la chica. Ella solo se quedó parada e inmóvil.
–Dime.
–Yo… –Sus nervios impedían que las palabras salieran con facilidad –. ¡No puedo!
–Relájate y no busques las palabras correctas, solo dilo –Dijo Jahir.
Layla le habló sobre eso que la tenía tan inquieta. Se lo dijo tal y como pasó. Jahir solo miró hacia la tierra.
–Perdóname.
–No, tienes razón. Yo no tengo nada que perdonarte ya que no somos nada –Dijo Jahir, tranquilizante –. Eres libre de hacer lo que quieras, aún si fuéramos novios.
–Pero…
–Layla, no tienes que darme explicaciones ¿Vale? –Dijo Jahir –. Al final del día, nadie es perfecto, y nunca actuarás de la manera que quieres.
–Gracias.
– ¿Por qué?
–Por entenderme.
–Solo… estabas en esa situación y, no sabías que hacer.
Layla asintió. Juntos, salieron del bosque, esta vez, un poco más calmados.
– ¿Le dirás a Layla? –Preguntó Dagna y Antonia se encogió de hombros.
–No sabría cómo –Contestó después de unos segundos. Se escuchó que alguien subía las escaleras y se quedaron calladas.
– ¿Pasa algo? –Preguntó la chica al entrar a la habitación.
–No, no pasa nada –contestó Antonia, para después salir insegura, de la habitación.
–Anda rara, ¿No crees? –Preguntó Layla, mirando a su madre.
–No lo creo –Contestó Dagna. «Ya buscará la forma de decirle» Pensó.
–Por cierto, mañana voy a un chequeo médico –Dijo Layla –. Estoy nerviosa.
–Tu tranquilízate ¿Vale?
Al día siguiente…
–Mamá, corre, se te hará tarde –Decía Layla, mientras le daba el maletín de trabajo a su madre.
–Me voy. Vas al doctor y no dudes en llamarme si es necesario –Dijo Antonia –. Layla. Mírame. Me llamas.
–Sí mamá, aunque no será necesario.
Se dio un baño y salió casi disparada de la casa. Tomó un taxi y se dirigió al hospital.
Caminaba por los pasillos torpemente, gracias a los nervios. Llegó a la oficina del doctor que la atendía y este la miró con seriedad.
–Estuve examinando el avance de tu enfermedad –Dijo el doctor –. Siéntate.
– ¿Avance? ¿Qué avance?
–Bueno, la quimioterapia que habíamos programado en unas semanas… la adelantaremos –Dijo el Doctor –. Si puedes, hoy mismo la ponemos y…
–Puedo, pero… no traje acompañante –Dijo Layla –. Espere, haré una llamada.
Salió de la oficina y buscó entre sus listas de contactos de su celular. Era nuevo y solo tenía el celular de Antonia, Dagna, Jahir y… Manuel. «Marcaré a Jahir… no, está en la prepa, Dagna también. Está bien, Antonia.» Pensó. Marcó a su madre, esta no le contestaba. Así que no tuvo más remedio que marcar al último y cuarto contacto, Manuel.
– ¿Bueno? –Contestó al otro lado del teléfono –. Layla… ¿Qué se te ofrece?
–Verás, tengo quimioterapia ahora y… pues, no tengo quien me acompañe, quería saber, si te gustaría venir a acompañarme, con Valeria –Dijo Layla, un poco nerviosa e incómoda –. Por favor.
–Claro, ¿En el hospital de la ciudad?
–Sí.
– ¿Ahora?
–Claro, si puedes.
–Sí, ahí estaré.
Colgó la llamada, y observó pensativa, al largo pasillo que se encontraba frente a ella. Dio la media vuelta y se metió en la oficina.
– ¿Lista?
–Prefiero esperar a mi acompañante.
Esperaron, hasta que se abrió la puerta. Entró Sandra, acompañada de Manuel. Layla y el Doctor se pusieron de pie y salieron de la oficina. Layla miró desconcertada a Manuel, ya que no llevaba a Valeria.
Los dirigieron hacia el cuarto en el que le pondrían la quimioterapia. Y a petición de Layla, la sentaron en uno de los sillones, para ahí aplicarle la quimio.
« ¿Cuándo será la última vez que entre a este hospital? » Pensó la chica, mientras sentía ese ardor, típico de una quimio.
Dos horas después, salieron del hospital. Layla, mareada, iba recargada en el hombro de Manuel mientras iban en el taxi, de regreso a su casa. El taxi se detuvo en la grande casa blanca, y Layla con ayuda de su acompañante, bajó.
–Gracias –Dijo.
–De nada –Sonrió el chico –. Sabes que yo siempre estaré para ti… amiga.
Layla sonrió para después meterse a su casa, ahí ya se encontraba Dagna.
– ¿Dónde estabas? –Preguntó –. Te ves cansada.
–Hoy me pusieron una quimioterapia.
– ¿Quién te acompañó? –Preguntó Miguel, que se encontraba sentado, viendo la televisión.
–Manuel –Contestó Layla, para después subir a su habitación.
Se miró en un espejo, y observó como la dejaban las quimioterapias. « ¡Ya no quiero soportar esto! » Pensó. Se tiró en la cama y cayó en un sueño profundo.
Semanas después…
Caminó entre los pasillos, y por fortuna, encontró al doctor a mitad del camino.
–Señorita, que bueno que viene –Dijo –. Tengo que hablar con usted.
Caminaron hacia la oficina. El doctor, seriamente, indicó que Layla se sentara, ya que la noticia, podría hacer que “Se desmayara”.
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Positive vibe...
Teen FictionLayla, una chica de dieciséis años, sufrió de una enfermedad. Al poco tiempo, esta regresa, pero no le desgarra la esperanza y felicidad que ella siente de salir adelante. Siempre sintió el desprecio de su papá, gracias a su abandono y este vuelve...