Capitulo 78 - Un psicópata y dos heridas.

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Ernest había tomado a Antonia por detrás y la estaba ahorcando. La cara de la madre de Layla comenzaba a tomar un tono rojo, y las venas de la frente comenzaban a alterarse. Layla entró corriendo a la sala de estar y Ernest la miró asustado. Sacó de su bolsillo una navaja y la puso sobre el cuello de Antonia, dejándola respirar, pero Antonia aún mantenía ese miedo, gracias a que Ernest le rebanaría su garganta.

–Suéltala papá, por favor –Dijo Layla asustada.

–Me llamaste papá –Dijo Ernest, soltando a Antonia y caminando hacia su hija –. ¡Me has llamado papá!

–Sí, pero tranquilízate, suelta esa navaja y sentémonos a conversar –Dijo Layla. A ella le parecía tan patético esa sugerencia, ya que por lo visto, se había dado cuenta de que su padre era un psicópata.

Antonia se lanzó hacia él, intentaba derrumbarlo, pero Ernest tomó el florero y lo estrelló contra la cabeza de la señora, por lo que cayó inconsciente en medio de la sala de estar.

– ¿tranquilizarme? ¡Tranquilizarme! –Gritó. Layla se retorció de miedo y después intentó correr y al querer abrir la puerta de entrada, Ernest se recargó sobre ella impidiéndole salir –. ¡Tranquilízate tú!

Desde el inferior de la grande casa, se oyeron unos pasos acercarse apresuradamente.

– ¡Layla! ¿Has vuelto? –Preguntaba un chico desde afuera, mientras daba pequeños golpes a la puerta.

– ¡Vete! –Exclamó Layla –. ¡Huye!

– ¿Qué? –Preguntó el chico.

– ¡Que te vayas! ¡Huye Jack! –Exclamó Layla, al chico que compartía el nombre de su hermano y que antes había sido su amigo. Esa era una de las razones por las que cuando Layla le hablaba de él a Antonia, ella se pusiera incomoda.

–No lo entiendo.

–Solo vete.

Ernest permanecía viendo a su hija y sonriéndole perversamente. El intentó abrir la puerta, pero ahora fue Layla quien se lo impidió. Se escucharon los pasos retirarse de Jack. Ernest hundió la navaja en el brazo de su hija, haciéndole una cortada de diez centímetros. La chica gritó intensamente, por lo que Jack volvió a correr y comenzó a golpear fuertemente la puerta. Ernest la abrió y metiendo por la fuerza al chico, lo paró al lado de Layla. Jack se quedó viendo estupefacto la herida sangrante de Layla. Ella miró a su ex amigo decepcionada por lo que acababa de pasar, pero los ojos del chico solo se tornaban compasivos al chocar con los ojos de Layla.

–Ernest, ¿Qué quieres de mi? –Preguntó Layla intentando terminar el asunto –. Si lo que quieres es mi perdón, está bien, te perdono, pero deja que atiendan a mi madre, y deja huir a Jack. El asunto solo es conmigo.

–No quiero tu perdón, rogué por él, pero tú no me lo otorgaste. Ahora solo quiero que pagues por lo que me has hecho.

– ¿Qué te he hecho?

–Mírame como estoy, me has vuelto loco Layla, ¡Me has vuelto loco!

–Pero, yo…

– ¡No digas más!

Ernest caminó hacia Jack, intentó apuñalarlo con la navaja, pero Layla la desvió con su puño, haciendo que esta de hacia la puerta principal. Jack se quedó parado, él no reaccionaba.

Llamaron a la puerta, después de una pelea de miradas por quien abriría, Dagna se puso de pie y recibió al visitante. Este era Jahir.

– ¿Está Layla? –Preguntó al instante, sin siquiera saludar.

–Pensé que te había avisado que se iba a Alemania por un tiempo –Dijo Dagna.

–No, no me avisó, ¡qué extraño!

–Sí, fue a ver a Ernest. Supuse que ya sabías que ha perdido la memoria.

Jahir asintió, para después dar media vuelta y alejarse pensativo.

Ernest sin decir más, se retiró hacia la cocina, sin precauciones de que fueran a escapar. Layla abrió la puerta de entrada y sacó inmediatamente a Jack. Ella volvió a la sala de estar e intentando levantar a su madre, se dio cuenta de que Ernest regresaba.

– ¡Que lastima que tu amigo no quiera quedarse a jugar con nosotros! –Exclamó mientras entraba a la grande sala –. ¡Ya será otro día!

La cabeza de Antonia sangraba, gracias al impacto del florero. El brazo de Layla también sangraba, y esto provocaba que llegaran los mareos y que su piel empalideciera. Ernest se sentó en uno de los sillones y observando los intentos de Layla al querer levantar a su mamá, comenzó a reírse.

–Ernest, por favor, déjanos salir… papá.

–No.

Abrió los ojos y se sorprendió de estar en una cálida y cómoda cama. Creía que lo que había sucedido hace unas horas había sido una pesadilla, pero al incorporarse sintió un intenso mareo y dolor de cabeza, lo que hiso que comprobara que todo había sido real. Examinó toda la habitación con la mirada. Se encontraba en la habitación que hace trece años, había compartido con Ernest.

Se puso en pie rápidamente y saliendo al pasillo observó que el piso tenía sangre embarrada. Corrió hacia donde a sangre guiaba y se encontró con una chica totalmente pálida, con un brazo sangrado y heridas por toda la cara. Ella lloraba y se encontraba sentada en una silla de su dormitorio.

– ¿Dónde está Ernest? –Preguntó Antonia. Layla se encogió de hombros –. ¿Qué te ha hecho?

–Mamá, que bueno que no estuviste –contestó Layla entre llantos.

–Pero, háblame de lo que pasó.

–No, tenemos que buscar la manera de escapar, mamá. Ernest está loco, ¡Está loco!

– ¿Escapar? ¿Para qué? Estamos viviendo de nuevo como una familia –Aquel psicópata entraba al dormitorio. Le entregó a Layla una peluca, ella la tomó –. Póntela, saldremos. –Layla obedeció y miró a Antonia confundida, esta hiso lo mismo –. Les voy a advertir… No quiero que hagan un escándalo, no quiero que se vean sospechosas.

Layla apenas iba a salir de la habitación, cuando Ernest la detuvo poniéndole la mano en el estomago. Ella se detuvo.

–Tu límpiate la cara, no sé cómo te permites sangrar –Layla lo miró desconcertada.

La peluca consistía en un “cabello” negro azabache y corto. Era lacio, y se adaptaba perfectamente al físico de Layla. Ella se limpió la cara, la cual lucía más pálida.

–Antonia, tu ponte este gorro, no quiero que la gente vea que sangras –Dijo Ernest entregándole un gorro invernal a Antonia, esta obedeció –. Iremos al centro comercial.

Después de unos minutos, se encontraban a punto de salir de la casa, cuando Ernest se detuvo y miró a Antonia.

–Ve a la cocina y trae una botella de agua que hay en el refrigerador.

Esta asintió y una vez que estuvo en la cocina, tomó unos fósforos, y abrió un pequeño cajón del mueble en donde se ponían los trastes limpios. Sacó de ahí una botella que contenía un líquido amarillo y se metió los dos objetos en el abrigo. Tomó al botella que Ernest le había indicado y salió inmediatamente de la casa, Ernest y Layla la esperaban en la acera.

Antonia y Layla caminaban a unos pasos atrás de Ernest, las dos tenían miedo de escaparse ya que en el tiempo que ese hombre se había escapado, se las arregló para conseguir una pistola.

–Tengo un plan –le susurró Antonia a Layla. La chica apenas pudo oír lo que su madre dijo y asintió para indicar que había entendido –. Solo haz lo que te pida, sin reclamos.

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