Capitulo 81 - Sonrisas falsas

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Días después…

Habían discutido mucho, hasta que la detuvieron. Layla veía como la policía la retiraba de ella. La chica corrió e intentando que los policías soltaran a su madre, gritó “Ella no es la culpable. ¿No lo han entendido?”. Layla lloraba al igual que Antonia.

–Norrinson, ¡Haga algo! –Gritó Layla. El doctor negó con la cabeza y Layla corrió hacia Jack, él de dio un abrazo fuerte –. Yo no quiero que se la lleven.

Después de unos minutos de haber permanecidos abrazados, de que la policía se llevara a Antonia y de que Norrinson se haya ido, Jack deshizo el abrazo y miró a su amiga.

–Vamos a mi casa –Dijo él –. No te puedo dejar aquí sola.

Layla asintió y juntos caminaron hacia la casa del chico.

–Quiero ver a Layla, quiero aclarar todo –Dijo Jahir mientras caminaba por la acera.

–Tranquilo, has estado muy nervioso esta última semana –Dijo Otto –. Ya verás que cuando regrese te va a decir que nada ha pasado, y que no tiene nada contra ti.

–Coincido con Otto –dijo Dagna, que caminaba con los chicos, al igual que Regina y Roberto.

–Descansa –Dijo Jack, mientras acomodaba unas almohadas, para que después Layla se recargará en ellas. Ella dirigió su mirada hacia la señora que esperaba a su hijo en la puerta de la habitación. La señora Annette Stahl, mamá de Jack, le sonrió a Layla, ella no le respondió la sonrisa, ya que sabía que sería falsa, así que solo la saludó –. Mañana iremos a ver a Antonia.

–Gracias.

– ¿Por qué?

–Por arriesgarte por mi y por hacer esto. Después de que casi mueras a manos de mi padre, me traes a tu casa –Contestó Layla.

–No es nada, Layla, nosotros sabemos que tú no eres como Ernest –Dijo Annette Stahl acercándose.

Layla sonrió y una vez que Jack y Annette Stahl salieron, cayó en un sueño profundo.

«Le asignaban la celda, Antonia entró para que después los policías la encerraran. Aquella celda olía a orines y era lo más sucia posible, miró a su alrededor y un grito llamó la atención de los demás presos que comenzaron a gritar desde sus celdas. Ernest se abalanzó sobre ella y con la navaja comenzó a rasgarle toda la cara. Antonia intentaba cubrirse con sus manos, pero era imposible porque Ernest era más fuerte que ella.

Los policías tardaron en llegar y para cuando entraron a la celda, había sido demasiado tarde, Antonia estaba muerda y Ernest estaba sentado en un rincón, moviéndose para enfrente y para atrás.»

– ¡NO! –Gritó al despertarse. Hacía un frío intenso y la ventana estaba abierta. Se puso de pie y antes de cerrarla, se asomó. Ahí, afuera estaba Jack, hablando con unos chicos que Layla reconocía perfectamente.

–Te digo que Layla está aquí –Exclamaba Jack. Ninguno de los chicos que estaban ahí le creían, hasta que uno vio a la chica en la ventana.

–Sí, ahí está –Dijo señalando a la chica.

Ella los observó, todos la miraron y ella cerró la ventana. No quería hablar con nadie, ni ver a nadie. Pero minutos después se vio forzada a saludar a sus ex amigos. Entre tanta sonrisa fingida, se ocultaban lágrimas y un rostro caído que suplicaba ayuda y comprensión.

Tiempo después…

–Te sugiero que vayamos a visitarlas, dijeron que solo irían tres días y se regresarían –Dijo Francisco –. Ya ha pasado un mes.

–Sí, estoy de acuerdo contigo –Dijo Paula.

–Dagna, ¿Layla no ha vuelto? –Preguntó Jahir desde el otro lado del celular.

–No, te dije que yo te avisaba si volvía –Contestó Dagna –. Espera, Paula vino a visitarme.

–Ok, no me vayas a colgar.

Dagna bajó corriendo las escaleras y efectivamente, ahí estaba Paula esperándola en la sala de estar.

–Dagna, iremos a visitar a Layla y a Antonia, queríamos saber si te quieres venir con nosotros –Dijo Paula al instante.

Jahir escuchaba por el celular, se apresuró a correr hacia un estante, sacando un pasaporte y el dinero que le había dejado su madre se apresuro a ir a preparar sus maletas.

–Sí, con gusto –Dijo Dagna –. ¿Cuándo saldríamos?

–Mañana a primera hora –Contestó Paula –. ¿Nos podemos ver en el aeropuerto?

–Está bien –Dijo Dagna.

–Bueno, solo venía a decirte eso, mañana nos vemos –dijo Paula. Dagna asintió y sin más, despidió a Paula –. ¿Oíste?

–Sí –contestó Jahir –. Ahora preparo mis maletas.

– ¡Vaya! ¡Qué listo!

–Mañana paso por ti, para irnos al aeropuerto, chao –Dijo Jahir para finalizar la llamada.

Layla se encontraba tendida en la cama, hace pocos días, habían condenado a su madre a vivir cinco años en prisión, y eso la destrozaba aún más. Había vivido ese mes en compañía de sus ahora amigos de nuevo. Había estado habitando en la habitación de Jack y este compartía habitación con su madre Annette Stahl.

–Layla, ¿Irás a visitar a Antonia? –Preguntó Jack entrando a la habitación. Layla asintió –. ¿Qué esperas? ¡Vamos! Te acompañaré en el carro de mi madre.

Layla se puso de pie, para que minutos después estuviera arriba del carro de la señora Annette.

–Deja atrás los nervios –Dijo Jack – y cuando llegues a la cárcel, quiero que le regales una sonrisa a tu mamá, así ella se sentirá más fuerte.

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