Capitulo 52 - Extraviada.

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Lucía cansada. Se hubiera ido a su casa, si por lo menos, se pusiera poner en pie. Pero la gravedad de su enfermedad influía en sus fuerzas. Un par de lágrimas resbaló por sus mejillas, suspiro frustrada, se sentía morir. Se encontraba acostada en la orilla del lago, pensaba en ponerse de pie, pero cada vez que lo intentaba, caía de rodillas, para después quedar sentada sobre la tierra fresca. 

Regina entró a la casa, se metió en su habitación y se acostó en la cama. Millones de lágrimas resbalaban por sus mejillas. «Layla, te necesito» pensó. « ¿En donde estarás?»

Cerró sus ojos y cayó en un sueño profundo. Ahora su cuerpo dependía de la tierra, ya que esta la sostenía. Apenas se movió un centímetro y cayó al lago. El agua estaba fría, sería una muerte fácil si duraras ahí por lo menos unas pocas horas. Nadó tratando de no hundirse, pero acto seguido, un calambre apoderaba su pie. No pudo hacer más, se sumergía. Se golpeó la cabeza con una piedra, lo que la dejó inconsciente. ¿Qué sería de ella?

Dagna entró a la habitación. Vio a Regina de espaldas, acostada. Se recostó en la cama de Layla y suspiró.

– ¿Dónde está Layla? –Preguntó. Regina se encogió de hombros –Ya es muy tarde. He estado esperándola en la sala de estar. Mira la hora –Dijo –. Son las dos de la mañana.

Regina giró inmediatamente y miró a Dagna preocupada. 

– ¿Le habrá pasado algo? –Preguntó tragando duro para que el nudo en la garganta se fuera.

–O… ¿Estará con Jahir? –Repuso Dagna moviendo sus cejas rápidamente.

– ¿Qué estás pensando? –Preguntó Regina.

–Ah! ¡Qué inocente eres!

– ¡Dagna! –Exclamó Regina, se quedó pensando unos momentos –. O ¿Sí?

– ¡Layla! –Dijo Dagna, para después comenzar a reír.

Horas después…

Un portazo había sobresaltado a Dagna y Regina, que por la preocupación, no habían podido dormir. Las dos se pusieron en pie.

–Yo voy –Dijo Regina.

Bajó las escaleras. El primer piso se encontraba obscuro. Bajó el último escalón, encendió las luces y suspiró decepcionada. 

– ¿Qué haces despierta? –Preguntó Miguel, que acababa de llegar. Se acercó a Regina, para que sus caras quedaran a un centímetro de separado.

–Layla no llega –Susurró la chica –Estoy muy preoc…

Miguel chocó sus labios con los de Regina. Ambos los movieron lentamente.

–Salgamos a buscarla –Dijo Dagna mientras bajaba las escaleras. Al ver la escena se incomodó. Termino de ponerse su suéter, esperó incómoda a que uno de los dos chicos deshiciera el beso. Al ver que ninguno lo haría, chocó sus manos, provocando un ruido seco. Regina y Miguel se sobresaltaron, mientras separaban sus labios, de golpe.

– ¿Qué pasa? –Preguntó Regina.

–Que Layla no aparece –Dijo Dagna.

–Tengo su número de celular –Regina sacó su teléfono celular de uno de los bolsillos del pantalón. Marcó unos números. Acto seguido, una canción comenzó a sonar, parecía que venía de la habitación. Dagna subió corriendo, para después volver con el celular de Layla en la mano –. ¡Le dejó aquí! –Exclamó Regina frustrada. Volvió a marcar otros números diferentes – ¡Roberto! ¿Has visto a Layla?

–No –contestó el chico al otro lado del teléfono – ¿No está con ustedes?

–Pues no.

–Voy para allá.

Lo que no se daban cuenta, es que estaban perdiendo mucho tiempo, el cual era valioso para la vida de Layla. Puede ser que ya estuviera muerta. Veinte minutos después, unos golpecillos en la puerta, indicaron que Roberto ya había llegado.

– ¿Llamaron a Jahir? –Preguntó al entrar a la casa.

–No –Dijo Regina, para después hacerlo. Esperó unos segundos – ¿Layla está contigo?

–No –La voz de Jahir indicaba que lo acababan de despertar –. La última vez que la vi, la dejé en el lago.

Reaccionó, se puso en pie rápido, cepilló sus dientes, se dio un baño rápido y se encontró con los demás fuera del bosque. Gracias a que eran las cinco de la mañana y estaba obscuro, se les dificultaba andar en el bosque.

¡Más de cinco horas en el agua fría! ¡Con la cabeza golpeada! ¡Enferma! Ya ha de estar muerta.

Llegaron al lago… 

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