13-Despedida

126 29 1
                                    

Son las 17:30 y ya estamos delante del taller, espero que el coche sea bueno, no estoy dispuesta a perder.

–Hola, Jay me ha dicho que tenéis un coche preparado para nosotros. —le comenta Daniel y le estrecha la mano, en modo de saludo.

–Así es, ahora os lo traen. —le responde, se retira y empieza a hablar por teléfono.

–Parece que estoy pintada —hablo levantando los hombros— ni un ¿Hola?

–Digamos que cierta persona, le advirtió de tu simpatía. —me responde Daniel meneando la cabeza divertido.

–Tampoco soy tan desagradable. —le espeto, miro el reloj y ya han pasado treinta minutos— Joder porque tarda tanto ¿se está haciendo la puta manicura?

–Eres muy agradable —dice él alargando las palabras— tranquilízate, ya nos lo traerán.

Oigo el rugido de un motor y se acerca un coche negro, está totalmente tuneado.

–Aquí tenéis esta preciosidad. —nos informa el hombre bajándose del coche— Pruébalo y me cuentas -añade dirigiéndose a Daniel.

–La que va a probarlo soy yo. —digo de golpe quitándole las llaves de las manos y me subo— ¿Te vas a quedar ahí plantado o vas a subir? .

Daniel le da un fajo de billetes, le agradece por todo y escucho como le dice que Jay tenía razón sobre mí.

–¿Podéis dejar de marujear? Luego os tomáis un café, pero ahora vámonos, joder —agrego perdiendo la paciencia.

Sube al coche y empiezo acelerar, hacía tiempo que no sentía la adrenalina. Doy unos cuantos trompos levantando la arena del descampado.

–Parece que nunca hayas dejado de correr. —cuando él está a punto de volver a decir algo, su móvil empieza a sonar, al rato de estar hablando me mira y su cara está desencajada.

–¿Qué pasa? —pregunto parando el coche en seco— ¿Quién era? —añado empezando  a angustiarme.

–Mi hermana ha tenido un accidente, está muy grave y me tengo que ir —me informa abatido— no sé cómo decírselo a Ángel.

–Voy contigo —le digo empezando a conducir— que le den por culo a la carrera.

–No, necesito que vayas, esta es nuestra oportunidad para poner en marcha nuestro plan—añade él negándose.

–Pero Daniel...— me corta antes de seguir.

–Por favor Britt, necesitamos acabar con ese hijo de puta. —hace una pausa— ve con cuidado, ¿vale?

Asiento con la cabeza y le acompaño a casa. Al llegar se va a hacer la maleta y le oigo hablar por teléfono con alguien. Sin darle importancia me siento en el sillón para esperarlo. A los diez minutos, llaman al timbre y abro la puerta.

–Aiden, mi hermana no ha llegado. —dejo la puerta abierta para que pase— yo tengo que salir.

–No estoy aquí por tu hermana. —le miro confundida— estoy aquí por ti.

–¿Por mí? Te acabo de decir que tengo... —me interrumpe Daniel.

–Le he llamado yo, va a ir contigo a la carrera —definitivamente acaba de perder el último tornillo— no voy a dejar que vayas sola.

–Tú, que mierda tienes en la cabeza Daniel —le grito a todo pulmón— no va a venir conmigo, olvídalo, además ¿Ayer le pegaste y ahora le llamas? —siento la ira recorrer cada parte de mi cuerpo.

–Le llamé, me disculpé, aceptó mis disculpas y accedió a ir contigo, eso es todo. —me responde tranquilamente.

–Aiden, vete a tu casa, no vas a venir. —me pellizco el puente de la nariz, intentando calmarme.

–Voy a ir contigo, quieras o no. —me advierte— soy mayorcito para tomar mis propias decisiones.
¿El niñato me está desafiando?

–¿Tanto le odias? —le miro sin poder creerlo— sabes bien lo peligroso que es todo esto y le metes de cabeza, como le pase algo, ten por seguro que no te lo perdonaré en mi puta vida.

–Yo no me perdonaría, si te pasara algo a ti, estando sola. —me dice tajante.

–Se defenderme perfectamente, en cambio a él le estás poniendo una puta diana en la espalda. —le respondo con rabia.

Oigo un claxon, Daniel coge la maleta y se dirige a la puerta.

–Te informaré como sigue mi hermana, no te enfades conmigo, pero era él o Sara. —sale sin dejarme contestar.

–Joder Aiden, porque eres tan cabezota —resoplo resignada— así vestido no puedes ir.

–Daniel, me ha dejado ropa. —se encierra en la habitación mientras yo me paseo nerviosa por el salón.

A los cinco minutos sale cambiado, mi boca se queda en forma de O. Le miro de arriba abajo, me acerco y le despeino. Sin decir nada, entro a cambiarme. Pantalones, top y chaqueta de cuero, botas militares y pelo suelto, agrego un poco de lápiz negro a los ojos y salgo. Al salir se queda mirándome.

–¿Creías que iría en chándal? —levanto las cejas— Por el camino te diré lo que tienes y no tienes que hacer. —le digo seriamente— Vámonos o llegaremos tarde.

Verdades Ocultas (Capítulos Cortos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora