94-No Te Reconozco

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Me cruzo de brazos esperando que se decida a contarme lo que está pasando, pero pasan los minutos y él sigue sin decir nada. Por la tensión que noto en su cuerpo, presiento que no se trata de nada bueno y también sé que aunque se muera de ganas de decírmelo, no lo va a hacer.
Con el tiempo, he aprendido a conocerlo y a saber que tiene algo que pocas personas tienen. "Lealtad" Es irónico que diga eso, cuando su novia lleva más cuernos que la madre de Bambi, pero en este caso no me refiero a esa clase de lealtad, si no a la que tiene hacia su padre y a la policía. Lo sé por el dolor que veo a través de sus ojos, los cuales me trasmiten una guerra interior con él mismo por querer y no poder.

–Está bien, te daré un voto de confianza. —prosigo dejándole sorprendido con mi decisión— Pero más te vale que valga la pena tu silencio y no salga nadie herido por callarte , porque eso nunca te lo podría perdonar.

Dicho eso me doy media vuelta y me voy de nuevo a mi habitación. No se me quita de la mente, sus gestos nerviosos al decirle eso y me preocupa porque nunca le había visto tan atormentado como hoy. Pierdo la noción del tiempo mirando el techo, como suelo hacerlo siempre que no puedo dormir o estoy preocupada por algo. De repente oigo como golpean la puerta y acto seguido entra Aiden con una bandeja en las manos.

–Deberías de comer algo. —me aconseja dejándola en la mesita— Aunque sea un poco.

–No tengo hambre. —le respondo desviando la mirada hacia el techo de nuevo— ¿Tu conciencia no te deja en paz? ¿Verdad?

Suspira notoriamente y se retira deseándome buenas noches e ignorando mi último comentario. Giro la cabeza para mirar lo que me ha traído, al llegar un olor exquisito a mis fosas nasales. Mi estómago protesta al no haber comido nada durante horas y no puedo evitar la tentación de probarlo y acabar por comérmelo todo.
Agarro mi mochila para buscar la medicación, ya que por momentos el malestar vuelve y no soporto sentirme tan débil.
Mis ojos se quedan clavados en el hueco que hay debajo del armario, como un déjà vu me viene a la mente el número de teléfono que ella me dejó y que hasta ahora con todo lo que ha pasado he olvidado por completo. Me agacho y alargo el brazo para sacar la cajita de nuevo y poder buscar el papelito.

–¡Joder! ¡Que buenas vistas tengo desde aquí! . —exclama Daniel de repente.

Al escucharle, me doy un porrazo en la cabeza con la parte de abajo del dichoso mueble y salgo de debajo, viéndole recargado en el marco de la puerta.

–¡Menudo susto me has dado imbécil! —le reclamo masajeandome la zona afectada— ¿No te han enseñado a tocar la puerta antes de entrar? —añado acercándome a él.

Al tenerlo cerca puedo ver como sus ojos están inyectados en sangre y como desprende un olor a whisky que me revuelve el estómago.

–¿Qué problema hay con que entre? —balbucea riéndose— Tranquila que ya me he asegurado que tu niñito pijito estuviese durmiendo, para no interrumpir si hubieseis estado follando.

Si eso me lo dijera otra persona me daría igual, porque simplemente le daría su merecido y lo dejaría una semana en el hospital, pero viniendo de él y después de todo lo que hemos pasado, la verdad duele que me hable con tanto desprecio. Niego con la cabeza con decepción sin poder creer que sea capaz de atacarme de esta manera tan cruel. Intento pasar por su lado y salir de la habitación, ya que no soporto su cercanía en estas condiciones. Interpone su cuerpo, bloqueándome la salida y chasquea con la lengua seguido de una sonrisa maliciosa.

–No huyas de mi, princesa. —susurra con tono juguetón— Yo puedo ser mejor que él en todo.

Por primera vez en mi vida no le reconozco y es cuando me doy cuenta de sus pupilas totalmente dilatadas. ¿Qué le han hecho? Es lo primero que pienso mientras retrocedo.

–¡Mierda! ¡Estás drogado! —le grito sintiendo una mezcla entre preocupación y furia.

Sin responder, se empieza a acercar a mí relamiéndose los labios con pasos torpes, pero decididos, como si él fuera el león y yo la presa. En lugar de seguir retrocediendo, me cruzo de brazos y levanto la cabeza desafiante cuando veo sus intenciones de intimidarme.
No sé donde cojones ha estado, pero estoy segura que no se ha drogado por voluntad propia. Él siempre ha odiado ese mundo y por muy mal que lo haya pasado, jamás se le ha pasado por la mente meterse nada.

–Te aseguro que no dudaré en darte una paliza si me tocas. —le advierto con la mandíbula apretada— Es mejor que te largues a dormir y no compliques más las cosas.

Muchas veces le he hablado mal, bueno la mayoría, pero nunca he tenido que enfrentarme de está forma. No paro de repetirme a mi misma que la persona que tengo frente a mi ahora, no es él mismo y por eso tengo que frenarlo antes que haga algo que luego se arrepienta.
Me agarra de la muñeca con fuerza y me atrae a él chocando contra su pecho.
Con su otra mano me agarra del pelo y acto seguido choca sus labios contra los míos pudiendo sentir la rabia que siente con ese gesto.
Levanto la rodilla y le doy en los huevos haciendo que me suelte de golpe. Se agacha agarrándose sus partes mientras grita de dolor, aprovecho ese momento para salir de la habitación antes de que tenga que hacerle más daño. Miro hacia atrás para asegurarme que no me sigue sin dejar de caminar hacia la salida, hasta que me choco con algo, mejor dicho con alguien.

–¿Qué haces aquí? —le pregunto sorprendida— ¿Cómo has entrado?

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