80-Pistas

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Se gira y me mira sorprendido, acto seguido asiente y se encamina hacia el coche. Antes de llegar, le digo que me espere unos minutos y me acerco a los demás para informarles que volveré para poder preparar el funeral de Nana. Por mucho que su hermana se la quiera llevar, no voy a permitir que lo hagan sin que ella tenga una buena despedida.
Kevin me responde que me vaya tranquila y que ellos se ocuparán si surge alguna cosa. Los demás simplemente afirman dándole la razón, menos Daniel que se queda pensativo.
Haciendo caso omiso a su cara de vinagre, me dirijo a la puerta.
No soy de dar explicaciones ni mucho menos, pero después de todo lo que están haciendo por mí, lo mínimo que puedo hacer es avisarles.
Cuando estoy a punto de llegar a la verja, la voz de Daniel llamándome me detiene.

–¿Por qué mierda te tienes que ir con él? —escupe  enfadado— Si quieres salir yo te acompaño, así que dile que se vaya solo.

–¡Creíste que  por decirme  cuatro palabras bonitas, iba a caer rendida a tus pies y te iba a seguir como un perrito faldero! —le replico con ira— ¡Métete en la cabeza que yo soy libre para hacer lo que me dé la gana! ¿Te queda claro?

–¡No sé ni porqué me molesto en intentar algo contigo! ¡cuando hay muchas mujeres que estarían encantadas de estar conmigo!—me suelta con chulería.

–¿Entonces qué haces aquí perdiendo el tiempo ? —le pregunto desafiante— ¡Vete y muéstrales tus encanto de Don Juan y déjame en paz!

Ya sabía que demasiado tranquilo estaba últimamente, no sé si sería por lo mal que me sentía que por momentos quise que fuesen real sus acciones, pero me equivoque totalmente. Lo único que pensó era que comportándose así, cedería ante él y ser el centro de mi universo como está acostumbrado.

Mientras salgo, oigo a Daniel maldiciendome por dejarle con la palabra en la boca, pero ya estoy cansada de sus celos absurdos y que no entienda que no soy de su propiedad.
Al cruzar la verja, veo un coche negro aparcado enfrente de la casa y Aiden apoyado con los brazos cruzados. Nada más verme, me abre la puerta y entro confundida pensando ¿De quién es este coche?
Al sentarme, un hombre mayor con traje me saluda a través del retrovisor y le devuelvo el saludo gesticulando con la cabeza. Pasan unos segundos hasta que Aiden entra y le indica al señor que ya puede arrancar.
De todos los viajes que he hecho este ha sido el más pesado, porque escuchar a estos charlar como un par de cotorras es de lo más agotador.
Después de tres horas de camino y un dolor de cabeza insoportable, por fin se dignan a parar en una gasolinera. Un café, una botella de agua y una pastilla para ayudarme a soportar la maldita hora que aún nos queda por delante.

Me apoyo en la ventana viendo el paisaje, hasta que sin darme cuenta ya estamos circulando por varias calles de la ciudad. Entramos en un parking subterráneo de un hotel bastante elegante.
Aparca y los sigo hasta el ascensor, donde el hombre mete una llave y asciende varios pisos hasta llegar al décimo. Caminamos por un largo pasillo hasta llegar a una habitación, nada más entrar mi boca se queda en forma de O al ver ordenadores, cámaras y aparatos de escucha. Por un momento me siento como si estuviese en una película de espías a lo James Bond.
Una voz, ya conocida, nos da la bienvenida y sin mirarle ya sé de sobra que se trata de Jack.

–Me alegra que hayas venido. —comenta con tono amigable— Espero que esta vez, no me pegues ningún puñetazo. —añade en tono burlón.

–No me des motivos y no lo haré. —le respondo cortante— ¿Y ahora dime que sabes de mi padre?

Me enseñan unos planos de una fábrica abandonada y que según su informante lo más seguro que lo tengan retenidos allí. Observo detenidamente donde él tiene el dedo y niego con la cabeza.

–Este lugar lo conozco perfectamente y justo en este punto no están. —les informo marcándoles con el dedo— Ese hijo de puta, está jugando con vosotros y lo más seguro que los tengan aquí.

–Está noche habrá una redada en esa zona y nos iría bien tu ayuda. —me responde seriamente— Ya nos ha dado esquinazo varias veces y se nos agota el tiempo.

–Lo sé, él sabe perfectamente que la única manera de localizarlos es a través de mi. —le contesto con rabia.

–¿Cómo estás tan segura de que los tiene allí? —me pregunta el hombre mayor con curiosidad, marcando el punto que les he dicho.

Me mantengo en silencio unos minutos mientras mi mente vuela al momento en que me llevó por primera vez allí y me encerró varias horas para divertirse sin que nadie le molestara.
Una lágrima se me escapa y me la quito con rapidez sin que me vean los demás.

–Simplemente porque sé que con esto, me está mandando un mensaje. —agrego con firmeza.

Dedicado a:
AliciaPirezGranados
LauraRodri25
lamenorsitaa
LaChicaAnonima18
carlusky_16

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