7- Discoteca

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Al llegar, vemos a dos hombres parados en la puerta, parecen armarios empotrados. Aiden, se acerca a ellos y los saluda. Joder con el niñato, si tiene influencias y todo.

Me hace una seña, me acerco y me pone la mano en la espalda empujándome suavemente para entrar. El vestido justamente esta descubierto por esa zona, al notar sus dedos, siento un cosquilleo que me recorre la espina dorsal.

–Me vuelves a tocar y te aseguro que no tendrás descendencia —le advierto, fulminándole con la mirada.

–Tranquila fiera —responde levantando las palmas— tengo novia, así que la única intención que tengo contigo, es que nos llevemos bien por Sara. —agrega, gesticulando con la mano para que pase.

–Que te quede clara una cosa, me importa una mierda que tengas novia, no me gusta que me toquen, ¿entiendes eso o te lo explico con dibujitos? —le respondo cruzada los brazos.

Él asiente con la cabeza, se aparta y paso por su lado. Subimos las escaleras y a medida que nos acercamos, la música se escucha cada vez más fuerte. Entramos y empezamos a buscarlos entre la multitud, los localizo cerca de la barra, riendo y bailando. Por lo general llegaría allí en un par de zancadas, pero conforme voy vestida y con estos tacones infernales, voy despacio.
Aparte de ellos y mi hermana hay una chica y dos chicos. Cuando estoy a punto de llegar, Daniel se percata de mi presencia, me escanea de arriba abajo y se acerca.

–Joder Britt, estás buenísima. —se muerde el lado del labio inferior, mientras sigue observándome.

–¿Quieres dejar de decir tonterías y decirme dónde está Morales? —le pregunto directamente.

–Me ha dicho un colega que lo ha visto en la zona VIP. —responde mientras agarra su vaso y le da un trago— no vayas a buscarlo, recuerda que está tu hermana. —agrega advirtiéndome.

–Bien, ¿Qué pretendes entonces? ¿Quedarnos aquí sin hacer nada? Ese cabrón me las tiene que pagar.—le respondo frustrada, pasándome las manos por el pelo.

–Te aseguro que nos las pagará, confía en mí, ahora vamos a disfrutar un poco, mira —agrega señalando a Sara— no pienses y aprovecha.
Me acerco a mi hermana y ella me recibe con un abrazo.

–¡Estás preciosa! —exclama arrastrando un poco las palabras— Venga anímate, vamos a por unos chupitos.

No me da tiempo ni de renegar, cuando me lleva a la barra. Pide dos de tequilas, los bebemos de golpe y nos traen dos cubatas. Al olerlo me doy cuenta de que es vodka con limón.

Después del primero, me sirven el segundo y el tercero. Llega el punto que pierdo la cuenta, sintiendo como me van subiendo.
Me pongo a bailar con Sara y miro a mi alrededor, viendo que todos están borrachos. Daniel hablando con Ángel y con los otros dos. Mientras en la barra está Aiden, apoyado bebiendo tranquilamente mirándome fijamente, en otro momento le hubiese dicho de todo, en cambio sólo me quedo perdida observando cada detalle de su cara, sus ojos marrones, sus labios carnosos...

–¿En qué planeta estás? —canturrea Sara, moviendo la mano por delante de mi cara.

Aparece Ángel y la abraza por la cintura, se pone a hablar con ella. Alguien me coge de la mano y me giro bruscamente.

–Quiero tener descendencia, así que nada de golpes —comenta Aiden, divertido— eres demasiado joven para estar tan amargada. —añade susurrándome en el oído, erizándome la piel.

Antes que pueda decir nada, me arrastra a la pista y empezamos a bailar. Cada vez estamos más cerca y en lugar de molestarme, me siento bien. Termina la canción y me voy a paso rápido a la salida, los pies hace rato que me han dejado de doler.
Oigo como gritan mi nombre, pero tan sólo quiero salir de aquí, parece que el efecto del alcohol está desapareciendo y ya empiezo a estar en mis cabales. 
Cuando llego a la calle, el aire llena mis pulmones y aunque empieza a refrescar no tengo frío. Busco un lugar donde poder estar cinco minutos tranquila, veo un callejón al lado de la discoteca y camino hacia allí, apoyo la espalda y la cabeza en la pared y cierro los ojos.
De repente escucho una puerta como se abre y se cierra.

–Vaya, vaya, mira a quien tenemos por aquí. —aún estoy un poco mareada, pero esa voz la reconocería en cualquier lugar.

–Morales —le respondo con frialdad.

Verdades Ocultas (Capítulos Cortos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora