27-Información

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Tener sus labios tan cerca casi me hace perder la razón, pero sólo en pensar que está jugando a dos bandas me enciende como un fósforo. Espero que le haya quedado claro si no, seré yo quien le enseñe a jugar.

Me dirijo a una parada de taxis cerca del hospital y al momento encuentro uno disponible, me subo y le doy la dirección. Durante el camino no paro de recibir mensajes de Daniel preocupado. Al parecer, ya le han ido con el cuento.

El coche para enfrente del bar que estuve la última vez, le pago al señor y me bajo. Al entrar están los mismos borrachos de siempre. El dueño al verme, se queda sorprendido.

–Pequeña Britt, tú por aquí de nuevo. —dice él con una sonrisa— ¿Vienes a pelear?

–No —le respondo tajante— por cierto, cuando suba quiero mi pasta. —añado pasando de largo.

–Claro —contesta enseñadome un maletín— aquí la tienes, cuando quieras te la llevas.

Le hago un gesto con la cabeza afirmando y bajo las escaleras. Al llegar, miro alrededor y al final de la barra le veo sentado. Me acerco y le toco el hombro. Al girarse, observo que tiene las pupilas dilatadas.

–Te escapaste del hospital y vienes aquí —exclama Andrew sorprendido— No jodas que vas a pelear de nuevo.

–¿Podrías callarte un poco? —le respondo cortante— he venido a buscarte gilipollas, han atacado a mi madre.

–¿Qué le han hecho? —pregunta alterado levantándose del taburete— ¿Dónde está?

–Joder cálmate, estás llamando la atención. —le replico con los dientes apretados— Vámonos, cuando se te pase el colocón te lo explicaré.

Sin decirle nada más me dirijo a la salida con él siguiéndome. Subimos las escaleras y recojo el maletín, nos dirigimos a su casa caminando.
Cuando estamos en el portal, veo que hay varios yonquis y jeringuillas por el suelo de la escalera, a medida que avanzamos los vamos esquivando.
Abre la puerta y al entrar, me quedo estática al ver todo tan limpio y ordenado, parece que ni las drogas le han quitado lo maniático.

–Estás en tu casa —comenta dejando las llaves en la mesa y encendiendo la televisión— necesito una ducha, ahora vengo.

–Ni se te ocurra meterte nada, si no me largo. —le advierto mientras me siento en una silla— si de verdad quieres ayudarme, te necesito consciente.

Se va y a los cinco minutos oigo el grifo de la ducha, me levanto y miro las fotos que hay encima del mueble, quedándome embobada, en casi todas salimos Andrew, mi hermano y yo de pequeños.
Un nudo se forma en mi garganta.
Como ha cambiado todo en unos años, uno ya no está y el otro hundido en la mierda hasta el cuello.

–Esa fue en el lago —dice sacándome de mis pensamientos— cuando tus padres nos llevaron a pescar. —sus ojos azules se empiezan a cristalizar.

Se acerca sólo con una toalla enrollada en la cintura y el pelo mojado, el olor a fragancia masculina llega a mis fosas nasales.

–Te ayudaré en lo que quieras. —agrega mirando el retrato— ¿Qué necesitas?

–Información sobre Morales, sé que tú me la puedes conseguir —inquiero directamente— no puedo perder más tiempo, ese cabrón no me va dejar en paz.

–He oído rumores sobre una mujer que lo tiene loco —contesta cruzandose de brazos, quedándose pensativo— ¡Mierda! ¡Eres tú! —balbucea nervioso.

–¿Qué más has oído? —insisto poniéndole la mano en el hombro, para llamar su atención— piensa, mi hermana también corre peligro.

–Joder Britt ¿me has oído? —se empieza a pasear por el salón— No, no puedes ser tú. —añade meneando la cabeza y riéndose.

–Sí, soy yo —le replico buscando su mirada— tranquilízate y dime que más has oído, céntrate.

Llevo tantos años sintiendo rencor, culpándole de lo que pasó al dejarme sola que no me había dado cuenta de lo mal que realmente estaba. Ahora que lo tengo frente a mí temblando por las drogas, tan solo quiero ayudarle. Aparte, dudo mucho que pueda sacarle más información en este estado.

–Andrew —le llamo agarrándole la cara— a Kevin no le gustaría verte así, deja que te ayude a salir de esta mierda.

–¿Crees que no lo he intentado? —contesta levantando la voz— esos centros son para gente que tiene pasta, yo no tengo ni donde caerme muerto.

–Si de verdad quieres dejarlo recoge tus cosas —le respondo suavemente— tienes cinco minutos.

–¿Me vas a meter en un centro? —dice sorprendido— yo te fallé, no merezco... —murmura confundido.

–Se lo debo a mi hermano. —le interrumpo— Date prisa y deja de decir gilipolleces, demuéstrame que puedo confiar en ti de nuevo.


Verdades Ocultas (Capítulos Cortos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora