102-Mundo Derrumbado

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Abro los ojos y veo a Daniel dormido en el sillón. Quiero hablar y preguntarle que ha pasado, pero no puedo emitir ningún sonido. Me incorporo sintiendo como si un camión me hubiese atropellado. En ese momento él también los abre y se pone a mi lado.

–Tienes que estar en reposo. —me aconseja con suavidad— en unos días estarás como nueva.

Por el tono de su voz, noto que está preocupado por algo más que por mí. Y sé que en parte se siente culpable, pero tiene que entender que hizo lo que debía y si llega a abrir la boca hubiese sido peor.
Al cabo de unos minutos, entra mi padre y por sus gestos nerviosos sé que hay algo que me está ocultando. Intento hablar otra vez en vano, así que gesticulo pidiendo un lápiz y un papel. Mi padre llama por teléfono y uno de sus hombres acude con lo que le he pedido. Le escribo una carta con dificultad, ya que aún me tiemblan mucho las manos. La lee detenidamente y al terminar suspira notoriamente. Me mira unos segundos pensativo antes de hablar.

Me explica que cuando se dieron cuenta de que me había ido, se imaginaron lo peor, ya que les había llegado rumores sobre que habían dos personas que al parecer, iban a por mi desde hace días. También me cuenta como Aiden, instalo un programa rastreador en mi teléfono por si acaso.
En ese momento me viene su voz a la mente cuando estaba medio dormida y me pidió perdón. ¡Sabía que era su voz!
Prosigue diciéndome que cuando llegaron, me vieron inconsciente y que hubo un tiroteo del cual dos murieron y el tercero lo tenían detenido.
Le hago gestos con las manos para que siga, al quedarse callado.

–Una bala alcanzó a Aiden, al interponerse para que no te dieran a ti. —interviene Daniel— Si no llega a ser por él, estarías muerta.

Abro los ojos de par en par y hago el intento de levantarme. Entre los dos me lo impiden, obligándome a acostarme de nuevo. Unos golpes en la puerta hacen que pare de forcejear, para ver entrar al niñato con un brazo vendado a la altura del biceps. Da unos pasos hacia mí y le hago un gesto para que se acerque más. Con las poca fuerzas que tengo le doy un tortazo en la cara.
¿Cómo sé le ocurre arriesgarse a morir por mí? Si le llega a pasar algo no me lo hubiese perdonado a mi misma.

–Menuda manera de dar las gracias señorita. —dice frotándose la mejilla— Aún estando así pegas fuerte.

Mi padre me mira con desaprobación, mientras que Daniel no se sorprende.

Pasaron un par de días y ya me mandaron para casa, pero no fue hasta al cabo de una semana que pude volver hablar. Durante ese tiempo, todo estuvo mucho más tranquilo con respecto a las amenazas. Según lo que me fue informando Jack, quien organizo mi secuestro no fue Morales. Después de investigar mucho e interrogar a ese miserable, se dieron cuenta que él decía la verdad. A pesar que las marcas estaban desapareciendo, no podía dejar de darle vueltas y sin entender a quien le había hecho tanto daño como para que se desquitara de esa manera tan cruel. A raíz de eso, el río se volvió mi segunda casa, ya que me pasaba horas sentada y sin cruzar palabra con nadie.

–No puedes seguir así. —Oigo a Daniel hablar detrás de mí— Apenas comes y tampoco hablas, desahógate y dime que sientes.

–Lárgate y déjame sola. —le replico sin mirarle— Es mejor que te alejes de todo esto, antes de que te hagan daño.

Oigo sus pasos acercarse y me agarra del brazo para levantarme y quedar cara a cara.

–Estás loca, si crees que te voy a dejar. —me susurra acariciándome la cara.

No me deja responder, cuando junta sus labios con los míos. Empezamos con varios besos  inocentes y al ver que le correspondo, poco a poco va subiendo la intensidad, hasta que mi espalda termina en el suelo y él encima de mi. Nuestras lenguas batallan en una guerra sin control y me quedo con ganas de más, pero nos tenemos que separar por falta de aire. Con la respiración entrecortada, apoya su frente con la mía.

–¡Me encanta! —suelta para volver a juntar sus labios.

En ese instante, me doy cuenta que no estoy en condiciones de pensar y que no puedo actuar por impulso. Reconozco que me gusta y mucho, pero no es justo para él ni para mí, seguir así, sin tener las ideas claras y menos en esta situación. Se da cuenta que he parado de besarle cuando me mira con el ceño fruncido.

–No puedo. —le susurro cerrando los ojos— Tengo la mente demasiado nublada.

Se levanta de golpe, da unas vueltas agarrándose del pelo y me mira con dolor.

–¿Es por él verdad? —me suelta con los puños apretados.

Una vez más saca esa parte irracional, la cual no escucha solo actúa y aunque en parte tiene razón, no es sólo por Aiden, si no por mi misma. ¿Cómo voy a estar con alguien, si mi mundo se va derrumbando a la velocidad de la luz? Demasiados problemas tengo ahora, para ponerme a pensar en rollos amorosos y más si no tengo ni puta idea de qué siento por uno o por el otro.

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