39-Shock

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Nos quedamos los cuatro mirándolo confundidos.

–Si, ella estaba embarazada. —explica el doctor — por desgracia lo ha perdido.

Ángel se sienta en la silla con la cabeza agachada y la mirada perdida.

–Iba a ser Papá —murmura, repitiéndolo varias veces.

Se levanta y camina en dirección a la habitación, antes de llegar le agarro del brazo y le hago un gesto para que me acompañe a la cocina.

–Ahora no es momento para que le hables de eso —le digo con suavidad— no sabemos como pueda reaccionar.

–Me importa una mierda que no sea el momento, acabo de perder a mi hijo. —réplica levantando la voz.

–¡También era el suyo! —bramo con ira— le acaban de pegar una paliza y por ahora es mejor que no toques el tema.

–No me jodas —responde fríamente— yo le diré lo que me dé la gana.

–Escúchame bien imbécil, ella necesita que la apoyen no que la jodan más de lo que ya está, piensa bien lo que vas decir, porque no dudes que si le haces daño, no dudaré en ir a por ti —le advierto recalcándole lo último.

Sin esperar respuesta voy directa a ver a Sara, al entrar la veo acurrucada en la cama llorando desconsolada, me tumbo a su lado y la abrazo hasta que por fin se calma un poco.

–Ya lo sabes ¿Verdad? —gimotea en mi hombro con la voz rota.

–Shh...duerme lagartija —le murmuro acariciándole el pelo.

Se abre la puerta y aparece Ángel con los ojos rojos, se acerca despacio y se sienta al otro lado  de la cama.
Le susurro que me llame si necesita algo y asiente.
Me incorporo y le doy una mirada de advertencia antes de dejarlos solos.

–Dime la dirección del piso  —le suelto a Daniel nada más le veo.

–Te acompaño —contesta él poniéndose en pie— así de paso recogemos tus cosas —añade mirando a Aiden.

Este último simplemente afirma y los tres emprendemos rumbo hacia su casa.
Después de dejar mis cosas en el maletero, nos dirigimos al piso.
Al llegar veo que el apartamento apenas está a un par de calles de donde vive Sara y que justo enfrente tengo una farmacia y un supermercado.
Mientras ellos suben las cosas, aprovecho para ir a comprar unos calmantes, unas vendas y otras medicinas.
A pesar que ya es tarde he tenido suerte que esté de guardia 24 horas.
Al subir, Daniel nos hace un tour por la casa, enseñándonos todo.
Tengo que reconocer que tiene muy buen gusto para escoger.

–Te he dejado la despensa llena... —comenta, mientras abre y cierra los armarios.

–Gracias —le respondo antes de dejarle acabar la frase— por todo lo que estás haciendo.

La cara de sorpresa de los dos me dejan desconcertada. Daniel me toca la frente como si tuviese fiebre.
Joder que les pasa a estos dos, ni que fuese algo del otro mundo lo que he dicho.

–¿Se puede saber que cojones haces? —le pregunto con el ceño fruncido.

–Me has dado las gracias —responde con las cejas levantadas— eso no es muy común en ti.

–¿Te crees muy gracioso? —le replico empezando a enfadarme— Mejor largaros de una puta vez.

–Yo no he dicho nada —dice Aiden levantando las palmas— No te desquites conmigo.

–Los dos... Fuera.... Ya... —les digo señalando la puerta.

Al principio se niegan a irse diciendo que era un broma y que no me tomará a mal, pero al decirme eso Daniel, me he dado cuenta de que tiene razón, cada día me estoy volviendo más débil y eso, me llena de inseguridad y miedo.

Cuando por fin se marchan, me tomo un par de antiinflamatorios y busco en el congelador hielo, para intentar bajar la hinchazón de la mano, acto seguido le pongo la crema y la venda.
Sin poder aguantarme más en pie, me tumbo en la cama. A los pocos minutos los párpados me empiezan a pesar, hasta que me quedo dormida.

Unos golpes me despiertan, miro la hora y ya es casi medio día, arrastrando los pies llego a la puerta.
Al abrirla, todo rastro de sueño se esfuma y me quedo con los ojos como platos.

–¿Qué haces aquí? —pregunto intrigada.




Verdades Ocultas (Capítulos Cortos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora