98-Eva

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Media hora después, aparcamos frente una casa muy grande que deben de haberla construido en la época de los dinosaurios aproximadamente. Nos bajamos y al abrir la verja que conecta con el jardín, un ruido infernal llega a mis oídos. Lo primero que pienso, es que los vecinos del pueblo de al lado, ya deben saber que ha entrado alguien. En pocas palabras, aquí no podrían robar ni de coña.
No damos ni dos pasos y la puerta de la entrada se abre.

–Bienvenidos —nos saluda Eva mirando hacia todos lados— Pasad, por favor.

–¿Por qué no me dijiste que eras tú? —le pregunto directamente.

–Siento no habértelo dicho, pero tenía que seguir las instrucciones que me dejo Mary. —se disculpa haciendo un ademán con la mano para que entremos.

Asiento con la cabeza y por sus gestos se nota que todo esto la asusta y mucho. Le hago un gesto a Jorge para seguir y así ella pueda sentirse más tranquila. Observo todo a mi alrededor y me sorprende ver lo bonita que es y lo bien conservada que está a pesar de que la fachada de afuera está tan deteriorada.
La seguimos por unos pasillos y poco después bajamos por unas escaleras, donde hay una puerta el cual ella la abre con una llave de seguridad.

–Todo lo que necesitas está en este sótano. —comenta con una sonrisa— Esta casa era un refugio para ella, cuando necesitaba desconectar. —prosigue con nostalgia.

Al encender la luz, abro la boca fascinada al ver todo lleno de estanterías y libros. En mitad de la habitación hay un pequeño escritorio y detrás de este, un cuadro grande de una señora colgado en la pared, el cual ella abre como si se tratase de un libro y vemos una caja fuerte.

–Britt, por estos documentos ha muerto mucha gente, así que ten cuidado. —me advierte entregándomelos.

–¿Por qué no lo habéis detenido antes? —inquiero con los papeles en mis manos.

–Lo intentamos y por eso murieron esas personas, al intentar ayudarnos. —me explica abatida— Por eso Mary, quiso que tu los tuvieras y ahora que te conozco, pienso como ella.

Lo deja todo en su lugar y subimos en completo silencio hasta la entrada. Nos despedimos y caminamos en dirección al coche, pero antes de llegar me giro y veo como se limpia las lágrimas. No puedo evitar sentir ternura, porque según lo que me ha explicado los hombres de Morales mataron a su hijo mayor y a su marido. Verla de pie, a pesar de su tragedia y arriesgándose una vez más para ayudarme es admirable. Le digo a Jorge que me espere un minuto y me acerco a ella.

–Voy hacer todo lo que sea necesario, para que ese cabrón pague. —le digo con rabia.

Me mira con los ojos cristalizados y me acaricia la cara con dulzura. Antes de poder decirle que no haga eso, me envuelve entre sus brazos con suavidad, notando como mi cuerpo se tensa ante ese gesto de cariño.

–No sabes las ganas que tenía de abrazarte, desde el primer momento en que te vi. —me susurra con la voz rota.

Aunque quisiera apartarla no lo hago, quizás porque es la hermana de mi Nana o porque últimamente tengo sentimientos que jamás había tenido y es algo nuevo.
Le digo que Jorge me está esperando y me deshago del abrazo suavemente, para reunirme con él, e irnos de allí.
Durante el camino de vuelta no dejo de darle vueltas a todo lo que me ha dicho y sobretodo en la manera de proceder para que esto no caiga en saco roto como la última vez.
Al llegar a casa de Laura, busco a Daniel, mientras Jorge busca a Aiden. Una vez los cuatro reunidos, marco el teléfono de mi hermana y le pido que ponga el altavoz, para explicarles a todos el plan que tengo para quitarnos a Morales de en medio de una vez por todas y para decirles que pronto podrán volver a casa. La noticia la reciben con alegría y alivio, pero con deje de preocupación, por si él se llegase a enterar de todo. Cuelgo el teléfono antes que se pongan en plan protector y me voy a la habitación sintiéndome aliviada de que por fin empiece a ver la luz al final del túnel.

"Narrador omnisciente"

Mientras Britt se iba debilitando por los sentimientos e iba con la esperanza de que todo saldría bien, había otra persona que la odiaba con intensidad y las ansias de vengarse eran cada vez más y más fuertes, no podía parar de imaginarse el momento de verla totalmente hundida. Lo peor de todo era que le tocaba esperar un poco y seguir fingiendo ante ella. Paseándose de arriba abajo por su habitación como un gato enjaulado, buscaba la forma de llamar a su aliado para informarle sin levantar sospechas, sobre todo lo que ella tenía en mente y así adelantarse a sus movimientos.

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