17-Visitas inesperadas

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En el camino de vuelta, no paro de pensar en todo lo que paso, como he podido ser tan Gilipollas, para dejarme llevar por un niñato que mete las narices donde no le importa. Tampoco, puedo quitarme de la cabeza que estando con él, ni una vez he pensado en mi pasado. Sin darme cuenta ya estoy llegado a casa. Aparco y me miro en el espejo, intento arreglar un poco el pelo y el maquillaje. Me quito los tacones y entro intentando no hacer ruido, al llegar a la habitación enciendo la luz y veo a Daniel, está durmiendo sin camiseta, tan solo con un pantalón de chándal. No da tiempo ni de dar dos pasos cuando se despierta.

—Me he quedado dormido esperándote —se frota la cara y me mira de arriba abajo— joder, ¿Así has ido a ver a ese cabrón? —levanta las cejas sorprendido.

–Sólo es un vestido —le respondo restándole importancia— mañana hablamos, duerme. —añado tajante, evitando que empiece a preguntar.

–Pues, ese vestido —se levanta y viene lentamente hacia mí— te queda perfecto. —juega con el piercing del labio pensativo.

–No estoy de humor, para escuchar cursilerías tontas. —le doy la espalda— hasta mañana.

En un rápido movimiento, me coge del brazo. ¿Pero qué cojones pasa con estos dos? ¿No entienden cuando les dices las cosas? Empiezo a pensar que les va el masoquismo.

–¿Qué pasa contigo? —me pregunta con el ceño fruncido— ¿Te ha pasado algo?

–Joder, déjame en paz de una puta vez —miro su mano agarrándome el brazo— mañana hablamos.

Me suelta y se va a la cama, mientras yo cojo ropa y me voy a duchar. Al salir veo que por fin se ha quedado dormido, me acuesto y nada más hago que dar vueltas, harta de no poder conciliar el sueño, me tomo un par se pastillas, quedándome dormida sin darme cuenta.

Me despiertan unos golpes en la puerta y me tapo la cabeza con la almohada, pero como la suerte no está de mi lado, siguen insistiendo.

–Pasa —me incorporo y me doy cuenta de que Daniel, no está.

Entra mi hermana con una sonrisa y una bandeja en las manos.

–Buenos días —se sienta en la cama— Te he traído un café para empezar bien el día.

–Gracias —respondo con la voz rasposa— me hace falta.

Empiezo a desayunar y ella no hace más que mirarme.

–Suéltalo —inquiero mientras cojo una tostada— ¿Qué pasa?

–Bueno, yo quería —nerviosa, empieza a jugar con su pulsera— saber ¿Qué tal anoche?

Le debe costar mucho preguntarme eso sabiendo como soy, pero aún así se arriesga y eso me gusta.

–Bien, solo fue una simple reunión —levanto los hombros con indiferencia.

–¡Sara! Te busca —grita Ángel desde fuera, interrumpiendo nuestra conversación— tu amigo— dice con retintín.

–Ya voy —grita de vuelta— que me espere en el salón.

–Me tengo que ir, ves con él —le digo empezando a levantarme— ¿Luego vemos una película?

–¿Sobre las 21:00? Podemos, pedir una pizza —comenta emocionada, de camino a la puerta.

Asiento con la cabeza y se va. Aunque me cueste abrirme, tengo que esforzarme por ella, no quiero volver a verla jodida, por mi culpa.
Después de arreglarme, voy al salón y veo a mi hermana y a Aiden estudiando concentrados, él nota mi presencia y se queda mirándome fijamente, le giro la cara y salgo de casa antes que diga algo. Cuando estoy por llegar al portal, veo una chica que me resulta familiar, pero no sé de dónde.

–¿Disculpa, podrías decirme si en este edificio, vive una chica que se llama Sara? —me pregunta ella amablemente.

–Quien la busca —le pregunto tajante.

–Me llamo Alison —me extiende la mano en modo de saludo, al ver que no se la doy, la baja avergonzada— ella es una amiga. —aclara nerviosa.

–Es mi hermana. —le respondo intentando suavizar el ambiente— segundo piso.

–¿Britt? ¿Verdad? —me sonríe— me ha hablado mucho de ti, encantada de conocerte.

–Bueno, me voy hasta luego —le contesto antes que me busque conversación.

–Espera ¿podrías decirme si mi novio está con ella? Se llama Aiden ¿lo conoces?

Me dan ganas de decirle, no lo conozco, solo me ha metido la lengua hasta la campanilla. Pero mejor, me callo.

–Está con mi hermana. —le respondo con frialdad— Adiós.

A paso ligero, voy al coche y empiezo a conducir sintiendo la adrenalina por la velocidad, necesito sacarme la rabia que me está quemando el pecho. Se perfectamente donde tengo que ir.


Verdades Ocultas (Capítulos Cortos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora