93-Enfrentamiento

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Tal y como dijo Jack, tardamos cinco minutos en escuchar el claxon avisando de su llegada. Dejamos el equipaje repartido en dos coches y se marcharon rumbo a por los demás a casa de mi hermano. Una punzada de tristeza se instala en mi interior, al no saber cuánto tardaré en volver a reunirme con ellos. Aunque la casa no esté lejos de aquí, soy consciente de que no puedo asomar la nariz hasta que todo esto se solucione.
Entro de nuevo en la casa sin encender la luz y se siente tan vacía al no estar Laura que resulta deprimente. Apoyo la cabeza en la mesa sin poder dejar de darle vueltas a los cambios que ha dado mi vida en poco tiempo. Como he pasado de odiar a estar rodeada de personas, a extrañar hasta los comentarios más absurdos... Sin darme cuenta mis párpados empiezan a pesar hasta que me quedo profundamente dormida.

Me despierto sobresaltada al notar como alguien me acaricia el pelo. Me tranquilizo cuando me doy cuenta que se trata de Aiden. A pesar que no se ve tres arriba de un burro por la oscuridad, reconocería su fragancia a kilómetros.

–¡Te dije que te largaras! —le enfrento levantándome de golpe— No quiero que me vuelvas a poner una mano encima. ¿Te queda claro?

A través de la luz de la luna que entra por la ventana, veo como sus ojos brillan con una intensidad que me dejan atónita. Desvío la mirada y paso por su lado con pasos torpes, para salir de aquí lo antes posible. Antes de llegar a las escaleras su mano me frena de golpe para girarme con brusquedad y estampar sus labios contra los míos en un beso de desesperación y miedo.
Le correspondo con la misma intensidad que él, pero cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, le empujo con rabia y le giro la cara de un bofetón.

–¿Qué está pasando aquí? —Interviene Daniel instantes después con tono enfadado.

Enciende la luz de la cocina y frunce el ceño cuando ve a Aiden con la marca de mi mano en la cara. Me mira a mí, luego a él y niega con la cabeza con los puños apretados. Lo conozco demasiado bien como para saber que está a punto de descontrolarse y saltar encima de Aiden. Antes de poner mover un pie para ponerme frente a él y detenerlo. Le suelta un puñetazo y para sorpresa mía el niñato se lo devuelve, empezando así una pelea donde cada golpe hace eco por toda la cocina. Grito a todo pulmón que paren y al no hacerme ni puto caso, agarro una silla y se la estampo a los dos haciendo que se separen de golpe a mirarme.

–¡Iros a la mierda! —grito sintiendo como si mis cuerdas vocales se desgarrasen.

Con la mano les señalo la puerta y al ver que ninguno de los dos tiene la intención de moverse exploto.

–¡Estoy harta de vosotros! —le digo con una mezcla de frustración y decepción— Tengo demasiados problemas ya como para tener que aguantar encima estas escenitas.

–¡Como quieres que me ponga, cuando os veo a oscuras y la marca de tu mano en su cara! —ladra Daniel furioso— ¿Dime Britt? ¿Ha pasado algo entre vosotros dos?

–¡Sí! —le replico desafiante— ¿Y qué pasa con eso? Yo soy libre para hacer lo que me dé la gana al igual que tú. ¿No crees?

Abre los ojos de par en par ante mis palabras y da unos pasos hacia atrás, hasta quedarse apoyado en la encimera con los ojos cerrados y los brazos cruzados.

–Sé que en el pasado, me porté como un cabrón contigo. —reconoce con la voz temblorosa— Y no tengo derecho de reclamarte nada después de todo, pero no puedo evitar esto que siento.

–Guárdate los sentimientos, como me tocó guardarme los míos en su momento. —le contesto tajante.

Cada historia tiene un secreto, algunos son más oscuros que otros y es algo que él y yo decidimos enterrar en el pasado y jamás volverlo a nombrar, pero siempre hay una nube negra que nos persigue y está encima de nosotros, sin dejar que eso quede en el olvido como habíamos quedado.

–Os dejo solos, vosotros decidís si os queréis matar o arreglar las cosas como hombres. —les informo subiendo las escaleras— Espero que seáis inteligentes a la hora de escoger. —prosigo antes de desaparecer de su campo de visión.

Al llegar a la habitación suspiro con pesadez al verlo todo revuelto y comienzo a recoger. Minutos después entran ellos y sin mediar palabra me ayudan, hasta que todo queda como estaba, menos algún mueble que ha quedado totalmente inservible.
Nada más terminar se van, quedándome sola de nuevo. Aprovecho para darme una ducha y comer algo para poder tomarme la medicación.
Con ese pensamiento voy bajando por la escalera, hasta que una voz que proviene de la cocina me llama la atención.

–Lo sé padre. —Oigo hablar a Aiden— Intentaré no perderla de vista, pero daros prisa en averiguar la verdad.

–¿De qué verdad estás hablando? —le pregunto haciendo que cuelgue el teléfono de inmediato.

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